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Crítica

‘Del revés 2’, una secuela competente pero cuadriculada de una cumbre de Pixar imposible de volver a alcanzar

Fotograma de 'Del revés 2'
18 de junio de 2024 22:15 h

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La versión original de Del revés estaba protagonizada únicamente por una emoción, y debía competir con otra entidad descrita como “la razón” en la mente de un individuo. El germen de la película de Pixar fue un corto titulado en efecto La razón y la emoción y Bill Roberts lo había dirigido para Disney allá por 1943, en unas circunstancias muy particulares. Como fruto de un acuerdo con el gobierno estadounidense y en el marco de la Segunda Guerra Mundial, la Casa del Ratón debía producir una serie de piezas que inspiraran el espíritu nacional frente a la barbarie de sus enemigos. La razón y la emoción aseguraba que si nos dejábamos guiar únicamente por la emoción acabaríamos como Hitler y los nazis.

Era necesario un equilibrio. Y, aunque esta idea se mantuviera en mayor o menor medida para el film que Pete Docter y Ronnie del Carmen estrenaron en 2015 —siendo la Tristeza finalmente necesaria para una vida plena—, no deja de ser curioso que la gran obra maestra de Pixar tenga un vínculo tan insoslayable con la propaganda. También con otro corto de 2013 titulado Brain Divided, pero al margen de préstamos conceptuales no dejamos de estar anclados en una producción delimitada, fruto de un estricto plan para generar unos efectos concretos en el público. Podríamos hablar, en fin, tanto de una campaña orquestada con fines patrióticos como de un molde creativo particular, el de Pixar. Un estudio propiedad de Disney que, por lo que sea, acostumbra a ambientar todas sus historias en escenarios corporativos.

Del revés puede ser la obra cumbre de Pixar no solo por su obvia excelencia, sino por todo lo que tiene de representativa sofisticación de una fórmula. Del revés remataba la aparente habilidad del estudio del flexo para emocionar al público —acompañando a la parte más joven de él durante su crecimiento vital— con la sistematización literal de sus emociones. Cualquier idea o afecto que pudiera crear la subjetividad del espectador aparecía en Del revés bajo una organización férrea, gestionada en un cubículo a manos de trabajadores simpáticos y coloridos, pero trabajadores pese a todo. Del revés era el final del camino, la fórmula topándose con sus límites. Por eso Pixar no ha sido capaz de igualar su impacto cultural en ninguna película posterior, y por eso Del revés 2 llega en la tesitura más ingrata posible. 

La Pixar de hoy

Hay que decir que el estudio comandado por Pete Docter como director creativo —tras la marcha de John Lasseter en 2018 por conducta inapropiada— no tiene toda la culpa de este declive. Las servidumbres a The Walt Disney Company, que lo absorbió hace ya 18 años, han ido siendo cada vez más asfixiantes. No solo por la afloración de secuelas, sino también por la imposición de que las películas que coincidieron con el periodo pandémico se estrenaran directamente en Disney+, sin pasar por cines. Esto ha sido traumático para Pixar. Ha visto cómo su prestigio crítico no servía de nada, y cómo ante un horizonte tan confuso no le quedaba otra que replegarse sobre esas fórmulas que Del revés llevó a un callejón sin salida.

Lo curioso del asunto es que fue también, durante la pandemia y alrededores, cuando Pixar probó algo parecido a la experimentación. Su plantilla no iba a ser descartada del todo —la necesidad de hacer llorar al público llegado el tercer acto seguía siendo impepinable—, pero de pronto películas como Luca o Red nacían a partir de otro tipo de estímulos. Enrico Casarosa y Domee Shi, sus directores, habían volcado experiencias personales en el guion. Lo que no tenía por qué ser garantía de éxito —una película posterior, Elemental, sirvió de parodia involuntaria para las inercias de Pixar por muy autobiográfico que se hubiera querido poner el director Peter Sohn—, pero desde luego parecía un desvío prometedor.

Un desvío que la directiva de Pixar acaba de descartar de pleno. Estos pequeños experimentos estuvieron rodeados por la injerencia de la Casa del Ratón y su lenta conversión en contenido de Disney+, de ahí que Pixar haya tomado una dirección preocupante que no deja de abanderar Del revés 2. En un reportaje de Bloomberg, Docter aseguraba que lo de “buscar la catarsis de sus artistas” se iba a acabar, y Jim Morris como CEO terciaba con que Del revés 2 sería la oportunidad de comprobar si “una película de Pixar con una propiedad intelectual bien conocida, de las de toda la vida, aún puede funcionar”. 

Y ha funcionado, desde luego. A su llegada a EEUU y otros mercados internacionales el pasado 14 de junio Del revés 2 se ha convertido en el mejor estreno de lo que llevamos de año (superando a Dune: Parte Dos) y el mejor estreno de la historia de Pixar: 295 millones de dólares recaudados. La euforia ha llegado al estudio tras las ambivalencias críticas y comerciales con que se saldaron sus primeros estrenos en salas tras la fase Disney+: Lightyear fue una decepción, mientras que Elemental tras una apertura penosa logró dar beneficios gracias al boca oreja. Ahora Del revés 2 muestra cuál es el camino, y es un camino donde la ya anunciada Toy Story 5 quizá se reencuentre con alguna que otra Cars.

