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Segundo asalto

El presidente de Vox, Santiago Abascal, pasa por delante del presidente del PP, Pablo Casado, en el debate de la moción de censura. Madrid, 22 de octubre de 2020.

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El lector de elDiario.es seguro que sabe que la moción de censura de Vox era, por un lado, una moción de censura constitucional dirigida contra el presidente del Gobierno, y por otro, una moción de censura política dirigida contra el presidente del PP.

La moción de censura constitucional se debatió el miércoles, aunque se haya votado el jueves. Desde todos los puntos de vista el resultado de la moción ha sido un desastre para el candidato del partido proponente a tenor de lo que se está diciendo y escribiendo en todos los medios de comunicación sin excepción. Queda por ver qué dicen las encuestas.

La moción de censura política se ha debatido este jueves. En esta no había votación. La conclusión también casi unánime en los medios de comunicación ha sido que Pablo Casado le ha ganado el pulso político a Santiago Abascal de manera clara e inequívoca. Queda por ver lo que dicen las encuestas.

Para una moción de censura anunciada con tanta anticipación y que, en consecuencia, se suponía que el candidato la tendría preparada con mucho detenimiento, resulta difícil de entender que se haya dejado sorprender por los dos destinatarios de la misma. Tanto Pedro Sánchez como Pablo Casado han demostrado que se habían preparado su intervención de una manera mucho más concienzuda que Santiago Abascal, que no ha podido ocultar la perplejidad que le han producido las respuestas de ambos.

La moción constitucional ha quedado definitivamente zanjada en la votación. El resultado lo dice todo. Cualquier comentario sobra.

¿Ocurre lo mismo con la moción de censura política? ¿Puede darse por zanjada de manera definitiva o, por el contrario, tiene todavía recorrido?

El interrogante no es ocioso. En mi opinión, no cabe duda de que Pablo Casado ha sido muy superior a Santiago Abascal en el debate parlamentario. Pero ¿quiere ello decir que el PP puede considerar despejado el camino para convertirse de nuevo en el “partido de gobierno” de la derecha española como lo fue hasta el 2015? ¿Puede considerar Pablo Casado que, tras el debate parlamentario, el PP podrá conseguir que, si no todos, sí la mayor parte de los votantes de Vox vuelvan a considerar al PP como su opción electoral?

Hasta que no se despejen estas dos incógnitas, Pablo Casado no podrá considerar que ha ganado de manera definitiva la moción de censura política que le ha dirigido Santiago Abascal. El antagonista del PP es el PSOE y no Vox. De poco le sirve ganarle a Vox si este último partido sigue estando presente en el sistema político general y en los subsistemas autonómicos y municipales con la fuerza que tiene ahora mismo. O incluso con una fuerza algo menor, pero significativa.

El discurso de Pablo Casado, para surtir efecto, exige que Vox o desaparezca o quede reducido a la condición de una fuerza sumamente marginal. De no ser así, su victoria en el pugilato habrá sido una victoria pírrica. Mientras Vox y Ciudadanos sumen entre el 15 y el 20% de los sufragios válidamente emitidos, el PP se quedará entre el 20 y el 25%. Y con ese porcentaje y con Vox y Ciudadanos como únicos posibles aliados, no podrá nunca alcanzar la mayoría parlamentaria que le permita formar Gobierno, ni en el Estado ni en la casi totalidad de las Comunidades Autónomas y capitales de Provincia.

El pulso entre el PP y Vox, también con Ciudadanos, va a continuar en lo que queda de legislatura estatal y en las legislaturas autonómicas y municipales. Pero lo va a hacer de forma diferente. El discurso de Casado ha abierto un nuevo tiempo en la gestión de los gobiernos de las Comunidades Autónomas de Andalucía, Murcia y Madrid así como en el de numerosos municipios en que las tres derechas gobiernan juntas. La pérdida de las presidencias de las Comunidades Autónomas o de las Alcaldías se puede dar por excluida, ya que la mayoría absoluta necesaria para que prosperara una moción de censura exigiría que Vox votara al candidato del PSOE. Pero las zancadillas con que Vox puede dificultar la acción de gobierno o incluso el chantaje de imponer la aprobación de medidas que estén radicalmente en contra del programa del PP, es casi seguro que van a estar a la orden del día.

La convivencia entre un PP, que, tras el discurso de Casado no cabe duda de que va a intentar hacer desaparecer o reducir a la insignificancia a Vox (y de paso también a Ciudadanos), cuya supervivencia depende de frustrar la pretensión del PP, se antoja problemática, por decirlo de manera suave.

Por calendario, es en Andalucía donde se librará la primera batalla. En diciembre de 2022 como muy tarde tendrán que celebrarse elecciones autonómicas. En mayo de 2023 se celebrarán las elecciones en 13 Comunidades Autónomas y también municipales. Hasta entonces, los tres partidos van a estar gobernando y compitiendo al mismo tiempo para ver quién obtiene un mejor resultado en las futuras consultas. Después del discurso de Pablo Casado, los otros ya saben lo que pueden esperar del PP.

En las elecciones autonómicas y municipales, sobre todo en los municipios grandes, el número de escaños de cada circunscripción electoral es bastante alto y, en consecuencia, el sistema electoral es o completamente o bastante proporcional, con lo que basta superar la barrera electoral del 3 o del 5% para obtener representación. No es un escenario favorable para la pretensión del PP de eliminar o reducir a la marginalidad a Vox y también a Ciudadanos.

Únicamente después de las elecciones autonómicas y municipales de mayo, vendrán, como muy tarde en noviembre, las elecciones generales. En estas sí hay un número muy alto de circunscripciones electorales con 6 escaños o menos, en las cuales, aunque el sistema electoral constitucionalmente es proporcional, políticamente tiende a comportarse como un sistema mayoritario. Pero es proporcional. En consecuencia, si Vox y Ciudadanos, que son partidos de ámbito estatal, decidieran presentar candidaturas en todas las circunscripciones, es posible y más que posible, probable, que no alcanzaran escaño en muchas de ellas, pero le sustraerían los votos al PP que necesita para obtener la máxima representación posible en esas pequeñas circunscripciones, sin los cuales no puede alcanzar la mayoría para formar Gobierno.

El pulso que se ha librado entre Pablo Casado y Santiago Abascal dista mucho de haber llegado a su fin. El pugilato ha sido el comienzo de una larga batalla y no el fin de una guerra. Pablo Casado ha apostado muy fuerte al expresarse de la forma en que lo ha hecho. Ha arriesgado mucho. El tiempo dirá si la apuesta ha sido acertada o no.

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