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Paddington, el oso que toma el té con Isabel II y solo tiene una mala critica

Paddington con la reina Isabel II de Inglaterra

Mónica Zas Marcos

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Miles de personas se concentraron el pasado fin de semana frente al Palacio de Buckingham, en Londres, para celebrar el Jubileo de Platino de la reina Isabel II. Pero solo un afortunado tuvo acceso a los salones interiores y pudo tomar el té con la monarca: el oso Paddington. El célebre y tierno personaje de Michael Bond se ha convertido en trending topic una vez más, aunque en este caso en el sorprendente contexto de los 70 años de regencia de Isabel.

Los dos minutos de vídeo de la BBC se han hecho virales por dos razones. En primer lugar, porque la mandataria de la casa real inglesa se ha prestado a hacer un sketch cómico a pesar de su delicado estado de salud a sus 96 años. La última vez que hizo algo parecido fue hace una década con motivo de los Juegos Olímpicos de Londres, donde apareció escoltada por el James Bond de Daniel Craig. Además, su aparición como estrella invitada a la fiesta de Buckingham apuntalan a Paddington como fenómeno a escala global y a la vez profundamente british.

La estela internacional de Paddington empezó en 2014 con las películas dirigidas por Paul King, las más taquilleras del cine familiar que no procede de Hollywood. Pero las aventuras del oso vestido de grumete empezaron mucho tiempo atrás. En 1956, Michael Bond, cámara de la BBC, volvía a casa por Navidad sin regalo para su primera mujer.

Pasó por Oxford Street, se fijó un inadvertido oso de peluche y lo compró para metérselo en la bota. Diez días después de Nochebuena, con Bond sentado sin descanso en su máquina de escribir, la marioneta pasó de ser un regalo desesperado a la inspiración del cuento infantil y superventas Un oso llamado Paddington.

El libro contaba la historia de un osito adicto a la mermelada, procedente del “más oscuro y recóndito Perú” y abandonado en una estación de tren al que adopta una familia británica. Nadie quiso publicarlo al principio. Siete editoriales lo rechazaron y Collins acabó pagándole 75 libras para editarlo y sacarlo en 1958. La aceptación fue tal que Paddington tuvo 13 secuelas, se tradujo a 40 idiomas y vendió 35 millones de copias en todo el mundo. En 1975 la convirtieron en serie de stop-motion y la exportaron a varios países. En España, se emitió en TVE, ETB y TV3.

Además del peluche, la inspiración de Bond bebía de los niños refugiados en Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial, en especial de los húngaros, con su inglés entrenado y sus pertenencias marcadas. “Todos tenían una etiqueta alrededor del cuello con su nombre y dirección y un pequeño estuche que contenía todas sus posesiones preciadas”, le dijo el fallecido escritor a The Guardian en 2014. Paddington, que es un migrante sin papeles, fue más tarde una alegoría de los expatriados de la Commonwealth. Pero el símbolo de tolerancia que representa en la actualidad comenzó con las películas de 2014.

El oso del “refugees welcome”

Entre el estreno de Paddington (2014) y Paddington 2 (2017) tuvo lugar la mayor crisis de refugiados de la historia reciente de Europa, el racismo institucional se asentó en países como EEUU y los británicos votaron su salida de la Unión Europea. Importantes cabeceras como The Atlantic, Vox, New Yorker o The Guardian empezaron a analizar la película en clave de derechos humanos y como “propaganda anti UKIP” (el partido independentista británico).

Un abogado especializado en migración la analizó en Financial Times, “como si Paddington fuera mi cliente”: “En su nuevo entorno sus costumbres y modales provocan todo tipo de malentendidos. Algunas personas de mente y corazón abierto le dan la bienvenida. Otros, lo rechazan. Algunos simplemente le dan la espalda, pero otros son más abiertamente hostiles, preocupados de que haya más como él que le sigan”. Después de describir el contexto y la legalidad vigente, el letrado previó que “Paddington sería arrestado con toda probabilidad en uno de nuestros virulentamente multiplicados espacios de detención de inmigrantes”. 

Tanto en los libros como en Paddington 2, el oso desafía afablemente a la autoridad. La virtud del animalillo peruano, como reseñaron en el New Yorker, es que representa una “fábula saludable” sobre “cuán vital podría ser la contribución de ese recién llegado [el migrante] y cómo podría enriquecer con una cultura [la latinoamericana] que se extiende incluso antes de la olvidada cultura anglosajona”.

La mejor película de la historia (durante cuatro años)

Más allá de significados políticos, la crítica mundial abrazó las versiones recientes de Paddington de manera unánime. La primera película se tuvo que conformar con un 93%, pero la secuela de 2017 llegó a recibir el preciado y rarísimo 100% en Rotten Tomatoes. La única cinta que había llegado antes al pleno fue Ciudadano Kane y bajó al 99% por culpa de una mala crítica. Y lo mismo le ocurrió al oso de Paul King.

En 2021, la plataforma cinematográfica más famosa del mundo subió la reseña desfavorable de Eddie Harrison, de Film Authority. El periodista la calificaba de “artificiosa y ridícula” e incluso criticaba la moraleja social de la película: “No se abordan consideraciones de raza e identidad, claves para el personaje de Paddington”, aseguraba.

La demoledora crítica hizo que Paddinton 2 descendiera a un 99% y perdiese la etiqueta de mejor película de la historia cuatro años después de su estreno. Las redes respondieron enfurecidas y Harrison se pronunció diciendo que no cedería ante las presiones: no pensaba cambiar ni una coma de su reseña.

El osito peruano que come sandwiches de mermelada sigue atesorando 249 críticas positivas y un interés internacional insólito para un cuento de niños convertido en dos películas. Pero ahí sigue. La cuenta que lo incluye cada día con Photoshop en fotogramas de películas clásicas y series actuales como El juego del calamar tiene cientos de miles de seguidores y sus tuits acumulan decenas de miles de likes.

La saga real más icónica de Europa conoce el fenómeno y lo ha usado inteligentemente a su favor. Por eso le permitieron unirse a Brian May, Rod Stewart, Alicia Keys Andrea Bocelli, George Ezra o Elton John en el gran festival monárquico de los últimos años.

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