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Entrevista Activista rusa perseguida

Svetlana Sokova, activista online perseguida por el Kremlin: “Putin odia la verdad y mata a quienes la dicen”

Svetlana Sokova, activista rusa perseguida por el Kremlin

Sandra Vicente

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Svetlana Sokova jamás pensó que huiría de San Petersburgo para acabar exiliada en Segur de Calafell (Tarragona) con acusaciones por terrorismo, extremismo e incitación a la violencia a sus espaldas. Todo empezó con la compra de un piso en Rusia que una jueza anuló, argumentando que era una adquisición fraudulenta, después de haber sido sobornada por la esposa del propietario. Sokova lo explicó todo en Youtube, convirtiéndose en viral, y acabó descubriendo que no era la única a quien le había pasado. Las redes fueron su altavoz y se tornó la cara visible de centenares de casos como el suyo.

El resultado han sido más de 20.000 seguidores en Youtube y 80.000 en TikTok. Pero el Kremlin no reaccionó bien a las críticas y le ha cerrado las cuentas en repetidas ocasiones. Los equipos jurídicos de Youtube pidieron a Sokova, a través de unos mails a los que ha tenido acceso elDiario.es, que retirara sus vídeos a petición del Roskomnandzor, la agencia de censura rusa. Pero ella no lo ha hecho y sigue con una denuncia que le ha valido presiones que, según afirma, se han recrudecido desde la invasión de Ucrania.

¿Cómo es que una jueza le quitó un piso que había comprado?

En 2017 mi marido, mis dos hijos y yo vivíamos en una habitación de Sant Petersburgo y estábamos ahorrando para independizarnos. Gracias al dinero que nos prestó nuestra familia, compramos un piso. Pero en tres meses, nos llegó una orden judicial diciéndonos que el piso no nos pertenecía. Resultó que la mujer del propietario, que murió poco después de la venta, había reclamado el piso. El padrastro de mi marido nos representó como abogado y un día se encontró con la jueza en los pasillos: le dijo que para que nos devolvieran el piso, teníamos que pagar más dinero que el que le había dado aquella mujer. No lo hicimos, porque no quisimos pagar dos veces por el mismo piso y porque tampoco teníamos más dinero.

¿Aquí es donde comienza su carrera como influencer?

Expliqué nuestro caso en Youtube. Mucha gente me empezó a escribir para explicarme casos de corrupción parecidos que les habían sucedido y no dejé jamás de darles voz, a pesar de las amenazas que recibía.

¿Quién la amenazaba y cómo?

Venían a nuestra casa, nos decían que la quemarían con nosotros dentro, nos amenazaban de muerte. Eran personas de paisano y, a veces, policías que seguramente se quedaron una parte del soborno. La cosa se empezó a poner muy peligrosa y comenzamos a tener miedo de verdad así que, como mi marido había estado en España hacía poco y tenía el visado abierto, decidimos aprovecharlo para salir de Rusia hasta que las cosas se calmaran. Al día siguiente de llegar, nos llamó un amigo para contarnos que alguien había entrado en nuestro piso y se lo había llevado todo. Vimos que lo tendríamos muy difícil para poder volver.

Usted ha seguido publicando en redes sociales. ¿Han seguido también las amenazas?

Sí. Es imposible vivir así: nos envían correos electrónicos, me atacan por redes sociales e, incluso, han encontrado mi teléfono español. Nos amenazan de muerte. Vivimos con miedo y estrés constante. Cuando escuchamos un coche que se acerca, nos asustamos. Mi marido tiene siempre una herramienta pesada al lado de la cama, por si acaso, para protegernos. Putin ya ha matado a muchos activistas, políticos y periodistas disidentes.

¿Cree que estas amenazas podrían cumplirse, a pesar de estar en España?

Putin tiene las manos muy largas y puede llegar aquí. Hay muchos casos de gente muerta en el extranjero. Putin odia la verdad y mata a quienes la dicen. Ha envenenado al pueblo ruso con tantas mentiras, que ahora viven engañados y aterrorizados a partes iguales.

Sus vídeos le han valido acusaciones de terrorismo, extremismo, incitación a la violencia y al cambio de régimen.

Siguen muy de cerca todas mis redes sociales. Cada vez que publico algo, añaden más cosas al caso. Mi abogado me dice que, si vuelvo a Rusia, tengo la cadena perpetua asegurada. Pero yo sigo hablando, es mi deber hablar, porque nos están matando. Cada día meten a gente en la cárcel por decir la verdad y, mientras viva, no callaré.