¿Es un camino tan lamentable? Del revés 2, para bien y para mal, lo aclara. Históricamente Pixar ha sabido cómo dejar de lado el carácter derivativo de las secuelas, logrando convertirlas en acontecimientos y enriquecer los significados de las películas originales. Puede ser el caso de Toy Story 3, la taquillera Buscando a Dory o Monstruos University como precuela de Monstruos S.A. El estudio suele esforzarse en que las prolongaciones del argumento parezcan orgánicas, y en el caso concreto de Del revés ayuda que la película original se preste tanto al continuismo. Todo gira en torno a Riley, al fin y al cabo, y la inminencia de la pubertad que insinuaba el film de 2015 podía ser muy jugosa.

Las emociones primarias (Alegría, Tristeza, Miedo, Asco e Ira) tendrían que lidiar con nuevos desafíos, en forma de nuevas emociones. Entre estas hay que destacar a Ansiedad, la incorporación más importante y lograda. Es la que desafía la preeminencia de Alegría dentro de Riley, y conduce a una nueva crisis encuadrada en la adolescencia. En Ansiedad confluyen varios dilemas sociales y competitivos —Riley lidiando con la presión de encajar en un nuevo entorno social— y el guion hace un trabajo estupendo con ellos conduciendo a pasajes, como el del ataque de pánico, que brillan tanto narrativa como visualmente.

Pixar sigue siendo garantía de calidad en muchos apartados, y con respecto a Del revés mantiene el espíritu juguetón a la hora de cartografiar cómo funcionan abstracciones tan inasibles como las emociones, los recuerdos, y en general cualquier cosa que se nos pase por la cabeza. Del revés 2 es plena entonces en ocurrencias sin demasiada lógica interna—los escenarios inquietantes que Riley se imagina por culpa de Ansiedad, los secretos inconfesables, la aparición de un personaje de videojuego renderizado según los gráficos de PlayStation 2—, y es encomiable que ante todo apueste por la ligereza.

Frente a Del revés, tan comprometida como estaba por exprimir las lágrimas de la audiencia, Del revés 2 es fundamentalmente una comedia de ritmo acelerado y absurdo, que se distancia con tino de la intensidad aparejada al periodo adolescente. Del revés 2 sabe que no es para tanto, que es solo una fase, y eso es una buena noticia. Pero no hay muchas más.

Una adolescencia a la medida del mercado

A Del revés 2 le hace daño tener cerca el estreno de la citada Red, que narraba igualmente la pubertad de una niña bajo un prisma fantástico, operando desde símbolos asequibles para un público que pudiera tener la misma edad. Red emplazaba la historia de Mei en unas circunstancias muy detalladas, que además de justificar su transformación en panda según una herencia familiar y cultural concreta —sus padres eran inmigrantes chinos que la habían criado en Toronto—, conducía a que el progreso dramático dependiera de las aficiones de Mei y, sobre todo, de su grupo de amigas. Tan importante era el panda como la pasión por la música de su boy-band favorita y el hecho de tener amigas en las que apoyarse durante un trance tan complicado. Mai era quien era por lo que le gustaba y le rodeaba. Era Domee Shi.

Frente a Mei, ¿quién es Riley? Una niña de la que sabemos más o menos lo mismo que de Kelsey Mann, director debutante de Del revés 2. A Mei le gusta el hockey, carece de intereses amorosos a la vista y también tiene amigas, claro. Del revés 2 explicita en base a esto la construcción de una Identidad por la que Ansiedad y Alegría se disputan el control, y resulta ser una Identidad que se expresa a través de frases monolíticas como “soy una buena persona” o “no valgo lo suficiente”. Tales son las retóricas que maneja Del revés 2, y si suenan vagas es solo porque Pixar tiene el propósito de apelar a todo el mundo desde una presunta universalidad. No es un mal propósito —de hecho, visto está, puede ser muy lucrativo— pero en torno a él se divisan las grandes deficiencias de la película.

Riley es lo de menos como personaje en Del revés 2. Es, básicamente, un lienzo en blanco. O, mejor dicho, un Excel en blanco, al que ir rellenando con emociones —algunas de las cuales, como Envidia, nunca desempeñan un rol coherente en el argumento—, chistes y áridas materializaciones de procesos que fuera de Del revés 2 nos parecen enigmáticos y sugerentes. Esto ya estaba en el planteamiento de la primera Del revés pero ahí había una inmersión más lograda dramáticamente en los conflictos de Riley, permitiendo que olvidáramos que todo lo que nos hace ser lo que somos, según Pixar, sale de diligentes procesos logísticos. 

Del revés 2 es la plantilla Pixar a la máxima expresión. Una nueva iteración en una propiedad intelectual de tantas como asaltan el cine periódicamente, pero que aquí resulta si cabe más trágica por cómo la IP se sustenta en categorizar emociones y formas de estar en el mundo. Lo peor de Del revés 2 —lo que constata su desagradable enclave en la ideología individualista de la autoayuda—, pasa al final por cómo entiende que hay que afrontar los problemas. No desde el trato con nuestros semejantes, anclados en un ecosistema social y cultural como pasaba en Red, sino desde procesos exclusivamente internos. Solipsistas. 

La identidad en Red se forjaba a partir de los seres queridos, de la comunidad. En Del revés 2 se forja a través de los despachos. Pixar ya ha dejado claro qué prefiere.

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