Cómo guardar tus propias semillas, y tener plantas gratis la próxima primavera

Semilla de chía

Eva San Martín

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Si acabas de aterrizar en el mundo de la jardinería o del huerto de autoabastecimiento en casa, puede que este te resulte lleno de reglas complejas y rígidas; que hay que seguir para evitar fracasos estrepitosos. La buena noticia: esto no siempre es, ni mucho menos, cierto.

Primer mito: guardar tus propias semillas es complicado. Sin embargo, con algunas excepciones, guardar tus propias semillas, y obtener plantas gratis (casi) eternamente, resulta tan sencillo como recogerlas, secarlas, y guardarlas hasta el año que viene. 

Y hay buenos motivos para intentarlo: guardar tus semillas no solo es más barato (gratis, en realidad), sino que serán más frescas y más fuertes que las que puedas comprar. ¿Otra buena noticia? Ahora es el mejor momento para empezar a guardar tus semillas.

Tres trucos básicos

Paso 1. Quédate con las mejores hortaliza y cómete el resto

Cuando tus plantas están en pleno esplendor, escoge la mejor, y rodea su tallo con una cuerda para no cosecharla por accidente. Guardar las semillas de tus mejores plantas te asegurará que obtienes las semillas más fuertes.

Deja tus flores u hortalizas escogidas de la planta seleccionada secar: queremos que sequen todo lo posible en la propia planta, para que las semillas acaben de desarrollarse y resulten más fuertes. 

Paso 2. Seca tus semillas

Las semillas deben estar secas y duras antes de guardarlas. Así, una vez que las flores u hortalizas de las plantas marcadas con la cuerda superen el estado en que hubieran estado óptimas para el consumo, arranca la planta, y déjala secar en un sitio aireado unas dos semanas. Truco: intenta recogerlas un día seco.

3. Y déjalas bien limpias

Para las plantas cuyas semillas se mantienen en material carnoso (como el calabacín o la calabaza), suele resultar útil limpiarlas bien bajo el grifo en un colador, y frotarlas de forma vigorosa para limpiarlas.

Después, podemos dejar que sequen en un plato, o en el propio colador. Ahora bien: estas plantas resultan tremendamente promiscuas, y son capaces de cruzarse entre ella (polinizarse) incluso a varios metros de distancia: por lo que es bastante probable que obtengas híbridos.  

Otras plantas, como la rúcula o el pak choi (por otra parte, ambas, una opción perfecta para incluir ahora en tu terraza o huerta de otoño) producen pequeñas vainas que hay que romper para que liberen sus redondas semillas. Por su parte, la remolacha y la lechuga producen un grupito de semillas que podemos sencillamente arrancar y guardar.

Otro truco: deja toda la planta secar boca abajo, con una sábana debajo. En un par de semanas, tu planta estará completamente seca y podrás obtener las semillas sacudiéndola o frotando con dos piezas de madera. Todo lo que caiga, estará en tu sábana. Recoge tus semillas, y guárdala en un sobre de papel, listas para la primavera.

Las más facilonas: guisantes, habas y judías

Entre las plantas más sencillas de guardar sus semillas están los guisantes, las habas, las judías verdes, la remolacha, la rúcula y el perejil. Deja que una remolacha o un perejil florezca y eche semillas; después, cógelas y guárdalas en un sitio seco hasta que quieras volver a meterlas en tierra. Tendrás plantas nuevas, y gratis, casi eternamente.

Obtener semillas gratis de judías verdes o francesas también resulta de lo más sencillo. Selecciona vainas de plantas sanas; y deja que sequen en la planta hasta que puedas quebrarlas con las manos (si vives en un clima húmedo, mejor cortar toda la planta y meterla dentro para que seque). 

Pela las vainas, y descarta cualquier semilla que resulte demasiado pequeña, marchita, mohosa o defectuosa. Consérvalas en un recipiente hermético, en un lugar fresco. ¡Y listas para la primavera! Hay más: guardar semillas de las habas, plantadas ahora en otoño para comer a principios de primavera, es igual de sencillo.

El truco de la servilleta

Tanto los tomates como los pepinos prefieren que los fermentemos antes de recoger y guardar sus semillas, ya que les ayuda a germinar. Un modo sencillo de lograrlo es cortar el tomate por la mitad, para exponer las semillas al aire durante una semana, antes de limpiar y secar sus semillas. 

Pero existe un truco más sencillo: corta el tomate y restriégalo por una servilleta, para que la pulpa se extienda por el papel. Déjalas secar, y guardarlas tal cual. La próxima primavera (incluso un poco antes), recorta la servilleta, y puedes meter las semillas con su trozo de papel directamente en la tierra. Veloz, simple y sencillo. [Aprende cómo empezar un huerto de autoabastecimiento sin romperte el lomo.]

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