“Cap mà no em diu adéu;
però per les cantonades
i al fons de tot del carrer,
mil mans amputades,
en aquest capvespre morat,
floten, cauen o s’allunyen
amb lentitud vegetal“.
J.V. Foix. Barcelona,1927
El sistema sanitario está saturado. No va más. Por las cosas que pasan, el 23 de octubre me correspondió asistir en vivo y en directo a un capítulo de la conocida serie americana de televisión “The Pitt”. La acción se centra en el servicio de urgencias de un hospital traumatológico estadounidense. Gran nación con vocación dominante donde carecen de sistema universal de salud. Para los periodistas dignos de tal oficio, importa la opinión de un colega polaco- bielorruso, Ryszard Kapuscinsnki, en mil batallas. Estaba convencido de que era más esclarecedor observar el arte que hablar con mil políticos y sobre todo, que para poder explicar se ha de tener un conocimiento directo, físico, emotivo, olfativo, sin filtros ni escudos protectores, sobre aquello de lo que se habla. Afirmo: la sanidad valenciana está colapsada.
La ventana de la denuncia
Este es el legado principal que nos dejan los últimos gobiernos autonómicos y por próximo, el del camuflado e indigno estirachaquetas, Carlos Mazón. En España subsiste desde que el providencial político socialista, Ernest Lluch i Martí, lo implantó. Contra viento y marea –su decisión le costó salir para siempre del Gobierno de Felipe González– estableció las bases de eficiencia y descentralización que rigen en la sanidad pública española. Hoy saturada, como lo está la del País Valenciano. En 2025 se le asignaron en el presupuesto de Mazón y Vox, 9.170 millones de euros, el 38 % del total, cuando a Educación van 7.392 millones de euros. Son las partidas más importantes, pero insuficientes. La carencia de recursos provoca un trasvase constante de enfermos y dolencias a la sanidad privada. La que pagan voluntariamente los ciudadanos de su bolsillo. La que desatiende las secuencias traumáticas y quirúrgicas que les parecen escasamente rentables. En 1954 se estrenó la película magistral “La ventana indiscreta” dirigida por Alfred Hitchcock, en la que un fotógrafo lesionado (James Stewart) observa escayolado en compañía de su novia (Grace Kelly) un asesinato que denuncia desde su silla de ruedas.
Asfixiar la sanidad pública
El agravante en el presupuesto para 2025 es la escaramuza constante entre las administraciones central y autonómica. PP y Vox, íntimos aliados, han configurado unas cuentas de nunca cumplir. Para atender el desastre de las riadas de 2024 los ha llevado a destinar un diez por cien del presupuesto a este fin (2.364 millones) con el afán de competir con el gobierno de Pedro Sánchez a la hora de asistir a los damnificados. Bien entendido que la aprobación de los Presupuestos de la Generalitat, son como el cuento de la lechera: no saben de donde van a conseguir los fondos suficientes para atenderlos y está por resolver el nivel de ejecución o la capacidad que tienen los gobiernos autonómicos para desviar el dinero de que disponen con la excusa de que hay destinos más urgentes. Las autonomías regentadas por el Partido Popular se niegan a mejorar los niveles de financiación autonómica con los criterios del gobierno de Pedro Sánchez. inmersos en un enfrentamiento, a vida o muerte, para precipitar la caída del gobierno de España por conductos y procedimientos extraparlamentarios (acusaciones de corrupción, establecimiento de alianzas con la ultraderecha, mantenimiento de gobiernos autonómicos contra la voluntad popular mayoritaria y la acción opaca de los grupos de presión fácticos: económicos, financieros, confesionales, judiciales y corporativos de honda implantación en España). A mayor y único beneficio de la acción opositora de Alberto Núñez Feijoo y de su alternativa madrileña Isabel Diaz Ayuso. Las competencias autonómicas (sanidad, emergencias, educación) son para ejercerlas con independencia de las consignas que emite Génova, 13, sede estatal del Partido Popular en Madrid.
