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Sobre este blog

No sabemos muy bien adónde vamos, nunca lo hemos sabido, aunque a veces hemos creído que sí. Pero hasta aquí hemos llegado y desde aquí partimos cada día para intentar llegar a algún otro sitio, procurando no perder la memoria y utilizando el sentido crítico a modo de brújula. La historia —es decir, los que se apropien de ella— ya dirá la suya, pero mientras tanto nos negamos a cerrar los ojos y a dejar de usar la palabra para decir la nuestra. En legítima defensa.

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No sabem ben bé a on anem, mai no ho hem sabut, encara que de vegades hem cregut que sí. Però fins ací hem arribat i des d’ací partim cada dia per a intentar arribar a algun altre lloc, procurant no perdre la memòria i utilitzant el sentit crític a tall de brúixola. La història —és a dir, els que se n’apropiaran—ja dirà la seua, però mentrestant ens neguem a tancar els ulls i a deixar de fer servir la paraula per a dir la nostra. En legítima defensa.

Con las tripas

Selçuk Demirel.

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Acabamos de despertar de un mal sueño y ya tenemos preparado un buen tazón de mierda para desayunar. Un desayuno que no hay quien se lo trague, que incita al vómito, que augura una indigestión aguda que algunos estómagos ya no están para resistir. Y más, sabiendo que es el preludio de un menú pantagruélico y mucho más empachador que todavía está por servir, que nos embutirán tanto si quieres como si no.

Al contrario de lo que dice el tango, ni el músculo dormía ni la ambición descansaba, no lo han hecho jamás. La poesía es un timo. Resulta que la nueva normalidad era la guerra, resulta que lo que se estaba preparando no eran solo las vacunas que habían de devolvernos la salud; también las pócimas con las que se intoxica el entendimiento de la mayoría y las armas con las que se destruye la vida de los más desafortunados, aquellos a los que les toca hacer de diana.

Por debajo o por encima del horror, lo que más le asquea a uno ya no es la sangre. Al fin y al cabo, la sangre es el líquido amniótico en el que se gesta la historia (esa que había llegado a su fin, según algunos). Lo que más asco le da es todo lo que permite que se viertan sangre y sufrimiento impunemente y a raudales: la doble moral, el oportunismo, la censura, la desinformación, la mentira, la manipulación, la simplificación insultante, los golpes bajos y persistentes que por una parte nos aturden y por otra despiertan nuestros peores instintos: el miedo y el odio, esos ratones insidiosos que recorren nuestras venas y nos incitan al linchamiento.

Ahora mismo el simple hecho de pensar es equivocarse. No hay nada que entender, nada que discutir. Al enemigo se le combate, no se le escucha. Deshumanizarlo implica deshumanizarnos nosotros mismos, pero qué le vamos a hacer: vivir tiene su precio. No busques tres pies al gato. Sigue mi dedo. Aquí no hay nada más que lo que está a la vista. El monstruo se ha precipitado en el error y con sus crímenes nos redime de los nuestros. Se ha convertido en una especie de Cristo diabólico, el redentor de todos los sátrapas de esta parte del mundo, a quien van a poder achacar todos los males pasados y futuros, los que hemos soportado y los que vamos a tener que soportar. Todo va sobre su chepa y la de sus súbditos mientras no abjuren manifiestamente de Él. No siempre tiene uno a su disposición un comodín tan versátil. Hay que utilizarlo con perspicacia. Espolear a un supuesto loco no nos convierte a nosotros en los reyes del manicomio, sobre todo si parece que estamos haciendo lo contrario, no quieras hilar tan fino, sácate eso de la chola.

Hay que hacerle un bypass a la razón para que el sentimiento esquive los escrúpulos a fin de alcanzar lo más rápidamente posible el nirvana colectivo de la aceptación acrítica. Se nos pide que sustituyamos el cerebro por las tripas, y eso debería removérnoslas. Lo que más asco da es la indecente exhibición de falsa inocencia, el consciente autoengaño, el conformismo, la irracionalidad gregaria, la insondable miseria sobre la que se sustenta la cultura que te macera, que te tapona cada poro, que tan a menudo te asfixia como una piel putrefacta, y vivir con las ganas de arrancártela, de desollarte para ver si así consigues, al fin, respirar.

Sobre este blog

No sabemos muy bien adónde vamos, nunca lo hemos sabido, aunque a veces hemos creído que sí. Pero hasta aquí hemos llegado y desde aquí partimos cada día para intentar llegar a algún otro sitio, procurando no perder la memoria y utilizando el sentido crítico a modo de brújula. La historia —es decir, los que se apropien de ella— ya dirá la suya, pero mientras tanto nos negamos a cerrar los ojos y a dejar de usar la palabra para decir la nuestra. En legítima defensa.

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No sabem ben bé a on anem, mai no ho hem sabut, encara que de vegades hem cregut que sí. Però fins ací hem arribat i des d’ací partim cada dia per a intentar arribar a algun altre lloc, procurant no perdre la memòria i utilitzant el sentit crític a tall de brúixola. La història —és a dir, els que se n’apropiaran—ja dirà la seua, però mentrestant ens neguem a tancar els ulls i a deixar de fer servir la paraula per a dir la nostra. En legítima defensa.

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