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El lado más desconocido del fotógrafo Robert Frank llega por primera vez a España con una proyección de su cine experimental

Robert Frank en Nueva York en 1972. © Richard Greene.

Clara Giménez Lorenzo

9 de diciembre de 2020 23:28 h

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“Una decisión: pongo mi Leica en un armario. Harto de estar a la espera, persiguiendo, a veces captando la esencia del blanco y negro, el conocimiento de dónde está Dios. Hago películas. Ahora hablo a la gente que aparece en mi visor. No es fácil, ni especialmente exitoso”. En 1959, un año después de publicar The Americans, considerado como uno de los libros de fotografía más influyentes del siglo XX, Robert Frank dejaba constancia de su voluntad por explorar nuevos caminos artísticos.

El resultado: más de 25 películas rodadas a lo largo de 50 años y pertenecientes a diversos géneros. Desde cortometrajes de carácter experimental (Pull My Daisy) hasta documentales míticos (Cocksucker Blues), pasando por la autobiografía (Conversations in Vermont) y los vídeos musicales para artistas como Patti Smith, la obra cinematográfica del creador suizo-estadounidense ha quedado siempre a la sombra de su trabajo como fotógrafo. Ahora, Documenta Madrid y Filmoteca Española organizan, por primera vez en España, una retrospectiva dedicada a la filmografía de Robert Frank (Zurich, Suiza, 1924, Inverness, Canadá, 2019). 

“La libertad con la que se aproxima al cine es fascinante”, expone a elDiario.es Gonzalo de Pedro, director artístico de Cineteca Madrid. “Ya en los años 6o, practicaba un hibridismo de formatos, formas e intenciones que hoy nos parece muy normal: ahora no es extraño encontrarnos con un documental que a su vez sea ficción, ensayo y diario personal, pero entonces fue un documentalista pionero en su acercamiento a la realidad exterior e interior, a uno mismo”, afirma Carlos Reviriego, director adjunto y de programación de Filmoteca Española, que define el ciclo como “un viejo anhelo de ambas instituciones”. 

Pull My Daisy, Candy Mountain, Me and My Brother, This Song for Jack, Conversations in Vermont, About Me: A Musical, Life Dances On, Last Supper, I Remember, C’est vrai, Fernando, Harry Smith at the Breslin Hotel 1984, Paper Route, Home Improvements, Tunnel, Flamingo, True Story, Hunter, Sanyu, The Present, The Sin of Jesus, O. K. End Here, Life-raft Earth, Keep Busy, Energy and How to Get it y Cocksucker Blues serán las 27 películas proyectadas entre el 10 y el 23 de diciembre en el Cine Doré, una de las sedes de la decimoséptima edición de Documenta Madrid, Festival Internacional de Cine impulsado por el Ayuntamiento de la capital, con la intención de proporcionar al espectador “una visión integral” de la faceta menos conocida del artista nacido en Suiza y radicado en Estados Unidos desde los 20 años. 

Generación Beat y cine independiente 

Tras varios años inmortalizando la sociedad norteamericana de la posguerra y con miedo “a repetirme fácilmente”, según sus propias palabras, Frank se apartó de la fotografía durante toda la década de los 60, pero no dejó de interesarse por los cambios sociales, aproximándose a los movimientos contraculturales que atravesaban Estados Unidos. Su obra cinematográfica arranca con el cortometraje Pull My Daisy (1959), adaptación de una obra inacabada de su amigo Jack Kerouac, The Beat Generation, dirigida junto al pintor Alfred Leslie. En ella, además de Kerouac, aparecen figuras de la Generación Beat como Gregory Corso, Allen Ginsberg o Peter Orlovsky, a quienes volvió a retratar en Me and My Brother (1969).

