ANÁLISIS

Junts, radiografía de un partido errante

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Si hay un partido con una vida interna especialmente intensa es Junts. En su manifiesto fundacional apuesta “por dejar de lado tensiones, ruidos y desorientación” aunque ese objetivo es algo que de momento no ha pasado de propósito. La transversalidad de esta formación, que puede ser también interpretada a veces como la falta de una definición ideológica, dificulta el día a día en el partido. Todos los dirigentes tienen claro que la aspiración compartida es la independencia de Catalunya pero, como ha evidenciado el episodio protagonizado por Laura Borràs con la retirada del escaño del diputado de la CUP Pau Juvillà, los discursos no siempre coinciden con las actuaciones. La gestión es mucho más compleja que las proclamas sobre la desobediencia.  

Carles Puigdemont es el presidente del partido pero la distancia no es solo física. Nunca ha sido un político al que haya interesado la vida orgánica y, como recordaba hace unos días ante la asamblea de representantes del Consell de la República, su cargo en Junts no comporta funciones ejecutivas. “No participo en las deliberaciones de la ejecutiva, ni del consejo nacional ni de ningún órgano de decisión”, subrayó. Otra cosa es que el ascendente que ejerce entre los suyos es evidente. Lo hace tanto con las conversaciones privadas como con sus intervenciones públicas y también a través de sus silencios. 

Puigdemont ha hablado para expresar en más de una ocasión su nula confianza en que la vía iniciada por ERC para buscar una salida dialogada al conflicto catalán fructifique. También ha expresado su malestar por la posibilidad de que se pueda utilizar su nombre como moneda de cambio en una negociación con el Gobierno de Pedro Sánchez. “Nuestro retorno debe basarse en una victoria de los derechos fundamentales, no en un pacto político de un Gobierno que se quiera sacar de encima una evidente incomodidad. Nuestro regreso no pasa por ninguna solución personal, pasa por una solución política”, destacó en lo que pretendía ser un toque de atención a ERC después de que el president, Pere Aragonès, reclamase la retirada de todas las causas abiertas contra los dirigentes que están en Bruselas y Ginebra. Aragonès le había llamado por teléfono para intentar que la bronca desatada por su comentario no se convirtiese en un nuevo incendio con Junts.

Uno de los interrogantes que Puigdemont no ha despejado es si quiere seguir como presidente de Junts, más allá de que sea compatible con presidir el Consell de la República. El expresident es el nombre que aglutina a corrientes muy distintas, en algunos casos enfrentadas y donde los personalismos también influyen. El secretario general, Jordi Sànchez, cada vez sufre una mayor contestación interna. Ocupa el cargo porque lo quiso Puigdemont. Los descontentos con Sànchez ironizan afirmando que el expresident es el mejor líder que se puede tener y el peor jefe de personal. El secretario general mantiene una buena relación con Jaume Giró, el recién llegado que más puntos está ganando dentro y fuera pero que no tiene ni carnet del partido (no ha puesto fecha a su afiliación pero ya ha explicado públicamente que en un acto de honestidad política se dará de alta en Junts). Pero más allá de Giró, tiene pocos nombres de peso que hablen bien de su gestión.

El sector que lidera el exconseller Jordi Turull está enfrentado a Sànchez y su mala relación se ha evidenciado en más de una intervención en las reuniones de la dirección. Turull tiene ascendente entre una parte del Govern y afines repartidos en cargos de distintas conselleries. Algunos dirigentes del partido afirman que si Puigdemont decide dar un paso al lado en el partido se abrirá definitivamente la caja de los truenos para el control del partido y las maniobras para desplazar a Sànchez de la secretaría general.

Otro de los sectores, más prudente siempre en sus movimientos, es el que encabeza el también exconseller Josep Rull. Las relaciones entre la portavoz, Elsa Artadi, y Sànchez también son más que mejorables. Y finalmente, pero no menos importante, es el papel que juega el núcleo que tiene como referente a Laura Borràs. Sería el más próximo a lo que se identificó con el ‘torrismo’ (si es que el expresident llegó a tener corriente propia) y que ve en la presidenta del Parlament a la líder que puede acabar llevando las riendas de Junts. 

El silencio de los dirigentes del partido respecto a la actuación de Borràs en la polémica por el escaño de Juvillà ha sido toda una declaración. Solo Artadi, en tanto que portavoz, expresó el apoyo del partido. Lo hizo en una intervención que levantó ampollas en ERC por haber insistido en que Borràs no actuaba como lo hizo la pasada legislatura Roger Torrent. 

En una formación abonada a los tuits y las proclamas en las redes, solo los más próximos a Borràs se posicionaron claramente y de manera reiterada. La presidenta del Parlament estuvo el viernes pasado en Waterloo y este miércoles, cuando los periodistas preguntaron al expresident por la actuación de Borràs, este se limitó a contestar que se remitía a la portavoz, Elsa Artadi.

Todavía no hay fecha pero la previsión es que Junts celebre un congreso antes del verano. La cúpula actual está pendiente de saber si Puigdemont decide seguir en la presidencia o no. Si opta por dejarla para dedicarse al Consell de la República, el organismo que considera más útil para defender los intereses del independentismo y ganar apoyos internacionales, arreciarán las presiones para que haya cambios en la dirección y eso incluye el cargo de secretario general.    

La ponencia política de los estatutos de Junts establece que la estrategia del partido pasa por “un desgaste del poder del Estado en Catalunya desde todos los niveles institucionales”. Sin querer contradecir esa táctica, algunos dirigentes consideran que la formación también debe hacerse valer en ámbitos donde la antigua Convergència había sido influyente, en especial en los sectores económicos, restableciendo las dañadas relaciones con ámbitos empresariales. También existen dudas sobre si hay que seguir dejando a ERC todo el protagonismo en el Congreso de los Diputados cuando se trate de medidas que no estén directamente relacionadas con el autogobierno. 

El riesgo de dar pasos hacia un mayor pragmatismo es que estos deben calcularse bien. El vicepresidente, Jordi Puigneró, que no acaba de ejercer como hombre fuerte del partido en el Govern, lo está intentando con medidas que no siempre han salido bien, como es el caso de la ampliación del aeropuerto de El Prat, pactada por Junts a espaldas de ERC. También Giró ha dado muestras al aprobar los Presupuestos gracias a los comuns tras el portazo de la CUP. Pero el partido de Puigdemont sabe que mantiene cohesionado a su electorado precisamente por los mensajes de confrontación. De ahí sus críticas a la mesa de diálogo (en punto muerto, como reconocen también en ERC).  

Además, incluso los dirigentes más alejados de Borràs son conscientes de que la presidenta del Parlament es la que más agrada a los sectores del independentismo que podrían calificarse de esencialistas. Es en esa estrategia donde ella se mueve mejor y de ahí que acciones como la de desafiar al propio Govern asistiendo durante unos minutos a una manifestación que Interior había prohibido le permiten mantenerse como la preferida a ojos de muchos votantes de Junts. Que acabe siendo o no la candidata en las próximas elecciones no dependerá solo de ella. El proceso judicial que tiene pendiente, los adversarios que pueda encontrarse en el camino y un posible retorno de Puigdemont si triunfa su estrategia jurídica son elementos determinantes para su futuro y el del partido.