Apps para hacer una compra eficiente o 'delivery' rebajado: ideas para combatir el desperdicio alimentario

Cómo combatir el problema del desperdicio alimentario.

Eric Santaona

0

La FAO calculaba antes de la pandemia que en España lanzamos –entre consumidores, productores, distribuidores, etc.– anualmente casi ocho millones de toneladas de productos alimentarios a la basura.

Con datos más cercanos, el Informe del Desperdicio Alimentario en España 2021, que elabora el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, acota la cifra al sector doméstico y asegura que cada español tiró ese año de media a la basura 28,21 kilos/litros de alimentos. Esto son los 1,2 millones de toneladas o litros de alimentos sin consumir que se tiran en España cada año en el hogar.

Según el estudio Eurostat de 2020, cada hogar europeo tiraba a la basura anualmente 70 kg de comida que se podía aprovechar y en total la media por habitante/consumidor que se desechaba absurdamente en la cadena productiva era de 127 kg. En este ranking España salía relativamente bien parada, siendo el sexto país que menos desperdicio generaba.

La ley contra el desperdicio alimentario llama a la puerta

La conclusión de estos datos estadísticos es que el desperdicio de alimentos es un fenómeno tan real como preocupante. Y dicha alarma queda clara a tenor del proyecto de de ley que el Consejo de Ministros aprobó en junio del pasado año y que hace apenas una semana acaba de superar el trámite parlamentario con 269 votos a favor, ninguno en contra y 70 abstenciones.

La futura ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario, que pasará a estar en vigor un mes después de sus publicación en el BOE, recoge objetivos como la reducción de aquí a 2030 del 50% del derroche alimentario en hogares o la reducción en el mismo periodo del 20% del desperdicio en la cadena de producción.

En cuanto al modo de hacerlo, la ley apuesta por un lado por una concertación de todos los agentes implicados desde restaurantes y hoteles a cadenas y comercios, pasando por grandes productores, cooperativas y finalmente agentes sociales y organizaciones sin ánimo de lucro.

Todos deberán ponerse de acuerdo y desarrollar planes de prevención para reducir el desperdicio. Dichos planes contemplarán tanto la derivación de los excedentes a organizaciones sociales para que sean redistribuidos, como su transformación en otros productos de la cadena alimentaria o bien su derivación, por ejemplo, a la industria de la alimentación animal.

El proyecto también contempla que entren en la cadena de distribución los llamados “alimentos feos”, que son rechazados porque no cumplen los patrones estéticos o no encajan en las máquinas, e incentivar la comida de reaprovechamiento (trash cooking). Finalmente, la futura ley contempla sanciones que en función de que sean leves, graves o muy graves pueden llegar a los 500.000 euros.

Sea como fuere, lo peor es que muchos de estos productos ni siquiera pisan nuestros manteles, sino que van directos desde el punto de venta a la nevera o la alacena, donde terminan por caducar sin que los consumamos, de modo que su siguiente destino es el cubo de la basura. Algunos cálculos apuntan a que esto ocurre con hasta el 90% de la materia orgánica que se desperdicia.

Asistencia entre usuarios y bancos de alimentos

Precisamente para tratar de aumentar la eficiencia en el consumo y reaprovechamiento de alimentos que quedan sin comer, antes de la nueva ley ya habían nacido diversas aplicaciones que aprovechan el desarrollo de la tecnología móvil, la mensajería instantánea y la geolocalización, poniendo en contacto a colectivos que tienen excedentes con otros grupos que precisan de alimentos a precios asequibles.

Esta interacción puede darse tanto entre particulares como entre cadenas de distribución o restaurantes, con organizaciones benéficas y de bancos de alimentos. De este modo, los productos cerca de la caducidad o del final del consumo preferente pueden ser donados a ONGs para que los distribuyan entre personas vulnerables.

Tal es la función de la aplicación The Food Cloud, una plataforma irlandesa que actúa en Gran Bretaña e Irlanda y que pone en contacto a las grandes empresas con excedentes con las organizaciones benéficas.

Aseguran que han distribuido, desde su creación hasta 2023, más de 201 millones de raciones de comida en Irlanda y Reino Unido, gracias a rescatar 84.500 kilos de comida que iba a ser lanza al cubo de los desechos. Con ello se han evitado cerca de 270 toneladas de CO2 equivalente.

En España contamos con Yo No Desperdicio, otro caso similar que en el pasado se centró en poner en contacto a usuarios, pero que ahora busca la concienciación de cada consumidor. Se trata de una web creada por la ONG Enraíza Derechos que nos proporciona, entre otras cosas, una calculadora para medir nuestro desperdicio. Así como métodos para hacer una lista de la compra más eficiente a la hora de no comprar más de lo que necesitamos.

