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La escuela del bosque: la primera escuela catalana y renovadora cumple 100 años

Imagen de la Escola del Bosc.

Jaume Carbonell

El 8 de mayo de 1914 comenzaban las clases en la Escuela del Bosque. El Ayuntamiento de Barcelona, para mejorar la salud de los niños de la ciudad, tomó la feliz iniciativa de crear las escuelas del bosque y las colonias y baños de mar, siguiendo el ejemplo de las Open Air Schools. Más adelante, entrarían en funcionamiento la Escuela del Mar en la Barceloneta y la Escuela del Parque del Guinardó. En estas escuelas confluían dos movimientos entonces en boga: el higienismo -que tenía cuidado de la salud y la educación física- y la pedagogía activa de la Escuela Nueva, que atendía su salud cultural, intelectual y social, con teorías y prácticas que se enfrentaban radicalmente a los postulados pedagógicos tradicionales de la vieja escuela, donde la voz y las decisiones del maestro hegemonizan el proceso educativo y los métodos de enseñanza se basan en la memorización y la repetición, dentro de un edificio cerrado y asfixiante parecido al de un cuartel.

Rosa Sensat fue llamada a dirigir esta apasionante aventura pedagógica que ella misma nos cuenta en Hacia una nueva escuela. Una maestra muy preparada que acababa de llegar de un viaje al extranjero, pensionado por la Junta de Ampliación de Estudios, que le permitió visitar las escuelas más innovadoras de Bélgica, Suiza y Alemania y conocer algunas de las figuras educativas más influyentes, como es el caso de Claparède en el Instituto J.-Jacques Rousseau en Ginebra o de Decroly en la escuela del Ermitage. Unos referentes que dejaron una profunda huella en el nuevo centro barcelonés.

En esta institución pionera se plasman buena parte de los principios de la Escuela Nueva. He aquí algunos ejemplos: “El niño debe ser considerado como el centro del sistema educativo”; “el conocimiento del niño y el respeto de su personalidad y de sus derechos deben ser los ejes sobre los que debe girar la educación”; “hay que poner al niño en contacto directo con las formas de la vida, la naturaleza y el trabajo humano, para que adquiera nociones inmediatas de los seres y de las cosas”. Y todo esto se consigue mediante una educación integral que cultiva y hace crecer todos los aspectos de la personalidad del niño: sensoriales, cognitivos, emocionales, sociales, físicos, artísticos, manuales, morales y espirituales, en plena naturaleza, donde el niño, según Rousseau, es el medio genuino que estimula su autodesarrollo y, según Rosa Sensat, es el medio del que el hombre no se debería haber alejado nunca. Pero esta mitificación de la naturaleza queda equilibrada por la educación social y por el estudio y la inmersión dentro del entorno urbano.

Cualquier espacio exterior se convierte en un aula de aprendizaje: el pinar perfumado del jardín de la escuela donde se observan los cambios del tiempo, el crecimiento de las plantas o la vida de los insectos, llegando a confeccionar amplios herbarios y insectarios; o la planta de la antigua Barcino romana, en una de las salidas para elaborar una monografía sobre Barcelona con la consulta de diversos planos, folletos y libros que consultan en la biblioteca. Y cualquier evento puede promover una lección ocasional improvisada o un centro de interés: una nevada, la noticia de la firma del armisticio y de la victoria de los aliados, el descubrimiento de una estrella muy brillante o la llegada de un grupo de niñas nuevas. Y siempre que es posible, inspirándose en el principio de globalización decrolyano, se procura que las materias de enseñanza se enlacen y se relacionen al máximo, tal como sucede con los problemas de la vida real. En esta escuela el alumno marca, sin prisas y evitando la sobrecarga de contenidos, el ritmo de trabajo y de acción.

Fuera del aula se promueve la observación y la recogida de datos y dentro se hace la recapitulación y la síntesis, precedidas de las oportunas experimentaciones. Lo que se pretende, sobre todo, es que la escuela -concebida como un hogar o como una prolongación del hogar familiar- conecte con la vida: que ésta entre en la escuela y que ésta se abrace continuamente con la vida. Es la única manera que la educación escolar y extraescolar se vayan retroalimentado continuamente. Por ello, la escuela no es una preparación para la vida sino la vida misma donde los niños empiezan a ser considerados personas y ciudadanos.

El legado de la Escuela del Bosque ha tenido hasta hoy un largo recorrido. Y muchas de sus ideas y propuestas originarias, a pesar de los nuevos contextos y los nuevos tiempos, siguen siendo de gran actualidad. Porque las bellas y poderosas ideas nunca mueren.

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