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La temeridad de reclamar ser candidato a la investidura

Alberto Núñez Feijóo, en la tradicional ofrenda al Apóstol, el 25 de julio de 2023, en Santiago de Compostela.

Javier Pérez Royo

18 de agosto de 2023 22:16 h

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A pesar de la soledad en que se encontró el PP en la votación de la Presidencia y de la Mesa del Congreso de los Diputados, parece que Alberto Núñez Feijóo y los miembros del PP que le acompañan en la dirección del partido se mantienen en su pretensión de que el Rey, tras la ronda de consultas, lo proponga como candidato a la investidura.

Ya he manifestado en más de una ocasión la opinión de que, si los portavoces de los demás partidos no le hacen saber expresamente al Rey que en ningún caso van a votar al candidato Núñez Feijóo y que, en su opinión, no debería demorarse la investidura y el Rey debería proponer, por tanto, al candidato que esos mismos portavoces informan que tiene la posibilidad de articular una mayoría, de ocurrir esto, pienso que el Rey podría perfectamente proponer al presidente del PP como candidato a la investidura. 

Desde un punto de vista pedagógico pienso que sería oportuno que Núñez Feijóo acudiera al Pleno del Congreso de los Diputados a exponer “su” programa de gobierno para el país. No puedo hablar nada más que en mi nombre, pero a partir de lo que le he oído desde que se convirtió en presidente del PP, desconozco cuál sería el programa de gobierno del candidato Núñez Feijóo. 

Tengo la impresión de que esto no me ocurre a mí solo, sino que es algo bastante generalizado. Es verdad que pienso que, cuando ha reiterado hasta la saciedad el mantra de “derogar al sanchismo”, lo hacía en serio y que, en consecuencia, su discurso de investidura desarrollaría esa síntesis programática, porque no podría hacer otra cosa. A Núñez Feijóo le ocurre, salvando todas las distancias, lo que le ocurrió a Julio Anguita con el discurso de “las dos orillas”, que carecía de credibilidad con un discurso distinto. Núñez Feijóo está tan prisionero de “derogar el sanchismo” como Julio Anguita lo estuvo de las “dos orillas”.

Esto es verdad, pero no lo es menos que no sería lo mismo el mantra a secas, que el desarrollo del mismo en un discurso articulado con base en el cual se produciría el debate omnicomprensivo en el Pleno del Congreso y ante las cámaras de televisión. Núñez Feijóo tendría la oportunidad de explicar su programa a todo el país y de debatir su contenido con los portavoces de todos los grupos parlamentarios. Como ejercicio práctico de pedagogía democrática la ocasión me parece insuperable. 

Ahora bien, para el candidato del PP y para el propio partido, la insistencia en ser protagonista de la investidura me parece una temeridad. Yo estoy deseando que se produzca, pero no entiendo la insistencia en la pretensión. Con los movimientos que se han producido en el tablero político después del 23J no veo ni una sola posibilidad de que Núñez Feijóo pueda salir bien parado de la misma. Ni él ni su partido. El resultado del fracaso no le afectaría solamente a él personalmente, sino también a las siglas del partido en cuyo nombre habla. 

Hasta el día de ayer Núñez Feijóo podía contar con los votos de Vox en la investidura, pero el desencuentro en la votación de la Presidencia y de la Mesa del Congreso evidenció que la promesa de Vox de dar sus votos vale cuando no hay nada en juego, pero deja de valer en cuanto lo hay. Te los doy para la investidura, porque en ningún caso vas a ser presidente del Gobierno. Pero te los quito en cuanto me haces perder un puesto en la Mesa del Congreso. Así es Vox. Trasladado al debate y votación de investidura quiere decir que Vox puede optar por descalificar a Núñez Feijóo en el debate, aunque después le dé el sí en la votación, como ha anunciado que hará. O, llegado el momento, puede advertir a Núñez Feijóo que lo escuchará con mucho interés y, en función de lo que diga, le dará el sí o no. El gratis total no existe. Y para Vox mucho menos.

El primer problema que tiene Núñez Feijóo en la investidura es el mismo problema que tiene el PP desde que los que eran sus militantes se constituyeron como partido autónomo en Vox. Desde entonces el PP está jugando de manera permanente a ponerle una vela a dios y otra al diablo en todas las comunidades autónomas y municipios en los que lo ha necesitado. ¿Puede hacer eso mismo en un discurso de investidura para la presidencia del Gobierno? ¿Es posible convertirse en presidente del Gobierno con un discurso ambiguo? ¿No es altamente probable que con un discurso de este tipo se quede completamente solo?  

El PP va a comprobar en sus propias carnes que la toxicidad de Vox no acaba nunca. Ese es el obstáculo insalvable para el candidato popular, que, con elecciones europeas a la vista, en las que Vox se va a ver muy bien acompañado por todas las opciones de extrema derecha en los demás países de la Unión Europea, va a ir a más. Las elecciones europeas con una circunscripción única van a poner de manifiesto que la aparente fortaleza del PP en las elecciones de mayo y, en menor medida, aunque también, en las del 23J, es eso, una apariencia que no se corresponde con la realidad. Que la fortaleza institucional en Comunidades Autónomas y Ayuntamientos no se corresponde con una mayoría aplastante en votos y que los resultados de las generales tienen más que ver con la desviación hacia la derecha del sistema electoral que con la realidad del voto ciudadano. Todo esto se va a poner de manifiesto en las elecciones europeas del próximo año.

Y se pondrá de manifiesto todavía más si Núñez Feijóo es propuesto por el Rey candidato a la investidura. Por lo que parece, el presidente del PP no es lector de Teresa de Jesús.  

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