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El cine que unió a la generación de la Transición y la del 15M

Fotomontaje que aúna los documentales 'El sopar' y 'Vida extra'

Paula Corroto

En 1974, cinco expresos políticos se reunieron en una masía para conversar sobre cómo podían continuar la lucha contra el franquismo. Fue el mismo día que mataron a Salvador Puig Antich y aquel encuentro estuvo a punto de no producirse. Pero sucedió y además fue grabado por la cámara de Pere Portabella dando lugar al documental El Sopar, una de las muestras de cine político de los años de una Transición sin concluir, cuando aún se pensaba que se podían cambiar las cosas.

Año 2012. Cinco jóvenes se reúnen en Barcelona para tratar el tema de la huelga general que se le acaba de hacer al último gobierno del PSOE. La conversación va por los mismos derroteros: y ahora, una vez sucedido el 15M, qué, cómo seguir. El dialogo lo graba Ramiro Ledo convirtiéndose en el documental Vida Extra, una de las producciones que se suma a la multitud que han recogido los movimientos sociales y políticos desarrollados en los últimos tres años.

Ambos documentales se podrán ver en el ciclo 40 años no es nada. Reflejos y derivas del cine militante español contemporáneo, del 6 al 13 de septiembre en la Sala Berlanga de Madrid. Ha sido organizado por Samuel Alarcón y David Varela, de la Asociación de Cine Documental, DOCMA, en colaboración con la SGAE y su finalidad, como explica el propio Varela a eldiario.es es “unir a estas dos generaciones y poner a conversar a los autores de ambas”, ya que hay muchas más similitudes entre el cine político de los setenta y principios de los ochenta y el actual que diferencias.

Precisamente, a través de programas dobles como El Sopar y Vida Extra, Numax presenta (Joaquim Jordá, 1979) y Edificio España (Víctor Moreno, 2014) o La ciudad es nuestra (Tino Calabuig, 1975) y 50 días de mayo (Alfonso Amador, 2012) se pretende realizar un paralelismo entre el vitalismo, las ideas y hasta el encanto que fluyó en aquellos últimos años de la dictadura y primeros de la democracia con el despertar de mayo de 2011 y sus posteriores consecuencias.

“En aquella época se exhibía en clandestinidad y era un material mucho más limitado, grababan en 16mm y salir a la calle era mucho más peligroso. Salvando esas distancias, la libertad que hay ahora, aunque limitada, no es la que había antes. Pero hay muchas similitudes en cuanto a la forma de mostrar las dudas. Se hacen muchas preguntas, cómo continuar el camino de la lucha, la búsqueda de la justicia y la democracia”, comenta Varela.

Lo que pudo ser y no fue

Lo que pudo ser y no fueLas películas de la generación de la Transición abarcan diez años, desde 1969, con Largo viaje hacia la ira, de Lorenzo Soler, sobre la emigración en Barcelona en la época del desarrollismo, hasta el documental de Jordá de 1979 en el que retrataba cómo un grupo de obreros intenta hacerse con la gestión de la fábrica en que trabajan y que está a punto de cerrar, y que al final se muestra del todo imposible. Esta década es un relato que posee un punto de desolación y tristeza, de lo que pudo ser y no fue, algo que aún no está en las películas actuales.

“Nosotros estamos en el primer proceso, las cosas aún están muy verdes, estas películas ahondan en eso. Por eso, queríamos transmitir que las cosas están sucediendo, pero que es posible cambiarlas. Esto puede hacer que la gente no decaiga y se siga trabajando. Hemos jugado a dos bandas, buscando la calidad cinematográfica, pero también es importante dar paso a esas ideas y dar voz a ese tipo de películas”, afirma Varela.

Todo un cúmulo de filmes que se han grabado en los últimos tiempos y que por cuestiones de presupuesto –falta de subvenciones, de apoyo de las televisiones- y de obstáculos en la distribución no llegan nunca al circuito comercial y la mayoría acaban alojados en Internet “para un público que ya está convencido de esas ideas”, insiste este programador.

Un ciclo para aprender

Un ciclo para aprenderMuchos de los cineastas que militaron en colectivos en los setenta y que creyeron que el país tomaría un camino diferente se vieron abocados a un sistema con el que no estaban de acuerdo. Pero llegó la comodidad que paraliza todo movimiento. Llegaron los ochenta y la frivolidad, y con ella el fin de este tipo de documentales. Se impuso lo que algunos han denominado CT (Cultura de la Transición). “Para ellos fue un batacazo muy grande, muchos son muy críticos con la Transición”, sostiene Varela.

La pregunta es si es posible aprender de ese golpe y de aquellas películas. “Sí, el ciclo es una buena manera de aprender unos de otros. Se puede aprender si se relee bien la historia, lo que pasa es que la lectura original de la Transición la llevamos en la sangre por la educación que hemos tenido y los medios de aquella época. Quizá con los medios actuales, más abiertos, y esta voluntad de dar un paso más, el que quiera sí puede leerla de otra forma”, reconoce.

La programación también es una forma de acercarse a cómo se está guardando en el archivo audiovisual la explosión ciudadana post15M con documentales sobre asambleas, huelgas, desahucios y trabajos de autogestión que van más allá de lo que hasta la fecha se ha proyectado sobre estos temas en las salas comerciales.

“Hay hasta un 95% de este tipo de producciones que han sido autoproducidas o que han contado con el apoyo de los movimientos sociales y productoras independientes. Algunas tienen una línea narrativa más clásica, pero también hay proyectos más individuales de creadores que salieron con sus pequeñas cámaras digitales y son más experimentales, ya que la propia estética de la película tiene que ser contestataria. Contraria al sistema que se nos ha impuesto”, explica Varela. Y, además, aún reflejan mucho vitalismo, aún está impoluta la conciencia de que todo puede cambiar. No hay lágrimas ni desencanto. Y lo bueno es que, precisamente, ahora estamos en ese momento.

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