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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

La Guerra de Vietnam revisitada

Wolfgang Kaleck

En estos días, una exposición, una película, un testigo conocido y una mesa redonda reviven la guerra de Vietnam y la resistencia contra ella.

Nghia Nguyen huyó en 1980 junto a su familia en la Cap Anamur de Vietnam del Sur cuando acababa de terminar la guerra. El artista alemán pinta con preferencia retratos que toman como modelo los de Van Gogh y Bacon. Si en su actual exposición en Berlín te acercas a los grandes billetes de dólar pintados con óleo, ves, en lugar del presidente estadounidense George Washington, los rostros deformados de víctimas de los bombardeos en los que los Estados Unidos hicieron uso del gas tóxico Agent Orange. Oficialmente la guerra terminó en 1975, pero sus terrible secuelas se siguen sufriendo hasta el día de hoy, sobre todo por parte de las víctimas de dichos ataques, víctimas que se han organizado para seguir luchando por su indemnización, después de varios intentos fallidos.

La directora de cine neoyorquina Johanna Hamilton ilumina la otra cara de la guerra, la fuertemente dividida sociedad estadounidense, en su película “1971”, que recién se proyectó en el festival de cine One World Berlin. Documenta la irrupción de un grupo de activistas contra la guerra en una oficina del FBI en Filadelfia. El grupo robó varios documentos que probaban la amplia vigilancia a grupos estudiantiles y grupos opuestos a la guerra, así como a organizaciones de mujeres y afroamericanos. Se trató de un acto de resistencia que no fue aislado: en los años 70, numerosos activistas penetraron en más de 350 oficinas de convocatoria del ejército estadounidense, y quemaron actas, con el fin de frenar la guerra. A pesar de que se practicó una de las mayores redadas del FBI, cuando su director era el célebre J. Edgar Hoover, el grupo de activistas de Filadelfia no se descubrió hasta su autorevelación en esta película y en un libro recientemente publicado (Betty Medsger, The Burglary). ¿Por qué? Yo creo que se debe a que formaban parte de un gran movimiento, que les protegió. Sencillamente había demasiada gente en la lista del FBI como para abarcarlos a todos. Este movimiento de hecho fue global. También los estudiantes alemanes tomaron parte, y también ellos fueron denunciados con severidad por los partidos entonces gobernantes por su resistencia contra la guerra, por más que fuese contraria al derecho internacional y se condujese con medios criminales.

También Daniel Ellsberg, que hoy tiene 83 años, pertenecía al movimiento. Él copió a finales de los años 60 más de 7000 páginas de documentos altamente confidenciales, los llamados Pentagon Papers. Con ellos pudo demostrar que la política de guerra de varios presidentes estadounidenses se basaba en mentiras y engaños. Su conclusión respecto a la entrega del Right Livelihood Award a Edward Snowden tiene un tono amargo: a pesar de sus revelaciones, en el año 1971 no solo fue reelecto Richard Nixon, sino que también fueron ejecutados los peores bombardeos de los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial, sobre Vietnam, Laos y Camboya.

Estos bombardeos, que mataron a miles de civiles, quedaron impunes, al igual que las torturas y masacres como la de My Lai. El historiador alemán Bernd Greiner explica en su libro, rico en materiales, Krieg ohne Fronten (Guerra sin frentes), presentado hace poco en una mesa redonda organizada por nuestro Centro, cómo el subteniente William Calley, siendo responsable de aquella masacre, y a pesar de ser sentenciado, al final fue indultado. Una crítica sin concesiones hacia este tipo de prácticas expresó en ese entonces el hoy ministro de exteriores estadounidense y en aquel entonces portavoz de los veteranos de Vietnam, John Kerry: si uno pone a Calley ante un juzgado, habría que hacer lo mismo con los generales y políticos, partícipes en buena parte de la responsabilidad por los actos criminales cometidos.

Pero hoy como entonces no son juzgados quienes violan los derechos humanos y constitucionales, sino al contrario, aquellos que revelan dichas violaciones. El Edward Snowden de 1971, como Ellsberg se llama a sí mismo con ironía, tuvo suerte. Se libró de una pena de 115 años tras la Espionage Act, porque el entonces presidente Nixon, por temor a más revelaciones, hizo uso de métodos públicamente ilegales y envió un grupo de agentes del FBI a irrumpir en el despacho del antiguo psicoanalista de Ellsberg.

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