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ENTREVISTA Periodista, exdirector de 'La Vanguardia'

Màrius Carol: “La derecha fue la primera en intentar moverle la silla al rey Juan Carlos”

Màrius Carol, en su despacho de la sede del Grupo Godó.

Neus Tomàs

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Hubo un tiempo en Barcelona en que para subrayar la importancia del diario de la familia Godó se decía aquello de 'en la puerta hay un grupo de periodistas y un señor de 'La Vanguardia'. Este rotativo celebra su 140 aniversario, y Màrius Carol, el que fuera su director entre 2013 y 2020, ha recopilado su experiencia al frente del diario en uno de los periodos políticos más convulsos que ha vivido Catalunya. 2.190 días en los que pasó de todo, desde una declaración unilateral de independencia que duró segundos a la abdicación de Juan Carlos I. Hubo jornadas complicadas, pero él es de los que hace suya la frase de Gabriel García Márquez y piensa que aunque se sufra como un perro, no hay un oficio mejor que el periodismo.

Carol nos recibe en su despacho de la planta 17, la más noble del Grupo Godó. El calificativo no es exagerado. El tiempo que estuvo en la redacción era de los que dejaba la puerta abierta. Los directores se diferencian entre los que se encierran y los que saben que es mejor no hacerlo. Uno de sus propósitos al frente de 'La Vanguardia' fue situarla en el carril central, algo que no era fácil ni entonces ni ahora. En 'El camarote del capitán' (Ediciones Destino), rememora algunas de sus conversaciones con Pedro Sánchez, Soraya Sáenz de Santamaría u Oriol Junqueras, entre otros políticos, y relata cómo vivieron en el periódico algunos de los días especialmente complicados, entre ellos el referéndum del 1 de octubre y el posterior discurso de Felipe VI.     

Defiende que los diarios no solo deben relatar qué pasa sino aclarar qué pasa. ¿Cree que durante el procés uno de los errores que se cometieron es que hubo diarios y periodistas que a menudo parecía que explicaban lo que querían que pasase, y no me refiero a las secciones de opinión o editoriales sino a la información? 

Gaziel decía que un diario debe ser espejo y foco, espejo para reflejar la realidad y foco para poner el acento en aquello que hay que denunciar o incentivar. 'La Vanguardia' ha intentado reflejar lo que es la sociedad catalana. Esto es una ventaja pero también un inconveniente. En el 2017 me llegaban cartas de gente que se quería dar de baja porque el diario no había hecho su misma evolución, de lectores que se habían hecho independentistas pero su diario no lo era. Lo veían como una anomalía. En el otro lado, había otros lectores que consideraban que acompañábamos al independentismo. Cuando eran cartas educadas y además podía salvar una suscripción les contestaba y les explicaba que 'La Vanguardia' representaba la centralidad del país y un diario lo suficientemente plural. Hemos intentado ser un espacio de encuentro. Uno de los problemas que tiene hoy Catalunya es que no es que no haya puentes, es que no hay ni caminos cerca del acantilado. 

En esos meses tan convulsos que ahora citaba, 'La Vanguardia' e incluso usted como director jugaron un papel casi de mediador.

Ítalo Calvino escribe que toda historia es una catástrofe infinita de la que hay que salir de la mejor manera posible. El editor, yo y tantos otros veíamos que la situación iba a explosionar. Lo que intentábamos era ayudar. Una cosa es ayudar y otra es encontrarte tirando la moneda para que caiga de un lado u otro, cosa que no nos corresponde. Cuando el jefe de prensa del president Puigdemont, Pere Martí, con quien tenía una buena relación, me dice 'Màrius, esto va muy mal, tendrías que llamar a Rajoy para que no aplique el 155', yo lo que le comento es que Rajoy no lo aplicará o dejará de hacerlo por lo que le diga el director de 'La Vanguardia', pero que por lo que he hablado con él hasta ese momento, si le llama el presidente de la Generalitat eso se puede parar e ir a las elecciones, que es lo que quería el diario.