¿Sobre qué habla en sus vídeos?

Sigo denunciando casos de corrupción y también llamo al pueblo ruso a derrocar el gobierno mediante la insurrección. Si hace falta, armada.

A partir de la entrada en vigor de la ley de medios se le cierran los canales y cuentas de redes sociales por difundir “material prohibido” e “información no deseable”, según los mails de aviso que ha recibido.

La cuenta de Youtube me la han cerrado 5 veces y la de TikTok, 10. De hecho, mis vídeos de TikTok no se ven en Rusia. En Instagram estoy bloqueada por completo, igual que en Vkontakte [la versión rusa de Facebook]. La cuenta de Youtube me la bloquearon también, pero después de una entrevista que di en Bloomberg, me la devolvieron.

¿Ha notado que las amenazas o la censura se recrudecieran cuando empezó la guerra de Ucrania?

Sí. Para empezar, las acusaciones de extremismo e incitación al cambio de régimen llegan cuando ya ha empezado la invasión. Pero la de la censura es una historia que viene de largo: en 2006 cerraron los últimos canales libres de televisión. Ahora, lo que queda y que está pagado por nuestros impuestos, es mera propaganda. La consecuencia es que la gente se cree todo lo que les cuentan y, por ejemplo, asumen que si Rusia no hubiera invadido Ucrania, Ucrania hubiera invadido Rusia.

Si apagas la tele y miras por la ventana, verás gente buscando comida en la basura y monederos y neveras vacías. Eso debería contrarrestar la propaganda, pero todos los monstruos tienen seguidores, hasta Putin. Y ha llegado a un punto en que hay madres que han denunciado a sus propios hijos por no querer ir a la guerra. El pueblo está engañado y hace cosas que no siempre están bien, pero eso no justifica la rusofobia.

¿Usted ha notado rusofobia?

Cualquier país tiene una actitud diferente con los rusos ahora. La gente nos culpa por haber elegido a Putin y apoyarle, pero quiero que todo el mundo entienda que jamás le hemos elegido, simplemente es que no hemos tenido opción. Nuestras elecciones son una farsa y a eso se suma que la gente sin recursos está dispuesta a votar a quien le digan. No es gente mala, es gente engañada. Putin ha llegado al poder gracias al miedo y no se puede culpar a su pueblo, porque vive en un estado de terror. Cuando empezó la guerra, miles de personas salieron a la calle y acabaron todas entre rejas. Yo amo a mi país, pero odio el régimen que ha tomado el poder. No puedo volver, porque si vuelvo, me matarán.

¿Ha pedido asilo político en España?

Pensábamos que volveríamos a casa rápido, pero viendo cómo iba derivando todo lo pedí hace un año y medio, gracias al asesoramiento de la Cruz Roja. Me siento muy aliviada de haberlo hecho, porque hace apenas dos meses Rusia solicitó mi extradición por terrorista. Ahora vivo en una incógnita y no sé qué pasará, pero espero que España, como país libre, no deje que los fascistas me maten a mí y a mi familia, que es lo que pasará si me extraditan.

Aquí en Catalunya ahora se enfrenta a otro problema, que es un desahucio inminente. ¿Cómo lo afronta?

Justo ahora, en acabar esta entrevista, me encontraré con la PAH [Plataforma de Afectados por la Hipoteca] y veremos. Todo ha sido muy difícil desde que salimos huyendo de Rusia. El poco dinero que teníamos nos llegó para pagar tres meses de alquiler. No teníamos ni para comer y nos vimos en la calle. Pero mi hijo empezó a ir al colegio y allí conocimos a una mujer, cuyo marido era jardinero y conocía casas de los alrededores. Nos recomendó una que estaba vacía desde hacía mucho tiempo. Así que okupamos la casa, que no tenía nada, ni muebles, ni suministros. Y ahora nos quieren echar de ahí.

No sé nada, no tenemos planes ni podemos hacerlos. Vivo al día y sé que hoy tengo un techo y mis hijos pueden dormir tranquilos. Pero cuando llegue el día del desahucio, no sabemos qué pasará. Nos quitaron la casa en Rusia y nos la quitarán aquí... A veces, tengo la sensación de que mi familia no tiene ningún lugar en el planeta.  

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