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Un nuevo relato de la identidad valenciana

La Jove Muixeranga de València, durante la Procesión Cívica del 9 d'Octubre.

Manuel Alcaraz / Joan Romero

1.- ¿Es necesario reflexionar, debatir, construir un relato renovado para la Comunitat Valenciana, el relato de un nuevo valencianismo en esta nueva era? Quizá no sea imprescindible. Pero sí muy útil. Entendemos aquí por relato el conjunto de discursos que articulen las diversas prácticas sociales referidas al territorio y al conjunto de la población valenciana, dándoles un horizonte de sentido. Tal cosa aporta significados simbólicos a la acción y ayuda a promover la cohesión territorial y social.

2.- El nuevo relato debe ser laico, negando cualquier sentido de trascendencia, cualquier esencialidad historicista al pueblo valenciano. La Historia es una herramienta cultural y científica de conocimiento pero no puede ser un determinante absoluto del futuro, una prisión para la imaginación política. Demasiadas veces los valencianos y valencianas, o una parte minoritaria de ellos, entendiendo debatir sobre lo que somos, debatieron sobre lo que fuimos o, mejor dicho, sobre lo que creímos haber sido o sobre lo que nunca llegamos a ser. Contra la nostalgia, casi siempre injustificada, debemos centrarnos en el ser histórico actual, en nuestra modernidad, y superar el deber ser como un castigo emocional. Apostando por la consolidación una identidad proyecto más que por una identidad para la resistencia, recordando a Castells. En tiempos de repliegue, de sociedades paralelas o rotas, de resurgir de nuevas identidades y de fracturas culturales, la realidad social y cultural, hoy mayoritaria en la CV, permite pensar en esa posibilidad de apostar por una identidad proyecto como una de sus fortalezas, legitimadora y con capacidad de construir más sociedad civil.

3.- El nuevo relato no puede construirse como glosa de paradigmas anteriores ni como negación de los mismos. No puede tomar como referencia el ser fusteriano o antifusteriano, sino los cambios de la realidad valenciana. En cierto modo los paradigmas previos deben ser objeto de crítica intelectual, tanto en su contenido discursivo como en sus consecuencias prácticas. Esa crítica deberá partir no tanto de sus resultados, como de la ausencia de un uso de las categorías que permiten en la actualidad una mejor comprensión de los fenómenos identitarios y nacionales y que no fueron utilizados en los años 60 o 70 del siglo XX.

4.- El nuevo relato debe ser necesariamente plural, porque la sociedad valenciana es plural respecto de casi todo y, también, en la compresión de la realidad y ubicación colectiva de la CV. La ausencia de esa posibilidad, de ese deseo de construir consensos en lugar de afirmar segmentos particulares de tipo simbólico, ha provocado que los redundantes estudios marquen que la autoconciencia propia de los valencianos sea de las más bajas de España. Se trata, por lo tanto, de favorecer unos marcos de comprensión, de elaboración y de acción para una mayoría, con la participación de esta desde su necesaria pluralidad. En un tiempo nuevo en el que los “divisores” son más pasado que presente o futuro, es posible definir un propósito colectivo apelando a la dignidad y en cierta forma al orgullo- como pueblo, apostando por el reconocimiento de identidades más amplias e integradoras, evitando caer en el riesgo de la fragmentación de discursos para cada una de las identidades o sectores cada vez más recluidos en sus propios silos o relatos culturales. Una identidad proyecto, inclusiva y respetuosa con la realidad diversa, debe fundamentarse en tres pilares: justicia social, justicia ambiental y cohesión territorial. Solo de esa forma el conjunto de la sociedad valenciana recuperará seguridad, confianza en el sistema democrático y en sus instituciones y alejará de su imaginario el miedo y el resentimiento.

5.- El nuevo relato debe ser nítidamente cívico, sin que ninguna consideración pueda situarlo por encima, o por debajo, del respeto estricto a las instituciones autonómicas, a los valores y principios del Estado social y democrático de Derecho y a las reglas y normas establecidas por los representantes de la sociedad valenciana. Ese conjunto normativo -incluyendo las propuestas pertinentes de reforma, en especial para incrementar de forma efectiva el autogobierno- debe configurar el marco de actuación e integrar pluralidad y consenso. Pero también reivindicación y defensa de los intereses generales cuando se entienda que no se garantiza el principio de igualdad.

6.- El principal factor de realidad para una autocomprensión debe ser la evolución y situación de la economía valenciana, con sus formidables desafíos, debilidades y fortalezas, y sus derivaciones en términos de desigualdades y precariedad. Ponernos ante el espejo de nuestra relativa pobreza colectiva, que lastra el crecimiento del capital social o las políticas de inclusión, educación, sanidad, dependencia y los retos ligados al envejecimiento, debe ser la principal cuestión, para asociarla con energía con las reivindicaciones sobre la deuda histórica y el déficit de financiación. La economía valenciana no puede ser una economía de extracción para su reparto en otros territorios, lo que no tiene nada que ver con la solidaridad.

