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La fábrica de imágenes que cambiaron el mundo que haría muy felices a los conspiranoicos

Aldo Mas

“AS11-40-5878”. Esa es la referencia de la NASA con la que se conoce una de las imágenes que tomó en la luna el astronauta estadounidense Edwin 'Buzz' Aldrin, integrante de la misión espacial Apollo 11. La fotografía, hecha con una cámara modelo Hasselblad 500EL el 21 de julio de 1969, captó una huella de astronauta sobre el suelo lunar. La imagen representa como ninguna la frase Neil Amstrong sobre el alunizaje: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”.

Haciendo aquella fotografía a escasos metros del módulo con el que se produjo la histórica llegada del hombre a la luna, el objetivo de Aldrin y compañía era estudiar cómo reaccionaba la superficie lunar a la pisada de un astronauta. Otro objetivo muy diferente es el que tiene el dúo de artistas suizos Joakim Cortis y Adrian Sonderegger cuando reproduce a su manera esa imagen en el centro de exposiciones C/O Berlin, en el corazón de la capital alemana. Cortis y Sonderegger exponen allí estos días su serie Making of, donde reconstruyen con maquetas fotografiadas las grandes imágenes de la historia reciente. Su reproducción de “AS11-40-5878” muestra la misma escena lunar que tomó Aldrin, pero como si esta hubiera sido fabricada en la tierra con mucho cemento y útiles para moldear.

Hay un guiño irónico en la imagen de los artistas helvéticos a esos foros conspiranoicos en los que se sigue diciendo que el hombre no piso la luna. “Nosotros no queremos alimentar teorías de la conspiración, nuestro objetivo es que los observadores de las imágenes miren de verdad, porque lo que uno cree saber es solo una parte”, ha explicado Cortis al semanario Der Spiegel.

Esta publicación titulaba con una exclamación su entrevista con Cortis y Sonderegger a cuenta de su exposición berlinesa: “¡Todo falso!”. La revista reconocía también el poder “irritante” de las imágenes del dúo de artistas. Solo se puede describir así la recreación que hacen Cortis y Sonderegger de las torturas de militares estadounidenses en la cárcel iraquí de Abu Ghraib.

También resulta chocante la representación que Cortis y Sonderegger hacen de la imagen que sacó Tom Kaminski del World Trade Center con la Torre Norte en llamas después de que se estrellara en ella un Boeing 767 de American Airlines el 11 de septiembre de 2001. Las imágenes que tomó Tom Kaminski desde el helicóptero que pilotaba Arthur Anderson dieron la vuelta al mundo. Se supone que Kaminski iba a rodar planos aéreos de Nueva York ese día, pero acabó filmando cómo se perpetraba el mayor acto terrorista de la historia, o lo que los conspiranoicos llaman “un trabajo interno”, un ataque promovido o tolerado por las autoridades estadounidenses.

De Kaminski es, en cualquier caso, esa imagen de la Torre Norte humeante con un avión –otro Boeing 767 de American Airlines– a punto de estrellarse sobre la Torre Sur. Ese instante es el que reproducen Cortis y Sonderegger tras fabricar una maqueta de las torres. Su fotografía muestra, como también ocurre en el caso de “AS11-40-5878”, los aperos artísticos empleados por los creadores suizos. A saber, entre otras cosas, pegamento, pinzas, soportes, una superficie de color cian para hacer de cielo y algodón para simular el humo que sale de la primera de las Torres Gemelas atacadas.

Imágenes políticas que todo el mundo tiene en la cabeza

Las fotografías de Cortis y Sonderegger desconciertan por el parecido que tienen con las imágenes reales. Ellos las obtienen en su estudio tras horas de análisis visual y bricolaje. En Double Take o algo así como Segunda Toma, nombre de la muestra en las que se pueden ver las fotos de Making of, cualquier hecho histórico puede ser un montaje. En esa serie de imágenes, Cortis y Sonderegger juegan “con los límites de la verdad fotográfica y la manipulación”, en una época en la que “los hechos alternativos y las mentiras son discutidas permanentemente”, indican los responsables de la muestra.

Con sus reconstrucciones Cortis y Sonderegger replantean “imágenes políticas” que han marcado la historia . Entre ellas están desde las protestas de la plaza Tiananmén de Stuart Franklin, con un hombre en pie frente a cuatro tanques del Ejército chino; la del soldado republicano español muriendo en el campo de batalla que captó Robert Capa o la firmada por John Dominis a los atletas estadounidenses afroamericanos Tommie Smith y John Carlos levantando el puño en el podio de los Juegos Olímpicos de México-1968.

Todas ellas son iconos, un estatus que interesa a Cortis y Sonderegger. En la “exposición hay aspectos políticos, somos conscientes de ello, porque son imágenes políticas, pero a nosotros nos mueve la valoración de imágenes que tenemos en la cabeza”, según ha explicado Cortis. En este sentido, Cortis y Sonderegger vuelven a presentar a los visitantes del C/O Berlin un imaginario colectivo occidental que va más allá de lo político.

Por eso han reconstruido también imágenes como esa de la película Nosferatu que dirigiera en 1922 Friedrich Wilhelm Murnau en la que se ve crecer la sombra del vampiro por una escalera o la escena en la que el aire del metro levanta el vestido de Marilyn Monroe en el largometraje La tentación vive arriba, de Billy Wilder.

Cortis y Sonderegger han llegado a crear y fotografiar una pequeña escultura de Paul Simonon –el bajista del grupo punk The Clash– en esa célebre pose en que se ve al músico a punto de estrellar contra el suelo su bajo eléctrico. Esa imagen, tomada en un concierto de la banda británica por la fotógrafa Pennie Smith, daría lugar a la portada del mítico disco London Calling, de 1979. Otros éxitos comerciales que aparecen en la selección de imágenes de Cortis y Sonderegger son los cigarrillos Malboro, pues los artistas han recreado una de las míticas imágenes del célebre vaquero de la marca estadounidense.

Esta probablemente sea la cara más amable del imaginario al que transportan las creaciones de Cortis y Sonderegger. Porque sus imágenes, pese a las dosis de ironía y humor, representan en muchos casos grandes catástrofes, como el trágico accidente del Concorde en París el 25 de julio de 2000 fotografiado por Toshohihiko Sato, las olas del Tsunami vivido en Tailandia en 2004 que inmortalizara un turista desconocido o la nube que dejó la detonación de la bomba atómica sobre Nagasaki el 9 de agosto de 1945. Cortis y Sonderegger recuerdan estos días en Berlín que, tristemente, faltan iconos positivos en el imaginario colectivo.

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