Iniciativas de los consumidores

Yo No Desperdicio también proporciona un directorio de iniciativas que luchan en el Estado contra el desperdicio alimentario. Por ejemplo, Bioms, una aplicación para móvil gratuita enfocada al consumo consciente y de proximidad. En ella encontraremos las mejores opciones en restauración, tiendas a granel y estrategias de zero waste y reaprovechamiento de sobras.

Otra iniciativa es Gratix, que se autodenomina “la app donde regalas y te regalan”. Se trata de evitar de todas las formas posibles el desperdicio en el consumo, tanto alimentario como en moda y otros sectores, pero haciéndolo sin ánimo de lucro e incentivando los regalos.

Panduru es otro interesante proyecto, en este caso empresarial, de economía circular que aprovecha los excedentes de pan en Asturias y los transforma en repostería tradicional y de calidad. Cada vez tienen más puntos de venta por todo el Principado y han empezado a distribuir sus productos por otros puntos de España. 

En el ámbito de la mal llamada “comida fea” existe entre otras iniciativas como TALKUAL, una empresa que vende cajas de productos de temporada y de proximidad que por ser imperfectos no se pueden comercializar en el mercado convencional.

En la misma línea está Buruxka, una iniciativa surgida en Navarra que pretende recuperar el espigamiento: la recogida y aprovechamiento de los alimentos que quedan en el campo tras la cosecha y que no se han destinan a la venta.

Espigoladors, los pioneros

La de Buruxka es una práctica en la que fue pionera la catalana Espigoladors, una organización que tiene ya una entidad considerable y organiza a voluntarios para ir a respigar. Trabaja con diferentes entidades sociales para poder repartir este alimento agrícola desechado entre las personas que lo necesiten.

“La Fundación Espigoladors es una organización sin ánimo de lucro que trabaja para el aprovechamiento alimentario, el derecho a una alimentación saludable para toda la población y la generación de oportunidades laborales para colectivos en situación de vulnerabilidad”, explica su portavoz Anna Gras. “El proyecto nace en el 2014 de la mano de tres personas emprendedoras y lo hace para dar respuesta a estas tres problemáticas sociales y ambientales de manera unificada”, prosigue.

En ese año, los efectos de la crisis económica y social del 2008 aún estaban a la orden del día y eran muchas las personas que tenían dificultades para acceder a una alimentación saludable.

Las cifras de pobreza, déficit en alimentación y obesidad se dispararon y, al mismo tiempo, en las ciudades cada vez eran más visibles los “espigadores urbanos”, personas que rebuscaban en los contenedores para buscar alimentos que otros habían rechazado.

“Creemos que el espigueo es una herramienta muy potente, no solo para el aprovechamiento alimentario y para dar acceso a alimentos saludables, sino también para acercar la población al campo y sensibilizarla acerca del trabajo vital de nuestro campesinado y la importancia de apostar por el producto local y de temporada”, explica la portavoz de Espigoladors.

Entre sus hitos destacan que “este 2023 hemos llegado a la cifra de 1.000 jornadas de espigueo realizadas y a los 2 millones de kilos de fruta y verdura recuperada mediante esta actividad”. 

Finalmente, Gras critica de la futura ley que en ella “no se ha incorporado la mención a la rebusca o el espigueo” y contrapone que “fue para nosotras un gran hito el hecho de conseguir, en 2020, que la Ley catalana para la reducción de las pérdidas y el desperdicio alimentario incluyera, de forma pionera en Europa, la regulación del espigueo”.

Implicar a los restaurantes

Por otro lado, también hay iniciativas que pretenden implicar a los restaurantes –la futura ley hace hincapié especial en ellas–, en evitar el desperdicio dando sus sobrantes diarios a organizaciones e incluso a consumidores. Una de ellas es la aplicación Encantado de Comerte.

Se trata de una plataforma en la que se publican ofertas de alimentos que los comercios y restaurantes no han logrado vender a lo largo del día y que otras personas pueden comprar con un descuento de mínimo el 40%.

Pero sin duda la iniciativa más potente en este ámbito es Too Good to Go, presente tanto para iOS como para Android, tiene objetivos similares. Pone en contacto a restaurantes o comercios con usuarios para aprovechar los excesos de comida con precios asequibles.

Si no te quieres perder ninguno de nuestros artículos, suscríbete a nuestros boletines

Etiquetas
stats