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Lo que las gárgolas góticas de la Catedral de Segovia nos pueden enseñar sobre cómo sobrevivir a una gran tormenta

José Antonio Luna

Las lluvias torrenciales del pasado lunes no pasaron desapercibidas. Se cebaron especialmente con la Comunidad de Madrid, donde el temporal obligó a cortar la M40, varias líneas de Metro y a activar un protocolo de emergencia por parte del 112 para retirar árboles o garajes inundados. No fue la única región afectada. Toledo o Castilla y León también estaban en alerta roja por unas precipitaciones que parecían arrasar con todo a su paso. Pero hubo un edificio que, a pesar de su antigüedad, no tuvo ningún problema: la Catedral de Segovia.

Aunque en el siglo XVI gran parte de Europa ya se fijaba en la arquitectura renacentista, la también llamada la Dama de las Catedrales fue construida en esa época siguiendo las directrices marcadas por la corriente gótica. Y, casi 500 años después, sigue demostrando el poderío de un diseño que parece a prueba de casi cualquier inclemencia. Así lo demuestra el vídeo que se ha viralizado desde la cuenta oficial de Twitter del monumento, en el cual se aprecia cómo las gárgolas escupen el agua hacia la calle como si fueran pequeñas cataratas para evitar la acumulación en el interior.

A estas imágenes acompañaban una serie de tuits explicativos sobre las características arquitectónicas que facilitaban su evacuación pluvial, unas publicaciones que acabaron teniendo una repercusión poco esperada por su creador. De hecho, en estos momentos ya alcanza casi los 3.000 retuits y 8.000 'me gusta'. “Nosotros somos los primeros sorprendidos con el éxito”, reconoce asombrado Adolfo Rubio, encargado de la comunicación, de la gestión cultural de la Catedral de Segovia y del ya famoso hilo divulgativo.

Elementos que algunos creen decorativos son en realidad construcciones que van más allá de lo ornamental, como las ya mencionadas gárgolas que han inspirado leyendas fantásticas. Pero ¿cómo funciona exactamente este sistema de drenaje?

35 gárgolas convertidas en cataratas

Lo primero que llama la atención es la construcción escalonada, que hace que la lluvia discurra entre la nave central y las situadas a los laterales, la epístola y la del evangelio. “A lo largo de la nave central hay una estructura como un canal de piedras horadadas, como en el acueducto de Segovia, que recoge el agua que cae del tejado. Es como el canalón de una casa. No sabemos lo largo que es, pero tiene kilómetros”, explica Rubio.

La evacuación a través de este canalón es solo el principio. La corriente sigue desplazándose hasta llegar a los contrafuertes, que son las construcciones que sobresalen del muro utilizadas para reforzar su estabilidad. En cada uno de ellos hay una hendidura por las que cae el agua y pasa a un nivel inferior, pero lo hacen de una forma especial: por unas cadenas de hierro que llevan en Segovia cientos de años. “De esta manera el agua se desplaza por ellas sin tocar las paredes y evita la erosión de la piedra”, apunta el portavoz de la institución.

El siguiente paso es entrar por el arbotante, una estructura en forma de medio arco que va de un contrafuerte a otro para repartir el peso, para seguir bajando con la misma dinámica. “Cuando alcanza las naves que tienen las capillas, las más inferiores, se expulsa directamente por las 35 gárgolas que hay a lo largo de todo el perímetro”, detalla Rubio. Es justo lo que se puede ver en el vídeo: grandes chorros que antes se caían sobre carretas y ahora lo hacen sobre coches. Este vertido libre a través de las gárgolas se realiza en aquellas calles donde los edificios están alejados de su alcance, ya que de lo contrario podrían dañarlos. En el resto, la solución pasa por colocar una tubería que va desde las gárgolas hasta el suelo.

El claustro: una de las zonas más sensibles

No solo con gárgolas funciona el drenaje. En zonas especialmente frágiles hay que tomar otras medidas para evitar posibles deterioros. “En el claustro hay una sensibilidad bastante grande, porque se trasladó piedra a piedra de la antigua catedral que estaba construida frente al Alcázar de Segovia y quedó prácticamente derruida durante la revuelta de los comuneros en el siglo XVI”, apunta el experto.

Lo curioso de este claustro en particular es que fue erigido sobre un terreno donde antes se encontraban casas de judíos (donde vivían antes de que fueran expulsados), la mayoría con silos y pozos. Los arquitectos góticos de la Catedral de Segovia tampoco dejaron escapar la oportunidad de sacar partido a estas instalaciones.

Como explica Rubio, “se construyó una cimentación de piedra y se aprovecharon los sótanos para horadar parte del pozo por debajo y hacer dos salas”, las cuales ahora están abiertas a los visitantes como áreas de exposiciones. El problema es que había que evitar la acumulación de agua y la humedad en el claustro superior. ¿La solución? Crear en el centro del patio un aljibe, unos depósitos subterráneos para almacenar el agua de la lluvia, con profundidad de 8,5 metros.

No obstante, a pesar de los méritos de la arquitectura gótica resulta imposible mantener un adecuado sistema de evacuación fluvial sin un mantenimiento a la altura. Es lo que necesitaba Notre Dame según un reportaje de 2017 publicado por The New York Times. La catedral parisina, que ardió de forma imprevista el pasado mes de abril, tenía destrozadas algunas gárgolas, balaustres y pináculos que eran sustituidos por tubos de plástico o tablones de madera con el consecuente riesgo que ello conllevaba para su conservación.

“Aquí lo que hace el cabildo en diferentes años es invertir en cada una de las partes de la cubierta, porque esta tiene miles de metros cuadrados. Por ejemplo, en 2014 hicieron una renovación de la cubierta de la nave central, de la nave del evangelio y de la epístola, ya que tenía desperfectos causados por la humedad y el terremoto de Lisboa de 1755”, señala el portavoz de la catedral. La intención era dar estabilidad al tejado reparando los tablones que sostienen las tejas, porque de lo contrario el agua bajaría y podría llegar a la bóveda.

La Catedral de Segovia no ha luchado únicamente contra la lluvia, también contra el fuego. En 1614 cayó un rayo que destruyó el antiguo capitel de madera que coronaba la torre principal y la convertía en la más alta de España, con 108 metros. Acabó calcinada, y para su reemplazo se aseguraron de cimentar la estructura sobre un cuerpo de piedra octógonal resistente a estos incidentes. De momento, como asegura Rubio, los resultados hablan por sí solos: “Está tan bien construida que ha sido capaz de resistir todo”.

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