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Los mayoría de migrantes del Open Arms en Barcelona entran en el plan de asilo: “Voy a hablar castellano en dos meses”

Uno de los rescatados por el Open Arms desembarca en el puerto de Barcelona.

Gabriela Sánchez / Pau Rodríguez

Habían pasado tres días desde su rescate en las aguas del Mediterráneo y Abdou (nombre ficticio) permanecía reflexivo, sentado en el suelo de la cubierta del Open Arms rumbo al Puerto de Barcelona. El dolor de las cicatrices de su paso por Libia le impedían bailar junto al resto de sus compañeros, pero tenía una pregunta que necesitaba resolver en aquel mismo momento: “¿Cuando esté en España podré estudiar vuestra lengua? Quiero aprender la lengua cuanto antes para demostrar que puedo quedarme”, decía entonces el burkinés.

En eso está dos meses después. Abdou se encuentra en un centro para solicitantes de asilo gestionado por la Comissió Catalana D’Ajuda al Refugiat (CEAR) en la provincia de Tarragona. Cada mañana, acude junto al resto de sus compañeros a clases de castellano durante tres horas. “Escribo y hablo poco a poco”, sostiene el veinteañero a eldiario.es a través de Facebook, tratando de abandonar el inglés con el que se comunicaba con la tripulación del barco que le rescató el 30 de junio de la inestable barca en la que trataba de escapar de Libia.

Como Abdou, las 60 personas que la ONG catalana rescató aquel día y acabó llevando a Barcelona el 4 de julio han solicitado entrar en el programa estatal de protección internacional y asilo. Por este motivo, el Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social informa que no les ha abierto ningún expediente de expulsión. Sí lo hizo con 15 de los 629 migrantes que desembarcaron en Valencia desde el buque Aquarius. Eran los que no habían solicitado asilo.

La mayoría, en centros de acogida

Durante su primer mes en Catalunya, todos los hombres solteros fueron alojados en la residencia Joaquim Blume de Esplugues de Llobregat, teniendo en cuenta que contaban con un permiso de estancia legal en España de 30 días. Allí recibieron la primera asistencia jurídica, para valorar sus opciones de solicitar asilo y decidir su camino. Las mujeres fueron ubicadas en dos centros aparte, en función de si tenían hijos a su cargo, mientras que los cinco menores no acompañados han permanecido alojados en un centro en Manresa, bajo tutela de la Generalitat.

Pese a que los 60 rescatados solicitaron asilo, finalmente 19 de ellos han optado por abandonar el proceso, según datos de Trabajo, algunos de ellos para seguir su ruta migratoria hacia otros países, algo habitual en muchos de los migrantes que llegan a España. Según las cifras oficiales, ocho personas han optado por continuar hacia el norte de Europa, pero según los testimonios recabados por eldiario.es, la cifra de aquellos que han dejado España atrás es superior a la detectada por los ministerios de Trabajo y Migraciones e Interior.

Así las cosas, son 41 los solicitantes de asilo que siguen con los trámites. 36 de ellos tienen plaza en el Sistema Nacional de Acogida: 29 están en centros de la Comissió Catalana d'Ajuda al Refugiat (CEAR) en Tarragona; 4, en instalaciones de la Cruz Roja en Mataró, y 3 en la entidad APIP-ACAM en Barcelona. Los cinco restantes son dos mujeres y tres menores que permanecen en centros de la Generalitat.

Ahmed: “¡Me han dado la tarjeta roja!”

Ahmed (nombre ficticio), uno de los rescatados por la misión 46 del Open Arms que más preocupación transmitía por la idea de ser devuelto a su país de origen, Egipto, responde al teléfono desde el centro donde vive en Catalunya. “Me han dado la tarjeta roja”, cuenta con manifiesta felicidad. Ese cartón colorado le aporta la tranquilidad de convertirse oficialmente en solicitante de asilo, con los derechos que conlleva. Como mínimo, durante los próximos seis meses podrá permanecer en el Estado español de forma regular, prorrogable hasta la resolución de su petición de asilo.

En sus días en el barco, el egipcio parecía sentir los problemas y preocupaciones de sus compañeros de viaje como propias. Llamaba a la tripulación cuando alguno de ellos necesitaba algo, traducía sus palabras y ayudaba en todas las tareas cotidianas que fuese posible. De nuevo, su felicidad no era tanta ante la incertidumbre que aún viven algunos de sus amigos, que permanecen a la espera de recibir la tarjeta roja. “La Policía les ha dicho que les llamarán para dársela pronto, pero ¿por qué a mí sí y a ellos no?”, se pregunta Ahmed.

Su intranquilidad por su futuro aún no ha desaparecido. El miedo a ser devuelto a su país se ha transformado en ansia de aprender castellano en un tiempo récord y, así, poder estudiar una formación profesional en Catalunya y conseguir trabajo antes de cumplir un año en suelo europeo. La razón: el periodo de acogida es limitado. Sabe que cuenta con algo menos de un año de ayudas. Una vez finalizadas, debe ser independiente económicamente. “He preguntado si puedo hacer un curso de electricista, pero tengo que aprender primero la lengua”, explica Ahmed. “Voy a intentar saber castellano perfecto en un par de meses”, se reta el egipcio, quien todavía se comunica en inglés con este medio.

Uno de los cinco menores, en Alemania

“Estoy en Alemania”, anuncia Ali (nombre ficticio), uno de los cinco menores rescatados por el Open Arms a finales de junio. El adolescente, de origen sudanés, quería permanecer en España, pero no se encontraba a gusto en el centro adonde fue derivado a su llegada a Barcelona. Al no superar la mayoría de edad, pasó a ser tutelado por la Generalitat Catalana en un centro de menores, pero él prefería estar con los amigos con los que arriesgó su vida en el Mediterráneo.

Ali y Omar (nombres ficticios) se escaparon en al menos dos ocasiones del centro para visitar a sus compañeros de viaje. A su llegada, pedían ser acogidos junto a ellos, algo imposible en base a la normativa. “Si no me puedo quedar aquí, me voy a ir de España. No voy a volver a ese centro”, confesaba entonces con cierta rabia. “No soy pequeño, ya soy un hombre”, sostenía el adolescente.

Semanas después, Ali escribía a eldiario.es desde un centro de acogida alemán: “Me van a trasladar a la ciudad donde vive mi primo”, contaba con alegría. “No me voy a mover más. Quiero quedarme en Alemania”.

También desde la tierra prometida para muchos solicitantes de asilo llama Bassam. El joven palestino, que permaneció en Barcelona durante varias semanas, también ha optado por decir adiós a sus compañeros de viaje y probar suerte en Alemania, donde confía tener más oportunidades. Atravesó Francia en autobús y ahora vive en un centro alemán. El gazatí chapurrea algunas palabras en alemán y confiesa sentirse un poco solo allá donde está. “Todavía no tengo a nadie, pero aquí tendré un futuro”.

Los 60 rescatados por el Open Arms llegaron a Barcelona el pasado 4 de julio a bordo del barco de la ONG catalana tras cuatro días en el mar. Dos meses después, las autoridades italianas y maltesas continúan obstaculizando la labor de las ONG que salvan vidas en el mar. Vidas como la de Ali, Omar, Abdou, Bassam o Ahmed, que, tras sobrevivir al Mediterráneo, ahora tienen otro desafío por delante: empezar esa nueva vida que tanto desean en Europa.

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