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Nadie vio venir en Ripoll la victoria de un partido xenófobo: “No supimos valorar el problema que teníamos encima”

Una vecina de Ripoll frente al monasterio de la localidad, el pasado jueves.

Pol Pareja

Ripoll (Girona) —

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Una mezcla entre incertidumbre, hastío y sorpresa invade Ripoll (Girona), el municipio de casi 11.000 habitantes donde un partido xenófobo se ha impuesto en las elecciones municipales. “Nadie sabe qué pasará ahora en el pueblo”, apunta Abderrahim Azaruz desde la carnicería halal que regenta. “Pero es verdad que estamos preocupados”.

Seis años después de que ocho chavales del municipio perpetraran el atentado de las Ramblas y Cambrils, una candidata que ha abonado la desconfianza hacia los musulmanes ha ganado los comicios y está a un paso de obtener la vara de mando. Hay incertidumbre en Ripoll por saber qué va a pasar. Hay hastío porque han vuelto los periodistas al pueblo y hay sorpresa porque nadie esperaba estos resultados.

“Creo que ni siquiera sus propios votantes lo preveían”, señala Manoli Vega, la candidata de Junts a la que todos consideraban la favorita. “No supimos valorar el problema que teníamos encima”.

La ganadora, Sílvia Orriols, es una administrativa de 38 años y cinco hijos. Se ha pasado cuatro años sola en el pleno haciendo un discurso durísimo contra los musulmanes. Ha denunciado continuamente la “islamización” de Catalunya, ha tachado de “invasión” la llegada de migrantes, a los que ha vinculado a la delincuencia y ha insistido en que este colectivo se quedaba con todas las ayudas sociales. Salvem Ripoll ha sido el eslogan de su campaña.

“No es ningún monstruo, simplemente es realista”, explicaba el pasado jueves María, una mujer en la sesentena frente a su floristería. Insistía en que no le había votado pero admitía que se lo planteó. “El pueblo ha sido una olla a presión y al final ha explotado”, remachaba.

Los resultados del domingo resquebrajan una tarea de hormiga que han llevado a cabo Ayuntamiento, servicios sociales, diversas entidades y la comunidad musulmana para recoser unas heridas del atentado que, vistos los resultados, están pendientes de curarse. 

“Llevamos casi seis años trabajando para recuperar la convivencia”, apunta Alí Yassine, presidente de la comunidad islámica de Ripoll Annour, la misma que contrató al imán que radicalizó a los ocho jóvenes del pueblo. Él también confiesa estar preocupado por lo que pueda pasar a partir de ahora. “El fuego es fácil de encender, pero luego cuesta apagarlo”, afirma.

La victoria de Orriols, cuyo mensaje mezcla la xenofobia con el independentismo más ultramontano, es seguramente la cara más visible de la irrupción de la extrema derecha en los municipios catalanes.

En algunas localidades la ha capitalizado Vox, que ha pasado de tener tres ediles a 124 en el conjunto de Catalunya. En otros municipios ha sido este independentismo identitario de Orriols quien ha cosechado los votos. En total son ya 81 los municipios catalanes con representación de la ultraderecha tras los comicios.

Silencio y expectación en el pueblo

No resulta sencillo encontrar vecinos en Ripoll que quieran hablar con su nombre y apellido sobre lo ocurrido. “Aquí nos lo sabemos todo de todos”, sostiene Vega, la candidata de Junts. En el municipio, situado a los pies de los Pirineos, se ha impuesto cierto pacto de silencio a la espera de si Orriols logrará ser alcaldesa.

Con seis ediles (la mayoría absoluta está en nueve), solo un pacto entre el resto de fuerzas lograría apartarla de la alcaldía. Junts ya ha avisado que no ve viable esta opción, que implicaría un acuerdo entre partidos antagónicos como PSC y la CUP, junto a ERC y una candidatura municipalista. El debate sobre la conveniencia de dejarla gobernar está servido.

“Que gobierne tiene cosas buenas y malas”, sostiene un veterano del Ayuntamiento, que pide no ser citado. “Si la dejas, puedes lograr que se deshinche porque no podrá hacer lo que prometió… Aunque genera angustia pensar en dejar el pueblo en sus manos”, continúa. “Por otro lado, si evitas que gobierne la perpetúas como víctima y a saber qué pasará de aquí cuatro años”. 

“No soy afín a ella, pero creo que la deberían dejar gobernar”, explicaba Quim Bustos, 46 años, un barcelonés que se mudó a Ripoll hace seis años. “Necesitará pactar para aprobar cosas y siempre estarán a tiempo de echarla”. Un joven de 28 años que ni siquiera quería revelar su nombre opinaba lo contrario: “Algunos no son conscientes del daño que puede hacer al pueblo”.