7.- El segundo factor de realidad sobre el que edificar nuevas reflexiones es la importancia esencial del territorio. Es imperiosa la defensa de la cohesión la calidad del territorio, desde un punto de vista social, medioambiental y de su articulación. Sin esta prioridad no hay posibilidad de cimentar una nueva modernidad ni se fortalecerán consensos duraderos. Más allá de debates sobre capitalidad, lo urgente es avanzar en la puesta de marcha de nuevas forma de gobernanza para las regiones urbanas y metropolitanas y en el fortalecimiento de la relación rural-urbano. Es necesario concretar nuevos mecanismos de vertebración, en especial fórmulas flexibles de acción común en redes de ciudades y la apreciación igualitaria del valor identitario de cada comarca y grupo de comarcas -para algunos identificables con las provincias-, no entendidas como realidades inmóviles sino abiertas, en permanente transición. Ni la lengua ni las tradiciones pueden ser factores de clasificación ideológica de ciudades o comarcas.

8.- En el nuevo relato lo cultural y simbólico no puede conceptuarse desde la obsesión por la conservación de lo recibido, sino por su apertura a las nuevas demandas y prácticas sociales, así como por su ambigua pero penetrante presencia en el ámbito de la economía digital y de los escenarios de la globalización. La lengua propia es una gran fortaleza y no fuente de conflicto. Y como tal debe ser entendido. Lo lingüístico juega un papel importante, pero no puede ser decisivo. La CV es bilingüe -y avanza al trilingüismo-. Esto es un hecho dinámico pero no provisional, ni negativo. El dualismo valenciano, como herencia histórica, no puede seguir viviéndose como anormalidad -no somos un pueblo anómalo, no hay pueblos anómalos en una democracia-. Evidentemente el castellano está suficientemente afianzado y protegido y el valenciano no, y hay que conseguir, como medida de la construcción de esa identidad proyecto, de un consenso mayoritario, que su refuerzo, garantía, enseñanza y uso sea una prioridad, pero no un criterio de división que justifique -a favor o en contra- cualquier argumento radicalizado. La nostra llengua no es, obviamente, la lengua de cada persona: hay que reforzar esa convicción de utilidad colectiva sin ignorar que la falta de identidad entre lo común y lo individual es una fuente potencial de conflictos que reclama prudencia, precisamente para avanzar en integración y normalización de la lengua minorizada, que siempre retrocede en escenarios conflictivos. Esta visión que sugerimos debe seguir siendo liderada por las izquierdas y el valencianismo. Un esfuerzo de evolución que, hasta ahora, no se ha visto acompañado por algún movimiento similar en la derecha, todavía anclada en la concepción de la identidad como anticatalanismo.

9.- El nuevo relato es esencialmente político: su reflejo práctico debería consistir en un valencianismo plural de la mayoría, interclasista, intraclasista e intergeneracional, con elementos compartidos por todas las fuerzas, desde diversas perspectivas legítimas a priori y abiertas a una negociación constante. Esa visión política exige también, además de una reubicación de la CV como pieza fundamental de la España actual, de una redefinición de la relación de la Comunitat Valenciana con España que debe ser esencialmente pragmática, no predeterminada por razones de tradición cultural -ni para beneficiar, ni para castigar-, sino atenta a que los intereses de la CV sean apreciados y fuercen su inclusión en las agendas del Estado y de la UE. Es decir, un valencianismo plural para la mayoría, aspirando a ser una de las voces más altas en el conjunto de un Estado complejo y compuesto.

10.- El relato renovado hay que concebirlo, esencialmente, como estratégico, en varios sentidos. Como tarea colectiva que debe mirar más allá del ciclo político y pensar en cómo queremos estar en 2030 o 2050. Pero también como proyecto abierto, con el menor número posible de prejuicios. No podemos volver a imaginar la identidad valenciana como una cosa, compacta, abstracta y desligada de las necesidades, preferencias y convicciones de las valencianas y valencianos que aquí viven y trabajan. Sí puede intentarse que esas determinaciones se ajusten lo más posible a una racionalidad crítica con lo existente: celebrar nuestra valencianidad no nos debe condenar a la trivialidad de la autocomplacencia. Los tiempos no permiten esas licencias. No hay tiempo para la melancolía.

*Manuel Alcaraz es profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Alicante y exconseller de Transparencia de la Generalitat Valenciana.

Joan Romero es catedrático de Geografia Humana de la Universitat de València.

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