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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Cómo limpiar bien las gafas sin dañar los cristales

Foto: Max Pixel

Cristian Vázquez

¿Habrá alguna persona que use gafas y que pueda jactarse de no haber cedido nunca a la tentación de limpiar los cristales con el borde de la camiseta o del jersey? Es probable que no. Suele ser lo más simple, lo más fácil. Pero no es lo más recomendable, del mismo modo en que tampoco lo son otras técnicas comunes, como utilizar un pañuelo de papel, una servilleta de cocina u otros productos similares.

El inconveniente de limpiar las gafas con esos productos no lo representan la tela de la ropa o el papel en sí mismos, sinolas motas de polvo o los pequeños granos de arena u otros elementos que puedan tener encima. Estas partículas a menudo son imperceptibles a simple vista. Sin embargo, su rozamiento puede causar rayaduras irreparables en los cristales, incluso aunque la mayoría de las lentes que se fabrican en la actualidad cuenten con tratamientos de endurecido y antirrayado.

Debido a eso, el primer paso para la correcta limpieza de las gafas consiste, según los mismos expertos, en colocarlas bajo el grifo y dejar que un flujo suave de agua tibia moje los cristales, de forma tal que arrastre consigo cualquier partícula que pudiera ocasionar un daño como el mencionado. Lo siguiente es aplicar sobre ambas caras una pequeña cantidad de jabón neutro, que se esparce de manera suave con las yemas de los dedos.

Es importante que el jabón sea neutro, pues el carácter abrasivo de otras sustancias -como el detergente lavavajillas u otros jabones- podría dañar las propiedades o los tratamientos del cristal. Luego se aclara bajo el mismo flujo de agua, y se seca con un paño fino. De ser posible, se debe emplear siempre un paño de microfibra, las pequeñas gamuzas que por lo general se entregan en las ópticas junto con las gafas. No obstante, siempre se ha de comprobar que estos paños estén limpios.

Esos mismos paños de microfibra son la mejor opción para una limpieza provisoria en caso de que no haya un grifo y jabón neutro al alcance. También existen unas toallitas húmedas y limpiadores en aerosol que se comercializan en las ópticas. Pero, en cualquier caso, lo recomendado es, más allá de estas soluciones temporarias, someter luego las gafas a la limpieza bajo el chorro de agua tibia, como se ha explicado.

Limpieza y cuidado de la montura de las gafas

Para limpiar la montura, el método recomendado es el mismo: agua tibia a poca presión y jabón neutro. Con lo que se debe tener especial precaución es con el secado, ya que de lo contrario las bisagras y tornillos pueden oxidarse o atascarse. Es poco frecuente que se oxiden, pero puede ocurrir en ambientes con altos índices de humedad.

Hay algunos consejos simples para cuidar la montura y prolongar su vida útil. Uno de ellos tiene que ver con el modo de sostenerla mientras se limpian los cristales: hay que sujetar el aro del lado del cristal que se está limpiando, y no el del opuesto, y menos aún las patas o varillas. Sujetar el aro del lado opuesto puede resultar más cómodo, pero el resultado es que se ejerce una tensión sobre el puente (la unión entre ambos aros) que puede deformar el conjunto o, en el peor de los casos, romper el armazón.

Si se sujeta de las patas o varillas, la tensión se ejerce sobre las bisagras, que son las partes más frágiles de las gafas. Por ello, esa es la forma menos indicada para sujetar las gafas durante la limpieza. Para proteger las articulaciones y evitar que las varillas se deformen, otra recomendación importante -y muy simple de cumplir- es colocarse y quitarse las gafas siempre usando las dos manos al mismo tiempo. Si este gesto se realiza solo con una, también se ejerce una tensión sobre los pequeños goznes que, con el paso del tiempo, resulta perjudicial para el armazón.

Otros cuidados importantes

Los expertos del Colegio Nacional de Ópticos y Optometristas (CNOO) enumeran algunas otras recomendaciones tendentes a un correcto cuidado de las gafas, que en el fondo equivale al cuidado de la salud visual:

Nunca dejar las gafas cerca de una fuente de calor o en el interior de un coche a pleno sol. Las altas temperaturas dilatan y deforman los materiales. En el caso de las gafas, una deformación leve puede ser más grave que una evidente, ya que podría suceder que su propietario las siguiese utilizando como si nada hubiera cambiado, cuando en realidad ya no ofrecen la graduación o la protección correspondientes.

No dejar las gafas con los cristales apoyados sobre la mesa u otra superficie que pudiera dañarlos. Siempre que no se estén utilizando, las gafas deberían estar guardadas en su correspondiente estuche, que de ser posible debe ser rígido. Las fundas flexibles no protegen lo suficiente ante ciertas caídas o posibles aplastamientos.

En caso de que no se tenga el estuche a mano, la mejor forma de dejarlas apoyadas con las patillas abiertas y al revés (patas arriba). Esa es la forma en la que adquieren mayor estabilidad, aunque, como se ha aclarado, no es lo más conveniente.

Tener cuidado con las cadenas y cordeles portalentes. Son accesorios muy cómodos y prácticos en ciertas circunstancias, pero si los lentes se llevan colgados durante mucho tiempo quedan expuestos a posibles golpes, rayaduras, deformaciones y otros daños. 

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