Yo no quiero quedar como una persona que interfirió de una manera u otra en un momento clave de la historia. Soy un periodista, quiero explicar qué está pasando, si puedo ayudar lo haré, pero no he venido aquí a poner orden en el país. Son los políticos los que deben ordenarlo. Se ha producido un exceso de emotividad que ha hecho que la Ilustración no triunfase.

Recuerda como en 'El hombre que mató a Liberty Valance', Edmond O'Brien dice aquello de 'yo soy periodista, no político; los políticos son los que me dan trabajo'. ¿Uno de los problemas tanto en Catalunya como en Madrid es que hay periodistas que hacen de políticos?  

España se ha convertido en una gran tertulia. Los políticos quieren participar en las tertulias, los expolíticos para redondear un sueldo también se han apuntado y hay periodistas que en vez de analizar la realidad intentar decir lo que hay que hacer. Al final se produce un punto de caos que hace que la imagen que llega al espectador es que este país es una olla de grillos. No hace falta refundar España pero seguramente sí que habría que repensarla. Ir a las cosas, como decía Ortega. Que en un momento como este nos estemos tirando la pandemia a la cabeza me parece inmoral. 

España se ha convertido en una gran tertulia. Los políticos quieren participar en ellas, los expolíticos para redondear un sueldo también se han apuntado y hay periodistas que en vez de analizar la realidad intentar decir lo que hay que hacer

¿Cómo se puede combatir informativamente?

Hay que tener en cuenta que el buen periodismo es caro. Durante muchos años lo hemos regalado, cuando para hacer un periodismo de calidad necesitas buenos especialistas, gente con fuentes, que pueda viajar, periodistas con buenos equipos... Hay periodistas que tienen credibilidad. Lo que pasa es que al lado de esto te sale Miguel Bosé, que como haga una tercera entrega acabará diciendo que ha sido abducido por un marciano.

¿La entrevista a Miguel Bosé fue un error?

Tiene interés desde el momento que es un personaje público que hace mucho tiempo que no habla. El primer capítulo, en el que desvela sus fantasmas, es el más interesante. Lo que piense sobre las vacunas no solo no me interesa sino que no sé si tiene sentido. Pero como Jordi Évole es uno de los periodistas más listos que hay en la televisión lo sabe llevar al camino que él quiere. Mi conclusión es que Bosé es un juguete roto. 

En el libro cita a Ben Bradlee y cómo él considera que tal vez no siempre hizo bien su trabajo en el 'Washington Post' por su amistad con los Kennedy. ¿Un periodista puede ser amigo de un político?

Sí, pero hay que ir con cautelas. Todos nos hemos encontrado en que hay un momento en que tienes una información que no puedes publicar y eso es lo más antiperiodístico que puede pasar. Nosotros antes que periodistas somos ciudadanos y hay momentos en la vida en los que tienes una información que te quema en las manos. En el libro cuento que yo me entero que en el mes de enero del 2017 se han visto Rajoy y Puigdemont. Lo sé por una indiscreción y durante dos semanas estoy sufriendo para ver cómo puedo hacerlo para dar una noticia tan importante pero sin dejar mal a mi fuente. 

Al final se acabó publicando.

Sí, porque yo recurrí a todos los mecanismos. A Enric Millo casi se le escapa en la televisión y utilizo esto para apretar a Soraya Sáenz de Santamaría. Ella me contesta que no me dirá ni que sí ni que no y que lo que tengo que hacer es hablar con Rajoy. Una serie de circunstancias me llevan a poder decir que lo damos y es lo que hacemos. 

En más de una ocasión habla bastante bien de Soraya Sáenz de Santamaría, pero se ha comentado que como vicepresidenta intentó forzar el relevo de periodistas que consideraba incómodos, tanto en Madrid como en medios de Barcelona.