“Sus primeras películas lo caracterizan como cronista de un tiempo”, opina Reviriego. También lo situaron como impulsor del New American Cinema junto a creadores como Jonas Mekas, quien escribió sobre las palabras de Frank tras un pase de Shadows, de John Cassavetes, en 1958. “Después de la proyección de Shadows, Robert dijo: Es fácil hacer una película así. Creo que voy a hacer una película”. Mekas también rememora las dificultades económicas que por entonces afectaban a ambos: “Estuve presente en el último día de rodaje de Pull My Daisy, y mantuvimos el contacto a lo largo del tiempo. Recuerdo que en 1961, los dos estábamos montando nuestras películas. Me encontré con su mujer Mary en la calle, y me preguntó si tenía un dólar. Un dólar, eso era mucho para nosotros, en 1961”.

Con el tiempo, Frank pudo vivir holgadamente gracias al valor que alcanzaron sus fotografías, aunque nunca del cine, siempre tangencial para su reconocimiento público. Un joven Richard Linklater señalaba en 1995, citado por The New York Times Magazine: “Si Robert Frank no fuera tan aclamado como uno de los fotógrafos más influyentes de todos los tiempos, tendría un perfil mucho más amplio como icono del cine independiente norteamericano (...) Parece que nuestra cultura lucha contra la idea de que alguien pueda ser tan innovador en más de un área. Si solo se tratara de las películas, creo que sería acreditado como padre fundador del personal film”

Del rock a la autobiografía

En la retrospectiva podrá verse una película que ha tomado dimensiones míticas, Cocksucker Blues (1972), el documental sobre la gira más salvaje de los Rolling Stones, que incluye escenas en las que los miembros consumen drogas y jalean a una pareja mientras mantiene relaciones en público durante un vuelo. No está claro si disgustó más a los Rolling o a sus abogados; tras un acuerdo extrajudicial que no se alcanzó hasta 1977,  la banda solo permite exhibirla un máximo de cuatro veces al año. Hasta la muerte de Frank, otro de los requisitos era su presencia en la sala: en España solo se proyectó una vez, en 1994. 

“Es la más conocida, pero no la que más representa el trabajo de Robert Frank”, recalca Gonzalo de Pedro. Aunque la retrospectiva deja fuera la estrecha relación de Frank con el mundo de la música, que incluyó la grabación de numerosos vídeos musicales, sí que comienza este 10 de diciembre con la proyección de Candy Mountain (1988), una road-movie sobre un fabricante de guitarras que tiene como protagonistas a figuras tan icónicas como Tom Waits y Joe Strummer, líder de The Clash.

Más allá de filmar e interactuar con otros grandes artistas de su tiempo, la obra de Frank posee una importante vertiente autobiográfica. Películas como Conversations in Vermont (1969), Life dances on (1980) o True Story (2004) muestran el lado más íntimo e introspectivo del artista sin dejar de establecer conexión con el documentalismo de vanguardia. En Conversations in Vermont, filme que inicia esta etapa, Frank cuestiona a sus hijos Pablo y Andrea, por entonces adolescentes, sobre sus cambios vitales y las relaciones familiares. Estuvieron marcadas por la tragedia: Andrea murió con 20 años en un accidente de avión, y su padre plasmó el inmenso sentimiento de pérdida en Life dances on. En 1994 se suicidó Pablo, a quien Frank había dedicado varias obras, tras décadas de internamiento en instituciones psiquiátricas.

Aunque la mirada de Frank estuvo siempre centrada en la sociedad norteamericana, tuvo la oportunidad de viajar por todo el mundo y la retrospectiva también revela esta faceta, con cortometrajes rodados en lugares como Canadá, Alemania, Taiwán, Francia o su país natal, Suiza, a donde regresó en Tunnel (2005) y Fernando (2008). Hasta el final tomó distintos caminos cinematográficos con un denominador común: retratar la fugacidad, captar un momento presente cuya importancia podía ser tanto histórica como íntima.

“Algo muy característico de Frank es la forma de filmar su entorno de manera que el espectador pueda habitar ese momento, sin una gran puesta en escena pero con una belleza innata en las imágenes, que carecen de intención de ser memorables”, asevera Carlos Reviriego. “Es fascinante tener estas películas en Madrid y poder verlas en su formato original, programar a Robert Frank es reivindicar la necesidad de asistir a las salas”, concluye.

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