No se destina suficiente dinero
A través de una experiencia traumática se experimenta el colapso del sistema valenciano de salud que deja Carlos Mazón en el País Valenciano, escenificado en el incendio que destruyó negligentemente parte del Hospital de Cartagena, regentado por el colega murciano que entronizó a Mazón, Fernando López Miras. En 2005 el jefe del servicio de traumatología del Hospital Peset Aleixandre, Joaquín Fenollosa, me anunció que dejaba la sanidad pública por el deterioro que experimentaba en servicios, medios y recursos destinados a mantener los niveles mínimos de calidad. El problema en la sanidad pública es que no hay suficiente dinero coincidente con la intencionalidad política de detraer recursos de la sanidad pública Estrategia diseñada para favorecer la externalización en el sector privado por incapacidad de la oferta pública que se ve obligada a derivar sus competencias a conocidas marcas multinacionales o especializadas (Vithas, Quirón, IMED, Ribera Salud, IVO, ERESA.) que copan el mercado privado y controlan a las aseguradoras (Mapfre, ASISA, ADESLAS, Sanitas) modelo de burocratización y desfachatez asistencial remunerada.
El relato
El 23 de octubre, al anochecer, sufrí fractura de fémur en la plaza del Ayuntamiento de València. Mi compañía aseguradora privada, Mapfre, se desentendió, después de un largo calvario de llamadas y derivaciones desde el ineficiente servicio de urgencias de la compañía. El gran esfuerzo que tiene que hacer un paciente/cliente accidentado no puede estar sometido a complejos interrogatorios telefónicos con agentes–en ocasiones robots robots– que ni pertenecen a la empresa aseguradora. Lo pude soportar gracias a un alma caritativa, femenina, por supuesto, que me permitió incorporarme con el apoyo de su mochila, que siempre tendré entre mis agradecimientos. La policía local se dignó cruzar la plaza desde la “Casa Gran” y atender a un ciudadano malherido. Llamaron al 112 con el afán de hacerme desaparecer del céntrico lugar del accidente. El siguiente problema se planteó con respecto al destino hospitalario. Nuevos vericuetos burocráticos que limitan los derechos (libre elección de médico y centro) porque según criterios indescifrables, ante una situación grave y a pesar de tu lucidez tu lucidez, hay que someterse al reparto de enfermos que caprichosamente ha establecido alguien en algún cubículo de la Conselleria de Sanidad. En base a experiencias y operaciones traumáticas anteriores impuse mi criterio de querer ir al Hospital Doctor Peset de València. Menos mal que ya me acompañaban gente de mi familia y se consiguió que el personal camillero aceptara llevarme a donde quería ir, con alguna impertinencia. La entrada en Urgencias a las nueve de la noche fue dantesca. Representación real de un episodio de película de asuntos graves y calamidades urgentes, en carne viva. El personal, impecable. El marco, tercermundista. Aquello no tenía el glamour de la película norteamericana. Fui a parar al pasillo –no había sitio– hasta aterrizar en urgencias de traumatología.