Yo la había tratado antes de estar en el Gobierno. Aprovecho que tenemos un amigo común para conocerla. Habíamos seguido en contacto y cuando la nombran vicepresidenta nos comprometemos a mantener una línea abierta. Mi teoría es que el diálogo con Catalunya se complica mucho porque dentro del PP hay dos estrategias distintas: la de Cospedal y la de ella. Si a Sáenz de Santamaría le salía bien la llamada 'Operación diálogo' podía ser la sucesora de Rajoy y por eso Cospedal tiene todo el interés del mundo en que no funcione. La 'Operación diálogo', con aquel acto en el Palacio de Congresos, implicando a empresarios y medios de referencia, anunciando inversiones que incluso llevaron a 'El Periódico' a titular 'Lluvia de millones', que seguro que no fue muy acertado, duró apenas 15 días. En los Presupuestos no es que no hubiera una lluvia de millones, es que no era ni chirimiri. Intuyo que lo que pasó es que ganó la línea dura. 

Al principio de la entrevista citaba a Gaziel. En el libro recurre también a él para recordar el día que usted le preguntó a Oriol Junqueras por qué cada vez que la historia ha puesto a ERC en una encrucijada, ha escogido el camino equivocado. ¿Cree que se equivoca ahora negociando de nuevo un Govern con Junts?

Lo que no acabo de entender es que sabiendo que la relación personal entre Lledoners y Waterloo es pésima, que esta última legislatura ha sido absolutamente fallida, que han funcionado como dos gobiernos y además uno hablando mal del otro, sabiendo todo eso, que ERC no tenga un plan b para dejarse una puerta abierta me parece una pésima estrategia. Podría haberle dicho al PSC que no quería gobernar con ellos pero que podría aceptar su apoyo a cambio de un miniprograma que les permitiese a los socialistas darle la abstención y así gobernar en solitario o con los 'comuns'. Hay muchas fórmulas pero han decidido que tienen que entenderse dos personas que no pueden entenderse.  

En uno de los capítulos recuerda a Tarradellas y subraya su inteligencia política. ¿Hay algún político actualmente que destaque por esta cualidad?

Hoy lo importante no es ser un buen político sino tener un buen 'spin doctor'.

¿Eso es bueno o malo?

A los 'spin doctors' no los escoges y a los políticos, sí. El problema es que detrás de un 'spin doctor' no hay nunca un estadista. No están pensando en la generación siguiente sino en la semana o el mes siguiente. También en el caso de los independentistas. A mis amigos que lo son siempre les digo que no tienen que renunciar a nada, pero les pido que no se carguen a esta generación. Nos hemos quedado sin las sedes de las multinacionales y los grandes consejos de administración se hacen en Madrid o València. Mi temor es que al final nos pase como al Quebec, donde el mundo empresarial les dijo que entendía que hubiese un problema político pero que lo que necesitaba era seguridad jurídica, no estar todo el día pendiente de si volverán o no a hacerlo. El partido québécois bajó cuando el PIB empezó a perder puntos y la gente se sintió más pobre.

A los 'spin doctors' no los escoges y a los políticos, sí. El problema es que detrás de un 'spin doctor' no hay nunca un estadista

Lo que pasa es que el tacticismo no es exclusivo del movimiento independentista. Solo hace falta fijarse en la precampaña madrileña.  

Cierto, lo que pasa es que aquí tenemos este problema adicional. Catalunya se está empobreciendo. No es nada irrecuperable, pero, por ejemplo, el salario de un ejecutivo en Madrid es hoy más alto que en Barcelona. Hay industrias como la farmacéutica, la química, la agroalimentaria o el sector del automóvil importantes y estamos dedicando a la investigación un presupuesto ridículo. 

Jorge Fernández Díaz intentó que su antecesor al frente del diario, José Antich, siguiese en el cargo y a la vez es el primero que le avisa de que Carles Puigdemont será el presidente de la Generalitat. ¿Qué opinión tiene del exministro del Interior?

