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Cómo nos afecta el teletrabajo

Darío Pescador

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El teletrabajo es como los coches voladores, una de esas partes del futuro que parece que nunca llega.

A pesar de Internet, la economía del conocimiento y los dispositivos móviles, millones de personas en el mundo todavía iban a la oficina. Incluso para hacer trabajos que podrían hacer perfectamente desde su casa con un ordenador y una conexión a Internet.

Según Eurostat, solo un 6% de los trabajadores teletrabajan. España está por debajo de la media con un 4%. Pero el cambio climático y pandemias como el coronavirus pueden hacer que el teletrabajo sea una realidad mucho antes de lo esperado.

Se calcula que cada trabajador que se queda en su casa equivale a plantar 25 árboles.

Las personas que teletrabajan pueden conciliar más fácilmente su vida familiar, sufren menos enfermedades y tienen más tiempo libre. Y sobre todo, trabajar les sale más barato porque no tienen que costear su transporte.

Los beneficios individuales están claro. Pero seguramente el empresario se pregunta por otro factor: la productividad.

Aquí la respuesta también es “depende”. Un estudio pudo comprobar que el teletrabajo hacía que la gente con trabajos creativos, como diseñadores o programadores, fuera más productiva.

Sin embargo, en las personas que tenían trabajos repetitivos y aburridos, como un contable, la productividad descendía.

Las relaciones personales también son mucho más sencillas cuando la otra persona está ahí. Conectar con alguien por teléfono o videoconferencia requiere un esfuerzo, aunque sea pequeño.

También se ha visto que las personas que teletrabajan no tienen necesariamente menos estrés, aunque sí que se cansan menos durante la semana. Además hay un efecto secundario: si las herramientas de comunicación no son suficientes, quienes se quedan en la oficina pueden encontrarse con más trabajo que antes, simplemente porque es más fácil para los jefes y los clientes encargarles más cosas.

También se producen otros efectos, como sentirse aislados, especialmente para las personas que viven solas, y menos valorados en sus empresas.

Los humanos llevamos un siglo trabajando en oficinas. Seguramente necesitaremos unos cuantos años para acostumbrarnos a la telepresencia.

Sobre todo, porque puede que no nos quede más remedio. Hasta el próximo episodio.

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