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Que nadie me toque el ‘gèneru’* de los pimientos de la abuela

Lídia Pujol

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*Materia de la que está hecha una cosa (barbarismo de la abuela)

La abuela Rosalía tenía 94 años cuando murió. Hace unos días Gerard Quintana y yo nos encontramos para grabar un video que hablara de cultura, de la cultura que queremos, y también para apoyar el proceso constituyente contra la dictadura financiera y el ladrón que no se arrepiente ni que lo crucifiquen, lo que con las actuales reglas del juego ya sabemos que no pasa nunca. No sé cómo he llegado aquí, quizás es que todos los caminos y todos los tiempos tienen su Roma imperial.

He citado Gerard porque su abuela murió con 104 años y gana por 10 la mía. Recuerdo que me dijo: “Las abuelas son nuestra historia, nuestra identidad, y nos quedan muy cerca. Últimamente cuento los tiempos por abuelas. 200 años, dos ancianas; 500 años, cinco abuelas; 2.000 años, veinte abuelas, no hay para tanto. ”Hace veinte abuelas de la escena de la crucifixión del hombre que decía que todos somos hermanos, rodeado de los dos ladrones, el arrepentido y el que no. No hay más, un horizonte de justicia, unas bases del juego para velar por esta justicia, y la realidad humana, llena de errores, vulnerabilidades, miedos, egoísmo, Amor y Libertad indisociables en constante proceso constituyente de esta humanidad. Potencialmente ladrones somos todos; unos se arrepienten y otros no, esto “es así y no sabría decir nada más”, que dice la canción, pero sobre la estupidez de permitir que los que representan al pueblo escriban las reglas del juego, creo que tenemos muuucho que decir y muuuucho que hacer. La Vida Nueva viene de lejos y es el proceso de constituirme a cada paso en la relación con los otros en dirección al bien común. No hay más, dar gracias y pedir perdón o ir a la cárcel. Quiero una nueva Constitución que se posicione claramente en esta dirección. No vale meter los ladrones de manzanas a la prisión para cumplir el expediente. En él quiero los ladrones de millones, los que provocan los recortes para privatizar los derechos universales y, sobre todo, quiero que nos devuelvan el dinero.

Mi abuela pasó más hambre que un maestro de escuela, más hambre que una cantante... Mi abuela me miraba y, curiosa, me preguntaba: “Y tú niña, cuando piensas trabajar?” La abuela no fue a la escuela. A nadie que esté apoltronado le interesa el criterio de los demás. La abuela no tenía cosas. La abuela tenía hambre y proclamaba su dignidad diciendo: “Aunque he pasado hambre, nunca he robado nada a nadie”. Los pimientos unisex de mi abuela vienen de la Garrotxa y puedo certificarlos heráldicamente 300 años, es decir, 3 abuelas de pureza garrotxina. Yo vuelvo a ser charnega, es decir, escudella barrejada y, aún así, bien catalana porque es así y no sabría decir nada más. Mi madre me ha cantado las canciones de cuna con aquello tan catalán que dice “nonino, tralarí”, y luego me ha hablado con esta lengua y cultura de más de diez abuelas, mientras mi padre lo hacía con salero andaluz.

Semanas antes de morir mi abuela, acostada en la cama, hinchada de no metabolizar los medicamentos, casi sin poder hablar, hizo un gesto que no olvidaré nunca y quiero proclamar para siempre: su mano apoyada sobre la barriga cuando, de repente, levantó un poco el brazo, cerró los dedos por la punta como si cogiera algo, como si fuera una pequeña grúa de aquellas de feria que, en el mejor de los casos, recogen cualquier puñeta y la transportan hasta la salida. Así hizo el brazo de la abuela, de la barriga a la mesita, y allí abrió los dedos para soltar algo. Me había tocado un premio, eso lo entendí, pero cuál? “¿Qué haces? ¿Qué es esto, abuela?” Por respuesta, la mirada seria, profunda, de peso... “¿Qué quieres decir? ”La mirada... no entiendo... ¿Qué es esto?... Y con mucho esfuerzo me dijo: “Los Pimientos. Ahora te toca a ti”.

Que nadie me toque el gèneru de los pimientos de la abuela. Ni Cristu. Aunque sé que Él nunca lo haría, Él es el horizonte común, la Justicia, sin género, de bon gèneru.

Últimas noticias de la Roma imperial: recientes hallazgos arqueológicos han desvelado que los dos ladrones que rodeaban Cristo en la escena de la crucifixión eran dos mujeres.

En esta Vida Nueva que buscamos se usa el femenino genérico y en el futuro no se podrá decir tanto a la ligera si las crucificadas de los días que se acercan eran mujeres. Ni si fueron Adán y Eva quienes mordieron la manzana, o Eva y Lilith...

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