Me parece que es un hombre de fe y que estaba convencido de que podía arreglar lo de Catalunya pero se perdió en ese intento. Buscó las cosquillas más que las soluciones. Hay dos personas que llaman al conde de Godó para decirle que se equivocaba con mi nombramiento, pero no porque fueran contra mi sino porque querían que Antich continuara. Uno es Fernández Díaz, que lo entiendo porque era amigo personal de Antich, y el otro es Artur Mas. Cuando los políticos dicen quién debe ser el director de un periódico no hacen el mejor servicio ni al periodismo ni a la política.

¿Informar de la casa del rey en 'La Vanguardia', cuya propiedad recae en un grande de España, obliga a ir con más cuidado que en otros medios?

En 1993 me nombraron corresponsal de la casa real para 'La Vanguardia'. El primer viaje fue importante porque el rey trasladó a Israel un mensaje de España y de la Unión Europea. En aquella época, como periodista, miraba la institución y pensaba que era útil. Ser monárquico es una cosa muy rara porque es una institución que tiene mística pero también un punto de irracionalidad. El respeto que la institución tenía en la segunda mitad de los 90 era muy grande y seguramente hubo una cierta voluntad de protegerla. Pero quiero recordar que la derecha fue la primera en intentar moverle la silla al rey. La derecha creía que Juan Carlos I se entendía demasiado bien con Felipe González y le apoyaba en un momento, el año 93, en que pensaba que ganaría las elecciones. Hasta el punto de que personajes de la derecha madrileña impulsan una conspiración republicana. Y algunos periodistas de ese círculo intrigaban más que conspiraban. 

¿Le sorprende todo lo que después se ha sabido del rey?

Dejé la corresponsalía de la casa real en el año 2000. En mi etapa fueron saliendo cosas, pero nada era muy relevante. Antes de que el entonces príncipe Felipe se casara hice un pequeño libro, 'Condición de príncipe', en el que dije que uno de los principales problemas de la monarquía en España era su falta de transparencia. Con la monarquía británica sabes las botellas de Borgoña que se beben en el palacio de Buckingham, y aquí todo estaba escondido. En los últimos años se ha hecho un esfuerzo de transparencia, pero el propio presupuesto de la casa real sigue siendo pequeño porque no le suman las partidas que vienen de otros ministerios. 

Yo no hice grandes críticas, pero sí expliqué lo que pasaba y lamenté la falta de transparencia porque me pareció el mejor servicio a la institución. Lo que no hice fue mirar si el rey tenía o dejaba de tener novias porque consideré que no era parte de mi trabajo. La gran historia de Corinna, la que arruina el último capítulo de la vida del rey, es de 2004 y yo ya hacía cuatro años que no cubría casa real. Una vida es un periodo muy largo, pero el último capítulo tanto del rey como de Pujol es horrible. ¿Le quita méritos a la primera parte? Petrarca decía que un buen morir justifica toda una vida, pero no dice si un mal final compensa lo de antes. Hay un punto de tragedia en los dos personajes. Pujol es un hombre que quería pasar a la historia. Yo he conversado con él, sin ser cercano, y Pujol estaba ansioso por saber qué diría de él la historia, mientras que el rey estaba convencido de que formaría parte de la historia.

Parte de la historia formará, pero no como él quería.

¿Formará parte de la historia como el hombre que llevó la democracia a España o como el hombre que puso en peligro la institución con su conducta personal? Son dos personas que he conocido y me hubiera gustado que las cosas hubieran ido de otra manera. 

En el libro también habla del discurso del rey Felipe VI del 3 de octubre.

Rajoy no tenía ningún interés en que el rey interviniera, seguramente porque había un exceso de protección sobre la figura del rey y pensó que sería un lío y que el Gobierno ya había hecho lo que tenía que hacer. Aunque también es comprensible que como hubo un desafío al Estado, y quien representa al Estado es el rey, él quería que el día de mañana los historiadores no explicasen que no tuvo nada que decir. Pero el discurso sí hubiera podido ser más empático, y eso condicionó muchas cosas. 

