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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

Excusatio non petita, cacicada manifiesta

Simón Alegre

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Decía la vicepresidenta del gobierno que el hecho de que la reforma electoral municipal que plantea el gabinete favorezca –también, añadimos, este adverbio resulta aquí imprescindible- a Bildu demuestra que no se propugna por un afán ventajista.

Una vez más parecen tomarnos por lelos. No ignoramos que la polarización, corregida y aumentada por la reforma de marras, incrementa el peso en los sistemas de partidos de las formaciones relevantes que se sitúan en sus extremos (PP y Bildu). Huelga señalar que los partidos citados se retroalimentan, como también ocurre en Catalunya con ERC-CUP y PP-Ciutadans. Se trata de escenarios en los que los más moderados –UDC o PSC, por ejemplo- se quedan sin terreno de juego. Dicha polarización va en detrimento de la estabilidad del sistema mismo. Y ya se sabe, si el sistema no da cobijo convenientemente a la representatividad-proporcionalidad, corremos el riesgo de que el personal explore vías informales –por decirlo con terminología académica y amable- de canalización política.

El pretexto de Bildu, pues, constituye una ofensa a la inteligencia y una soberana desvergüenza. Más, si cabe, cuando ciertos voceros populares nos tienen acostumbrados a la deslegitimación de la condición democrática de la formación en cuestión, sostenida por esos mismos tribunales a los cuales se encomiendan para obturar otras iniciativas, y a que a determinados colectivos sociales que les chirrían les encasqueten el sambenito de integrantes del complejo ETA-Batasuna-Bildu.

Les falta, en definitiva, la sinceridad necesaria para entonar a pecho descubierto el “cuanto peor, mejor” que acuñó Lenin. No es, sin embargo, la estrategia comunicativa elegida. Se opta por intentar colar de tapadillo, pese a lo estruendoso de la afrenta, este encasillado 2.0 –lo prefiero a pucherazo, que es un fraude a posteriori- entre diversas medidas de regeneración (reducción de aforados, endurecimiento de penas por corrupción…) que camuflen la auténtica madre del cordero. La menos inocente de todas las leyes, la que permite hacer todas las demás. Se olvidan en su memorial de agravios, desgraciadamente, de las dadivosas y anacrónicas Diputaciones Provinciales, vestigio de la España centralista y radial y cuyas competencias pueden ser cubiertas perfectamente al alimón entre los gobiernos autónomos correspondientes y las mancomunidades de servicios específicas. En fin, dicen que nunca llueve a gusto de todos, pero la reforma electoral pretendida nos muestra que algunos quieren que siga lloviendo sobre mojado.

Y es ahora cuando me pregunto, ¿por qué no se ha establecido una mayoría más cualificada para cambiar una ley tan sensible?, ¿nadie ha reparado en que cualquier gobierno con mayoría absoluta puede tener así la tentación de abonarse el terreno de la perpetuación? Regeneración lo llaman…

No en vano, uno de los mensajes más meridianos que enviaron –en la calle y posteriormente en las urnas- los transversales indignados con la partitocracia española fue su hartazgo con el bipartidismo. Pues bien, si no quieres caldo, dos tazas.

Que antaño fuera el PSOE la formación que preconizara una reforma en sentido mayoritario de la ley no deja de constituir otro argumento espurio. Por su parte, Pedro Sánchez ha salido al paso para denegar el apoyo socialista a una medida que conminaría a las izquierdas a explorar amalgamas de corte frentepopulista, con el empobrecimiento del pluralismo y la polarización consiguientes. Sólo la propuesta de alguna fórmula de segunda vuelta podría suponer un punto dulce para la negociación socialista, toda vez que un pacto con el PP en estos términos visibilizaría a la formación de la rosa ante sus futuribles aliados –y contumaces chupópteros de votos- como el yang del yin de la casta y se antoja harto improbable. Atentos al asunto, puesto que Ximo Puig, en calidad de secretario de Regeneración Democrática, debería ejercer como segundo de a bordo de Sánchez en este trance.

María Dolores de Cospedal comparaba en 2007 a José María Barreda con Hugo Chávez –el chivo expiatorio póstumo de la política hispana- por otro proyecto oportunista de reforma electoral.

El papel es muy sufrido y lo aguanta todo, los españoles también, ¿hasta cuándo?

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