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La enésima reinvención forzosa del Valle del Juguete, una apuesta por la producción local que permite una respuesta rápida contra el Covid-19

Muñecas de la firma Famosa

Emilio J. Salazar

Valencia —

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Desde que se empezaran a fabricar los primeros juguetes en 1904, la comarca de La Foia de Castalla (Ibi, Onil, Castalla y Tibi) no ha parado de reinventarse y de adaptarse a tiempos difíciles e inciertos, el último, la crisis sanitaria por el Covid-19.

Este polo industrial, conocido como el Valle del Juguete porque aquí se llegó a concentrar buena parte de la producción juguetera del mundo, ya no fabrica juguetes, o al menos no lo hace como actividad principal.

Hace un siglo, la familia Payá, que venía produciendo envases de hojalata a los heladeros, se pasó al sector del juguete y, junto con otras empresas familiares, empezaron a producir en masa en un momento en el que las fábricas europeas se dedicaban a hacer armas. De la I Guerra Mundial, el Valle del Juguete salió reforzado, pero llegó la Guerra Civil y tocó reinventarse.

Tras la dura posguerra, el sector no volvió a salir de la crisis hasta finales de los años cuarenta, cuando la industria encontró en el plástico la solución a sus males. Así nació la emblemática Famosa (Fábricas Agrupadas de Muñecas de Onil) con la unión de 25 pequeñas empresas.

Pero la crisis del petróleo de los setenta, y sus derivados como el plástico, frenó el liderazgo de esta comarca, convertida ya en los ochenta en sinónimo de suspensión de pagos. Luego la tecnología daría un empujón a las ventas de juguetes hasta la llegada de otra crisis, la de 2008, seguida de la salida del Valle de Juguete de Famosa en 2012, que pasó a manos de fondos de capital riesgo.

Desde entonces, el Valle estaba reinventándose, hasta la aparición del coronavirus. Ahora, empresas de diferentes sectores han adaptado sus plantas de producción para fabricar equipos de protección individual, mascarillas para respiradores, mamparas separadoras para hospitales, supermercados o farmacias, envases de medicamentos y un largo etcétera.

Y todo, cuentan desde la Asociación de Empresarios de la Foia de Castalla, IBIAE, gracias a su apuesta por la fabricación local, estas empresas son capaces de fabricar casi todo y dar una respuesta inmediata a la crisis del coronavirus.

Entre sus más de 1.000 empresas de todos los tamaños, que cubren todo el ciclo industrial, desde el diseño y la fabricación al embalaje y la distribución, un centenar de compañías llevan tres semanas adaptando “de manera muy rápida” sus procesos productivos, explica su director Héctor Torrente.

Así, empresas del plástico han diseñado moldes y han empezado a inyectar plástico para mascaras protectoras, los que fabrican botes para amenities (productos de bienvenida) de hoteles, ahora los hacen para geles hidroalcohólicos o los que fabrican mobiliario, -además de dotar con sillas y armarios algunos hospitales- fabrican mascarillas y batas de protección sanitaria con los tejidos para tapizado.

Es el caso de Actiu, empresa que empezó en los años sesenta alejándose del juguete y ofreciendo muebles para la casa, después mobiliario de oficina y continuaron con la oficina en casa, “el ahora famoso teletrabajo se inventó hace 40 años”, señala Soledat Berbegal, consejera y directora de reputación de marca.

En esta última década estaban centrados en la confección de grandes instalaciones para sedes corporativas, pero también para universidades, aeropuertos y hospitales. A este respecto, han adaptado sus muebles para centros sanitarios y ante la escasez de materiales de protección, han ideado una serie de divisorias autoportantes de metacrilato, una especie de barreras transparente, que no visuales, para evitar contagios, y que están operativas en hospitales de Alcoi, San Juan Barcelona o en el hospital habilitado en IFEMA (Madrid).

Producción local

“La capacidad que hemos tenido de reconvertirnos ha sido gracias a que había una infraestructura industrial porque en esta zona rápidamente hemos podido poner las máquinas a fabricar, a ensamblar, a entregar…”, explica Berbegal por teléfono.

“Si desmantelamos la industria local y nos vamos a mercados externos a fabricar, cuando venga otras crisis vamos a seguir cometiendo el mismo error, vamos a esperar tres semanas para hacer respiradores y perderemos un tiempo valioso”, reflexiona.

La reflexión es generalizada en el sector. Si a la larga se quiere salvar el empleo local -Actiu tiene 430 trabajadores y más de un centenar de colaboradores externos- “hay que hallar un equilibrio entre la producción nacional y la coexistencia de la globalización”. “Creo que esta puede ser una de las lecturas que extraigamos de esta crisis, la importancia de darnos valor a lo que hacemos y no depender del mercado exterior”, asegura.

Y, ¿el futuro para el sector? Le preguntamos. “Después del Covid si volvemos a la normalidad como la conocíamos, no habremos aprendido nada. Debemos valorar más nuestra gente, empresas, sanidad, educación, cultura, gastronomía, nuestros valores...”, insiste.

Porque cuando pase la crisis, Actiu cree que las divisiones autoportantes que ha donado “son un inicio para el futuro”. “Ante el miedo de que puede volver a pasar algo como el coronavirus, las mascarillas y caretas transparentes han venido para quedarse en lugares como los hospitales donde las personas están muy expuestas al contagio”, aduce.

“Las empresas de cualquier sector, ante un cajero, una farmacia, deben ofrecer protección ante la nueva era que se avecina”.

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