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Pequeños y veganos: ¿pueden los bebés tener una dieta sin carne?

Foto: PxHere

Cristian Vázquez

El vegetarianismo es una tendencia que crece cada vez más en España y el resto del mundo. En nuestro país no hay estadísticas oficiales, pero se estima que entre 1,5 y 3% de la población elige este tipo de vida. Por su parte, un informe elaborado el año pasado por la consultora Lantern señalaba que el 7,8% de los mayores de 18 años son vegetarianos o flexivegetarianos (es decir, con una alimentación esencialmente vegetariana pero que se permiten introducir, de forma esporádica, productos animales en su dieta).

Ahora bien, ¿qué pasa con los niños? Es un tema que genera controversias, detrás de las cuales acecha la idea de que los adultos son libres de hacer lo que quieran con su vida y su salud, pero no con sus hijos. En 2016, de hecho, una diputada italiana presentó un proyecto de ley para sancionar -hasta con penas de prisión- a padres veganos que aplicaran a sus niños una misma dieta de las mismas características. Surge entonces la gran pregunta: ¿pueden los bebés y niños ser vegetarianos?

Los niños pueden vivir sin carne

La respuesta es que sí, pueden ser vegetarianos e incluso veganos. “Las dietas vegetarianas planificadas de manera apropiada son saludables, nutricionalmente adecuadas, y pueden proporcionar beneficios para la salud en la prevención y en el tratamiento de ciertas enfermedades”, explica la Academia Estadounidense de Nutrición (ADA, por sus siglas en inglés), la asociación de dietistas y nutricionistas más importante del mundo.

En un documento en que plantea su postura oficial sobre la cuestión, la ADA añade que “las dietas vegetarianas y veganas bien planificadas son apropiadas para todas las etapas del ciclo vital, incluidos el embarazo, la lactancia, la infancia, la niñez y la adolescencia”. Ante estas afirmaciones, muy pronto acude a la mente un factor nutricional: las proteínas.

Tradicionalmente ha existido el temor de que una dieta sin carne -tanto carne roja como de pollo, pescado u otros animales- no pueda cubrir las necesidades nutricionales y energéticas de los niños (ni de los adultos). Hoy en día se sabe que sí puede hacerlo, ya que las proteínas incluidas en las legumbres y sus derivados, frutos secos y semillas, y también en algunos cereales como el trigo, la avena y la quinua, son de la misma calidad que las incluidas en la carne.

El problema que existe en la actualidad, por cierto, es más bien el opuesto: los niños ingieren demasiadas proteínas. Los menores de tres años consumen más del doble de proteínas de lo recomendado, según un estudio realizado por expertos españoles, para el cual 186 pediatras aportaron información relacionada con más de 1.700 niños españoles. El trabajo comprobó que “una mayor proporción en el consumo de proteínas y de hidratos de carbono estaba relacionada con un índice de masa corporal significativamente mayor”, debido a lo cual concluye con la recomendación de “una intervención nutricional en este grupo etario”. 

 

¿Cómo debe ser la alimentación de un niño que no come carne?

La alimentación del niño vegetariano depende, por supuesto, de la edad. Para los primeros seis meses de vida del bebé, la recomendación es la misma que para familias no vegetarianas: lactancia materna en exclusiva. Quienes no puedan o no deseen amamantar a sus hijos pueden optar por leche de fórmula.

Las familias veganas que prefieran evitar las fórmulas convencionales -derivadas de leche de vaca- “pueden utilizar fórmulas adaptadas a base de soja o de arroz hidrolizado”, como detalla la pediatra Miriam Martínez Biarge en el Curso de Actualización Pediatría 2017, editado por la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap). 

  • A partir de los seis meses se introducen los alimentos sólidos. Además de las verduras, frutas y hortalizas, uno de los primeros alimentos que se deben introducir en la dieta del lactante vegetariano son las legumbres, que -en palabras de Martínez Biarge- son “el sustituto natural de la carne y el pescado en la alimentación vegetariana y vegana, por su alto contenido en proteínas, hierro y zinc”. La legumbre más apropiada para comenzar con su introducción en la dieta del bebé es la lenteja roja pelada, que “tiene poca fibra y se digiere muy bien”. Luego se aconseja introducir tofu, garbanzos cocidos, guisantes y lentejas sin pelar. Siempre es mejor que se tomen cantidades pequeñas y acompañadas de verduras y hortalizas, ya que de esta forma sus nutrientes se absorben mejor y se facilita la digestión.
  • Entre los 7-8 meses se recomienda incorporar frutos secos, como almendras, nueces y pistachos, que son ricos en proteínas, grasas, vitaminas y minerales. Es fundamental que estén bien molidos y mezclados con otros alimentos, o en crema, para evitar el riesgo de atragantamiento (práctica que debe mantenerse hasta alrededor de los 5 años).
  • Desde los 2 años de vida, señala también el texto de Martínez Biarge, la alimentación del niño “debería parecerse cada vez más a la del resto de la familia”. En cuanto a los suplementos, el que se recomienda para todas las personas vegetarianas, desde los siete meses de vida y hasta la vida adulta, es el de vitamina B12, en forma de cianocobalamina. Y también de vitamina D, en el caso de los niños que no puedan exponerse de forma regular al sol.

Planificar la dieta con cuidado y conocimiento

En cualquier caso, se debe señalar que, si se hace caso a las recomendaciones de los nutricionistas, las dietas vegetarianas no se distinguen demasiado de las que no lo son. En ambas, los expertos aconsejan que la mitad de la ingesta se componga de verduras y frutas, más una cuarta parte de cereales. Es en la cuarta parte restante, la de los alimentos más proteicos, en la que se establecen las diferencias: además de las legumbres, frutos secos y semillas, las personas no vegetarianas comen carne y pescado, y los ovolacteovegetarianos también comen huevos.

Por lo tanto, se puede afirmar que la clave en la buena alimentación reside siempre en el equilibrio y la planificación. En su capítulo dedicado a “dietas no omnívoras en la edad pediátrica”, el Manual Práctico de Nutrición en Pediatría, editado por la Asociación Española de Pediatría, apunta que los primeros humanoides, hace millones de años, solo comían vegetales. El texto apunta que, para estar bien nutrido, un adulto que pesara 60 kilos debía comer 5 kilos de vegetales por día, por lo cual dedicaba a su alimentación unas ocho horas diarias.

La sociedad moderna permite dedicar menos tiempo a la alimentación, pero hay que tener claro que proponerse una dieta vegetariana o vegana para los bebés y niños puede demandar más tiempo que una que no lo sea. Y también es fundamental saber que dietas de esas características “si no se planean con cuidado y conocimiento pueden suponer un riesgo de deficiencias nutricionales y energéticas”, como destaca una guía de Recomendaciones para la alimentación en la primera infancia de la Generalitat de Cataluña.

Por ello, el documento aconseja a quienes deseen alimentar a sus hijos con una dieta que no incluya carne “consultar a un profesional de la salud experto en alimentación vegetariana”. Algo que, al menos de momento, el sistema sanitario español no ofrece, como sí sucede en otros países. La web Mi pediatra vegetariano, desarrollada por Miriam Martínez Biarge, es una ayuda para paliar esa carencia. 

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