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Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.

El talón de Aquiles de la sociedad española

Pedro Sánchez, Angela Merkel y Mark Rutte, en una imagen de archivo.

Javier Pérez Royo

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El pasado 18 de junio el profesor Tim Wu publicó en el New York Times un artículo con el título 'How to Avoid a Rich Man’s Recovery', en el que sostenía la tesis de que el Gobierno Federal presidido por Donald Trump había puesto en marcha un programa, en el que, aparentemente, se estaba protegiendo a todo el mundo. Pero con una diferencia “clave” entre la protección que se dispensa a las grandes empresas y la que se proporciona a las medianas y pequeñas, así como a los trabajadores.

A las grandes empresas, las diversas medidas que contempla el programa les proporciona “seguridad”. No un simple alivio en el presente, sino una garantía de supervivencia en el futuro. No unas medidas de ayuda, sino una “póliza”.

Para las medianas y pequeñas empresas y para los trabajadores, se contemplan unas medidas de apoyo en el presente, pero con un horizonte de “inseguridad” en el medio y largo plazo. No hay previsión de que el seguro de desempleo se prolongue hasta que se recupere el empleo, ni mucho menos la posibilidad de una “renta básica universal”.

En cierta medida se está reproduciendo en 2020 la respuesta a la crisis de 2008, aunque con una apariencia distinta. Cuando se analiza detenidamente, el programa del Gobierno Federal puede parecer neutral, dice el profesor Wu, pero está enormemente descompensado a favor de las rentas más altas. La crisis de la COVID-19 puede acabar conduciendo a una todavía mayor concentración de la riqueza en la cúspide de la sociedad americana de la que ya se produjo tras la crisis de 2008.

¿Podrá ocurrir en la Unión Europea algo similar? ¿Se puede acabar reproduciendo una salida similar a la de la crisis de 2008? ¿Se puede volver a reproducir el “rescate” de los poderosos y el abandono a su suerte de todos los demás?

Es verdad que la respuesta inicial está siendo en 2020 muy distinta a la de 2009, pero también estamos viendo cómo la fortuna de las personas más ricas se ha incrementado notablemente en estos primeros tres meses de la pandemia, tanto en los Estados Unidos como en los diversos países europeos y concretamente en España, mientras que se está produciendo un empobrecimiento generalizado del resto de la población. Los países son más pobres hoy que hace tres meses, pero no todos los ciudadanos son más pobres. Algunos son más ricos, incluso notablemente más ricos. En España se ha aprobado el ingreso mínimo vital, que ha supuesto un avance histórico en nuestro sistema de protección social, pero las dificultades con la prolongación de los ERTE más allá de la fecha inicialmente prevista ya nos están indicando que el horizonte se oscurece para los trabajadores.

El binomio entre “seguridad” para unos pocos e “inseguridad” para la inmensa mayoría es lo que tiene que ser abordado y excluido en la salida de esta crisis. Es un binomio que solo puede se abordado a “escala europea”, ya que, como dijo Angela Merkel tras entrevistarse con Emmanuel Macron y hacer la primer propuesta de un proyecto a escala europea, “el Estado nación solo no tiene futuro”. Ni el alemán ni ninguno. O hay una respuesta europea para todos, o no habrá respuesta para nadie.

Ahora bien, ello no quiere decir que la respuesta pueda ser exclusivamente europea. Ningún Estado puede esperar que la Unión Europea “le saque las castañas del fuego”. Cada uno tendrá que sacárselas por sí mismo. Con la protección que proporciona el marco europeo, pero haciendo el esfuerzo en el interior del propio país para conseguirlo.

Y en este sentido es claro que España va a tener que hacer un esfuerzo superior al que van a tener que hacer otros países europeos. El desequilibrio en la distribución de la renta, el desequilibrio en la presión fiscal, en la protección de la salud o en el ejercicio del derecho a la educación, como hemos podido comprobar desgraciadamente en la crisis desatada por la COVID-19, no son problemas que nos pueda resolver la Unión Europea. Tendremos que resolverlos nosotros.

El binomio entre seguridad para los menos e inseguridad para la mayoría se ha expresado en España con una intensidad extraordinaria. Este es el talón de Aquiles de nuestro país en este momento. Es lo que nos debilita en la negociación con los demás países en el interior de la Unión Europea. Y es lo que tenemos que corregir en el proyecto de reconstrucción que necesariamente vamos a tener que acometer en los próximos meses y años. España tiene que mirar hacia fuera, pero también tiene que mirar hacia dentro. Diría que tiene que mirar, sobre todo, hacia dentro.

El clima político no parece favorecer esta mirada introspectiva, sino todo lo contrario. Pero “a la fuerza ahorcan”, dice el refrán. Tal vez sea la oportunidad que acabe suponiendo la crisis de la COVID-19. Solamente lo podremos hacer en el marco de un proyecto europeo, pero lo tendremos que hacer nosotros. El marco europeo nos da la posibilidad de poder intentarlo, pero no nos garantiza que tengamos éxito.

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