Excelentes profesionales sanitarios
Me atendió con diligencia el equipo que dirigía el traumatólogo Jorge Tecles. Precisión en las decisiones. Exploración radiológica y TAC inmediato. Reducción de la fractura y tracción para mantenerla estabilizada, atravesando un hierro por la rodilla para sujetar el contrapeso. Posterior comprobación radiológica para comprobar que todo se hizo correctamente. El broche: anuncio de que la expectativa consistía en pasar la noche en un box de urgencias al lado de un personaje que permanecía atado a la cama porque no ofrecía garantías en su comportamiento. Una hora después un ángel de la guarda consiguió encontrarme una cama en el servicio de digestivo, piso quinto. No en el sexto donde está traumatología. Allí, en la sexta planta, finalmente me encontraron una cama dos días después. Pasaron cinco días hasta que me operaron. El cirujano/traumatólogo doctor José Antonio Blas Dobón me recibió en las puertas del quirófano y me esbozó la intervención. Compleja, cirugía agresiva, con aportación de técnicas y farmacología de última generación. Cinco horas de quirófano y animación en la sala del despertar. Grandes profesionales sanitarios en un contexto desfasado. Las habitaciones incómodas e insuficientes apenas habían sido remozadas desde mi experiencia anterior en 1999. Los compañeros de habitación entrañables: el agricultor de Alfafar, el rector de la parroquia Virgen de Montserrat en Malilla, Andrés Sánchez Cañizares. Gracias a su compañía pude conocer al arzobispo de Quatretonda, Enric Benavent. Le sucedió el enfermero paralizado por un ictus, Antonio, con su esposa Juani, cobradora de impagados en Aguas de València. Sintieron no poder despedirse en la precipitada salida en ambulancia. El alta, a casa y apáñese como pueda.
Los valencianos no son iguales en atención sanitaria
La sanidad pública valenciana está saturada y los ciudadanos deberían movilizarse para que los pacientes y los eficientes sanitarios tengan las condiciones mínimas para estar y desarrollar su trabajo con actuales y modernos niveles de calidad de acuerdo con el panorama que nos cacarean y publicitan los políticos. Los problemas de la sanidad como los de la educación y la vivienda, se vienen arrastrando, al menos, desde el desembarco de Eduardo Zaplana en la Generalitat Valenciana en noviembre de 1995, cuando se iniciaron los gobiernos llegados para forrarse y se los llevaron crudos. Los valencianos vivimos engañados en una burbuja que sólo puede salir al exterior si afrontas una situación crítica como la descrita. Zaplana cuando tuvo que salir de la prisión de Picassent para ser hospitalizado, eligió - él sí que pudo escoger centro y médico de fácil recomendación– y fue a parar al Hospital la Fe que sobredimensionó su correligionario, Francisco Camps, con amplias habitaciones individuales y condiciones de superlujo. Todos los valencianos no son iguales ni ante la ley ni en su trato sanitario. Los gobiernos valencianos destinan en sus presupuestos menos de la mitad que los de Euskadi y Navarra en gasto sanitario por habitante. Las autonomías más castigadas en los recursos sanitarios son Andalucía, Murcia y Comunidad Valenciana. Madrid está en la cola del gasto en sanidad por habitante, a pesar de que dispone de los más cuantiosos fondos por sus privilegios y por el efecto capitalidad.
Cuarenta años de retraso y paralización
La conclusión de esta experiencia es que los problemas estructurales como son la sanidad, el Eje Mediterráneo, la educación, la vivienda, la red de carreteras o los accesos a las grandes ciudades, no pueden resolverse a corto plazo, cuando deberían de haberse detectado y planeado hace cuarenta años. Las cuatro décadas transcurridas desde que comenzaron a quedarse obsoletos. Los valencianos vivimos engañados en la creencia de que nuestro sistema de salud es eficiente y capaz para absorber las necesidades corrientes y las excepcionales que pueden ocasionarse por emergencias catastróficas y sanitarias. Las hemos vivido. Vienen de nuevo. Nadie ha hecho hincapié en torno a las riadas del 29 de octubre de 2024 en que la conurbación de más de 700.000 personas aisladas careció, durante días, del suministro básico de agua potable, pan y bienes de primera necesidad. Murieron 230 personas a causa de las inclemencias climatológicas y sufrieron –padecen todavía– la desatención negligente de las administraciones públicas. Esas que dice querer reconciliar el nuevo presidente de la Generalitat, Juanfran Pérez Llorca en zapatillas y premiando a su antecesor con un sobresueldo en las Corts Valencianes. En vez de obligarle a abandonar el escaño al que se aferra a pesar de su indigna ocupación por la Dana y por unos cuantos desacatos más.