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Bruselas, capital del independentismo catalán

Carles Puigdemont, en Bruselas, el día que se entregó a las autoridades belgas

Arturo Puente

El Manneken Pis, las patatas fritas en cucurucho, varias sedes de las instituciones comunes europeas y, desde hace poco más de un mes, la Meca del independentismo catalán. La capital de Bélgica será este jueves el escenario de una manifestación convocada por la ANC y Òmnium en la que está previsto que participen varios miles de catalanes para reclamar la libertad de los presos independentistas.

Por su metonimia con la Unión Europea, Bruselas ha sido con frecuencia uno de los lugares hacia los que ha mirado el movimiento independentista catalán, bajo la idea de que Europa sería más proclive a sus reivindicaciones que España. Pero, tras la llegada de Carles Puigdemont y cuatro de sus consellers a Bélgica para eludir a la justicia española, el eco simbólico de la ciudad ha aumentado.

A lo icónico de la ciudad se suma la buena imagen de todo el país pues, tras la retirada de la orden europea de arresto por parte del Tribunal Supremo, buena parte del independentismo considera a Bélgica como un Estado capaz de dar lecciones democráticas a España. En la comparecencia que este miércoles ha realizado Carles Puigdemont desde allá, el president cesado ha asegurado que la estrategia de ponerse en manos “de una justicia independiente ha sido útil y adecuada”, dando a entender que la justicia española no lo es.

En este contexto la ANC y Òmnium, cuyos presidentes continúan en la prisión acusados de un delito de sedición, han decidido llevar una de sus ya famosas manifestaciones al país en el que, por el momento, ha fijado su residencia Puigdemont. Según han explicado este miércoles en Bruselas Agustí Alcoberro y Marcel Mauri, números dos de los encarcelados, prevén que la movilización reúna a varios miles de catalanes, convirtiéndose en la manifestación “más grande de los últimos años” en la capital belga.

Para conseguirlo se han fletado hasta 150 autobuses y 5 vuelos chárter, además de diversas expediciones en coche salidas a lo largo del día de la Constitución. Las entidades quieren conducir la marea amarilla –color sobre el que la Junta Electoral ha puesto especial celo por su significado independentista– por delante de las puertas de la Comisión y el Consejo Europeo.

La campaña electoral catalana se hará, por un día, a 1.300 kilómetros del suelo catalán. Y con la movilización se responderá a otra de las grandes obsesiones del independentismo: internacionalizar la cuestión. Paradójicamente, mientras miles de catalanes se han desplazado hacia Bruselas, el candidato a la presidencia de Junts per Catalunya, Carles Puigdemont, continúa tratando de llegar a cada municipio catalán, en un tour de actos electorales en los que participa por videoconferencia.

La manifestación que se celebrará en Bruselas no solo será especial por la lejanía del lugar elegido sino también porque será el único acto conjunto de las tres fuerzas independentistas en toda la campaña. La candidata de ERC en ausencia de Junqueras, Marta Rovira, participará en el acto junto al propio Puigdemont, los consellers cesados, y diversos miembros de las tres candidaturas, incluida la CUP. Será, junto con los actos de recibimiento de los excarcelados, el único momento de tregua entre las candidaturas de ERC y de JxCat, que mantienen una apretada competición por ser el partido hegemónico del bloque independentista el día 21 de diciembre.

Tanto es así que no han sido capaces de llegar a un consenso para incluir una serie de puntos de mínimos en sus programas, aunque en las vísperas de la campaña era un gesto que se daba por hecho. Aunque entre las formaciones tratan de minimizar sus diferencias porque no pueden permitirse desmovilizar ni a uno solo de sus votantes, la controversia tiene que ver con los planes de investidura de cada uno de ellos. Mientras ERC asegura que su candidato a la presidencia es Junqueras o, si se encuentra en prisión, Marta Rovira, desde JxCat consideran que la única opción es “restituir al president legítimo”, esto es, reelegir a Puigdemont.

Pero, pese a la retirada de la euroorden en su contra, que Puigdemont ha interpretado en claro tono de victoria, el futuro del president cesado sigue muy pendiente de los tribunales españoles. En primer lugar, porque Puigdemont no puede poner un pie en España sin que le detengan, tras lo que su encierro en prisión se da, en las actuales circunstancias, por descontado. Eso no implica que no pueda convertirse en diputado si resulta elegido, ya que la recogida del acta del Parlament puede delegarse.

Ahora bien, si quiere evitar la detención deberá convertirse en diputado ausente, con todo lo que ello implica. En primer lugar, no podría ser investido president aunque tuviera los votos de la mayoría de la Cámara, ya que para esto sí que necesita estar presente en la sensión plenaria del Parlament. Y, en segundo lugar, tampoco podría delegar el voto, pudiendo dificultar llegado el caso la conformación de una mayoría independentista en la nueva Cámara.

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