¿Podrá Felipe VI mejorar su imagen en Catalunya?

Él sabe que será largo y que costará. Le tendría que ayudar la política porque al final el rey tiene el margen de maniobra que tiene. Pero se podría dar un momento en que el rey podría tener algún papel a jugar. Falta que él tenga ganas, que le dejen y que las circunstancias sean las favorables. El rey es plenamente consciente de que en Catalunya tiene un problema que va más allá de los independentistas. A una parte de los no independentistas no les terminó de gustar su discurso. 

El rey es plenamente consciente de que en Catalunya tiene un problema que va más allá de los independentistas

El periodismo madrileño dedica a menudo portadas y temas que no aparecen en la prensa del resto de España. ¿Vive en un ecosistema propio demasiado alejado, como a veces también ha ocurrido con el periodismo catalán?

Las dos grandes capitales españolas viven en burbujas distintas. Tampoco allí entienden muchas cosas que decimos aquí. Pero es cierto que a veces lees la prensa de Madrid y piensas que es la prensa de otro mundo. A veces entiendo más las portadas de 'Le Figaro' que las de la prensa de Madrid. En una comida en 2002 en Moncloa Aznar se preguntaba por qué Barcelona quería ser la segunda capital de España si ya estaba Madrid.

Madrid es España, ya lo dice Isabel Díaz Ayuso.

Aquí hay no solo una teoría sino un proyecto político alrededor de Madrid. Aznar quiso poner a España en el mundo yendo de la mano de EE. UU. y ser su socio imprescindible en el Mediterráneo. Tuvo la mala suerte de que enfrente estaba Bush, pero como idea fue interesante. Y por otro lado Aznar quiso convertir Madrid en una gran metrópoli muy conectada con Latinoamérica. Parecía que estos dos proyectos se tenían que construir en contra de Barcelona, y el lío que hemos tenido aquí les ha venido muy bien para hacerse con parte del tejido empresarial catalán.

Me gustaría que Catalunya fuera capaz de aprovechar una circunstancia favorable para rehacerse. No volverán las empresas si no hay seguridad, un pacto político y un Gobierno de Madrid que lo ponga fácil. Aquí lo podemos complicar todo mucho pero ni nos hará mejores, ni más independientes ni más ricos. Antes de que la realidad se imponga los políticos tendrían que entender que lo primero que hay que hacer es generar más riqueza. Barcelona tiene un problema de liderazgo brutal.

¿Habla de Ada Colau?

Hablo de Ada Colau pero podría hablar de Jaume Collboni. Barcelona no sabe qué quiere ser de mayor. No tiene un gran proyecto de ciudad. No hace falta inventarnos más Juegos Olímpicos o Fórums, pero sí ser la capital de algún elemento importante y que Barcelona defina qué papel quiere jugar en la historia. No obtener la Agencia Europea del Medicamento fue una pena, porque entonces Catalunya acababa de implosionar, pero hubiera podido aglutinar la investigación, las farmacéuticas y ser un salto brutal para la Universidad. Barcelona tiene el problema de que no es una capital pero a la vez no tener los corsés de una capital le ha permitido dar grandes saltos hacia delante. Ahora no. ¡Si hemos sido incapaces de hacer un proyecto para la Rambla, ya no para Barcelona, para la Rambla! Hemos abandonado la calle más conocida del planeta porque no sabemos qué hacer con ella.

¿Cuál ha sido el mejor director que ha tenido?

He tenido buenos directores pero me gustaría resaltar al que me ayudó a ser periodista: Antonio Franco. Era un 'bulldozer', además de su aspecto de 'quarterback' era un director que hacía trabajar a la gente, venía, te daba dos hostias en la espalda y te decía 'venga, vamos a salvar el mundo'. Me enseñó lo que era el periodismo y lo que era arremangarse.

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