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El síndrome de Down y la ilusión contagiosa por trabajar

Una trabajadora empleada en una gran multinacional de la restauración  Foto: Aura Fundació

Víctor Saura

Barcelona —

En Catalunya hay un total de 4.058 personas con síndrome de Down, de las que aproximadamente la mitad, 2.125 personas, tienen entre 20 y 44 años, y por lo tanto están en edad de trabajar, según datos del departamento de Benestar Social i Família recogidas por Down Catalunya. Parece que ya no tenga que ser noticia que una persona con trisomía 21 encuentre trabajo, pero la realidad es que todavía son relativamente pocas las que tienen una ocupación retribuida, bien sea en una empresa ordinaria o en un Centro Especial de Trabajo. La mayor parte se encuentran todavía en lo que antes se llamaban talleres ocupacionales y ahora Servicios Terapéuticos Ocupacionales (STO).

Mañana, 21 de marzo, se celebra el Día Mundial del Síndrome de Down, por lo que es un buen momento para analizar esta cuestión. “Si bien la inserción laboral ha crecido mucho en los últimos años, aunque la mayor parte están atendidos en STO”, asegura Gloria Canales, directora de Aura Fundació, la entidad pionera en Catalunya en la inserción laboral de las personas con síndrome de Down a través de la metodología de empleo con apoyo. Aura celebró el año pasado los 25 años desde su constitución, en los que ha firmado más de 200 contratos laborales. Varias de las personas con síndrome de Down que reciben el apoyo de Aura llevan más de 20 años en la misma empresa, y en concreto hay siete que llevan tantos años como tiene la misma entidad, 26.

Otras entidades, como la Fundació Catalana Síndrome de Down, la Fundació Astrid 21 de Girona, Down Lleida, Andi-Down Sabadell o Down Tarragona, realizan también esta tarea de apoyo a la inserción en el mercado laboral ordinario, si bien entre todas ellas la cifra de personas ocupadas con síndrome de Down no debe superar las 300 personas, estiman desde Down Catalunya, la coordinadora que agrupa a muchas de estas entidades. La mayor parte son trabajos de media jornada.

Ilusión por trabajar

Los trabajadores con síndrome de Down en empresas ordinarias hacen sobre todo tareas de auxiliares, “tan necesarias para la empresa como cualquier otra”, puntualiza Canals. Muchos son auxiliares administrativos, en recepciones o servicios generales. También hay una buena parte en el sector de la restauración (camareros) o del comercio (reponedores). En el caso de Aura, no todo han sido casos de éxito, pero casi. “Los empresarios lo que valoran más es que son personas que tienen ilusión por trabajar, esto es muy positivo para el ambiente de trabajo de la empresa, porque es una ilusión contagiosa”, señala Canals.

Lo más importante para que la experiencia funcione es que “sea un trabajo real, es decir, que hagan un trabajo que sea útil para la empresa, y que este trabajo esté pensado a la medida de sus posibilidades, ni por encima ni por debajo, al igual que ocurre con la mayoría de personas”, añade la directora de Aura. Otro factor importante para una inserción exitosa depende de la misma personalidad del chico o chica, debe estar emocionalmente preparado, sea responsable y autónomo y cumpla con las tareas que se le encomienden.

La relación de confianza entre la empresa y la entidad que da el soporte es otro factor esencial, asegura Dolors Pallàs, presidenta de Andi-Down Sabadell, entidad que comenzó a ofrecer el servicio de trabajo en apoyo hace pocos años, y que actualmente tiene una decena de jóvenes trabajando con contrato laboral y una veintena haciendo prácticas en alguna empresa. “Cuesta encontrar empresas, pero las experiencias que tenemos hasta ahora son muy positivas”, afirma Pallàs.

Incumplir la ley sale barato

En teoría, desde la aprobación a principios de los años 80 de la Lismi (Ley de Integración Social del Minusválido), las empresas deben reservar un 2% de su presupuesto en personal a contratar personas con discapacidad, si bien esta cuota es poco útil para las personas con discapacidad intelectual, que no pueden competir en productividad con las que tienen una discapacidad física o sensorial. Y aún así hay todavía empresas que incumplen la Lismi, ya que la eventual multa por hacerlo sale mucho más barata que el salario mínimo anual de un trabajador, que es lo que suele cobrar una persona con discapacidad.

Para Canals, “la multa por incumplir la ley es ridícula, por eso nuestra experiencia es que el empresario que quiere contratar a un chico con síndrome de Down no lo hace porque esté obligado por la legislación, sino porque quiere hacerlo, porque tiene conciencia social, y no hay ninguno que se haya arrepentido, al contrario”.

Pallàs confirma esta percepción: “Lo que está claro es que ningún empresario contrata por las supuestas subvenciones que recibe, ya que son muy pequeñas y al final a veces ni llegan; lo hacen los que tienen un punto de sensibilidad, sin embargo es muy difícil que los convenzas. De hecho, a nosotros en algún caso nos han venido a pedir chicos”.

Un problema aún irresuelto es la jubilación. Incluso los que han trabajado en empresas ordinarias no suelen haber cotizado el mínimo de tiempo para acceder a una pensión, su vida laboral es más corta y cuando se acaba su única fuente de ingresos son las ayudas sociales.

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