En Ripoll prácticamente nadie reconoce haber votado a Orriols, pero es fácil intuir quién le dio apoyo por los comentarios durante las entrevistas. Un vecino admitía haberla apoyado para castigar a los otros partidos y ahora, al ver que puede gobernar, tenía miedo de las consecuencias de su voto. Mohammed Shapal, 61 años, era uno de los pocos musulmanes entrevistados que celebraba su victoria. “El pueblo necesitaba un cambio”, explicaba desde su restaurante.

Tras entrevistar a más de una quincena de vecinos, ninguno reconocía un problema de convivencia en el pueblo, que tiene una tasa de extranjeros del 13,3% (la media en Catalunya es del 16,3%). “Es verdad que en algunos aspectos cada uno va por su lado”, señala Azaruz, el carnicero. “Pero después ves los colegios, los equipos deportivos… estamos todos mezclados y sin problemas”.

“Decir que no hubo brecha social en el pueblo tras los atentados sería mentir”, apuntaba una trabajadora social del municipio, que también pide anonimato. “Pero la situación que describe Orriols es una burda exageración”. Estos trabajadores se han sentido en el punto de mira durante la campaña y están ahora expectantes para ver qué ocurre con ellos si la candidata ultra acaba gobernando. 

“Por un lado hay un sector de vecinos con mucha voluntad integradora y de crear cierta fraternidad local”, opina Pol Viñas, politólogo de Campdevànol, un pequeño pueblo a tres kilómetros de Ripoll. “Y en el otro extremo estaría una parte de la comunidad musulmana, concentrada en unos pocos barrios, que no está nada politizada”.

Una tormenta perfecta

¿Qué ha llevado a una candidatura abiertamente xenófoba a ganar las elecciones con más del 30% de los votos? Vecinos, candidatos y politólogos coinciden en señalar una conjunción de factores que se han alineado en el momento oportuno.

Por un lado está la falta de un candidato con tirón entre el resto de partidos. Jordi Munell (Junts), alcalde durante los últimos 12 años, decidió no volverse a presentar. Y pensó que era un buen momento porque las demás formaciones tampoco tenían un candidato fuerte: ERC, PSC y CUP presentaban un alcaldable que era la primera vez que optaba al cargo. 

La única que repetía era Orriols, que obtuvo un edil en las anteriores elecciones con otra formación identitaria, FNC, de la que se separó para defender un mensaje aún más duro contra la inmigración. Impulsó entonces su nuevo partido, Aliança Catalana, que no ha respondido a la petición de este periódico de entrevistar a la ganadora de los comicios para este reportaje.

A eso hay que añadirle una candidatura independiente formada por un antiguo concejal de Junts, que ha obtenido casi 400 votos y un edil. Y también una abstención (40,5%) que ha subido ocho puntos respecto a las anteriores elecciones.

Algunos creen que el cordón sanitario que se impuso a Orriols durante la pasada legislatura fue contraproducente. “El aislamiento la ha victimizado y se ha presentado como una mártir a la que no dejaban hablar”, explica un antiguo miembro del pleno. Los debates electorales, en los que todos acababan enfrentados a ella, acabaron dibujándola prácticamente como la única alternativa al statu quo, una sensación reforzada tras una legislatura en la que Junts, ERC y PSC han votado juntos en numerosas ocasiones.

“A eso hay que añadirle el castigo a los partidos independentistas por el fracaso del procés”, sostiene Viñas, el politólogo. Orriols lleva cuatro años criticando el “procesismo” de los partidos secesionistas con un discurso xenófobo que también incluía ataques a los catalanes con apellidos españoles. 

A las heridas del atentado hay que sumarle también una supuesta inseguridad creciente que no es posible dimensionar: el balance de criminalidad que ofrece el Ministerio de Interior, referencia habitual para medir este factor, sólo tiene tiene en cuenta municipios de más de 20.000 habitantes.

El partido de Orriols, explican en el pueblo, fue llamando uno por uno a personas mayores. Les preguntaban si tenían miedo de salir a la calle y les prometían que si les votaban el municipio sería más seguro. “Hay gente que no sale de noche y se ha creído que Ripoll es peligroso”, apunta la candidata de Junts. “Y no es verdad”.

Viñas explica que, cuando Orriols obtuvo representación en 2019, muchos vecinos no la votaron pero iban diciendo que tenía razón en muchas cosas. “Parece que se han sacado los complejos y ahora la han votado”, opina. “Pero también hay que buscar las razones en lo mal que lo ha hecho Junts y ERC”.

Yassine, de la comunidad islámica, admite que ellos tampoco lo vieron venir. Ahora teme que el trabajo que se ha estado haciendo durante el último lustro salte por los aires. “Esta señora quiere romper la convivencia”, lamenta. “Y ha hecho creer a muchos que tiene una varita mágica para arreglar los problemas de Ripoll”.

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