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Por debajo del salario mínimo y por encima de las 40 horas semanales: la precariedad del cómic español

El dibujante de cómics Pau, posando su lápiz sobre la viñeta.

Gerardo Vilches

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El cómic representa en España entre el 7% y el 8% del volumen del mercado editorial. Se estima una facturación de 130 millones de euros y más de 4.600 novedades en 2022. Estos datos contrastan con el número de lectores mayores de 14 años estimado: cuatro millones. Una rápida y simple operación matemática nos da un gasto medio por lector de 32,5 euros al año, una cifra pequeña si se tiene en cuenta el precio actual de los cómics o los libros en general. Monica, de Daniel Clowes, el mejor álbum de cómic del año según el festival de Angulema, cuesta casi los 30 euros. Con este, ya estaría la cuenta del año echada.

Fijémonos ahora en los creadores: el 64% de ellos no alcanza unos ingresos equivalentes al salario mínimo interprofesional en España. Están por debajo de los 10.000 euros anuales. Son datos que arroja el Libro blanco del cómic en España, una iniciativa de Sectorial del Cómic, organización integrada por 17 asociaciones profesionales para la que sacar adelante este análisis del sector ha sido una de sus prioridades desde que se fundó en 2020.

La muestra de autores encuestados incluye a los que trabajan para mercados más potentes que el español, como el estadounidense (33%) o el franco-belga (29%), por lo que resulta aún más preocupante la precariedad laboral, que se suma a la autoexplotación: el 54% de los autores encuestados para los que el cómic es su principal ocupación profesional afirman trabajar por encima de las 40 horas semanales; un 14% trabaja más de 60 horas. Estamos ante un mercado precario que exige muchas horas de trabajo para alcanzar niveles de subsistencia, además de la compatibilización con otras actividades, en un 79% de los casos.

No sorprende a nadie

Cristina Durán, dibujante e ilustradora valenciana de 54 años, ganadora del Premio Nacional de Cómic en 2019, dice que las horas de trabajo son “incontables”: “Vivir solo del cómic es extremadamente difícil”. Aunque la autora de Una posibilidad entre mil ha conseguido vivir “de dibujar”: “Combino mi obra personal con trabajos de encargo, tanto de cómic como de ilustración, y con charlas. Me dedico al trabajo creativo a jornada completa”.

Al dibujante argentino afincado en Madrid Jorge González, miembro de la junta directiva de APCómic, asociación profesional fundada hace tres años, no le sorprende el dato del elevado número de horas dedicado a la creación, en relación con los bajos ingresos que aporta el Libro blanco. “En el autor hay algo patológico en relación con la obra, es algo que necesitamos hacer, no es solo económico. Tiene que ver con lo obsesivo. Eso juega en nuestra contra. Pero cuando se madura, el trabajo artístico se emparenta con el dinero y se genera un conflicto”. Aunque él ha conseguido dedicar a su trabajo solo siete u ocho horas diarias, reconoce que en etapas anteriores de su carrera sí trabajaba mucho más.

En el autor hay algo patológico en relación con la obra, es algo que necesitamos hacer, no es solo económico. Tiene que ver con lo obsesivo. Eso juega en nuestra contra

Jorge González Dibujante

Se trata, además, de un sector en el que existen irregularidades, fruto de la precariedad y de la informalidad de muchos editores: el 33% de los autores declara que no recibe las liquidaciones anuales de ejemplares vendidos, una obligación contractual. “No nos sentimos integrados en el sector. Distribuidores y editores tienen una mentalidad más mercantil, de negocio, pero nosotros tenemos un enfoque más artístico y de creación. Es legítimo lo que hacen, pero nosotros nos centramos en otras propuestas. Queremos que el dinero de las ayudas llegue directamente a los autores, y que se revisen los porcentajes”, afirma González. Actualmente, los autores reciben entre un 8% y un 10% del precio de venta de cada ejemplar.

Un 83% de las editoriales que han respondido a la encuesta con la que se ha elaborado el libro han sido creadas a partir de 2001, lo que nos habla de un sector aún joven. Son, en su mayoría, pequeñas editoriales que no pertenecen a grandes grupos: solo el 38% debe el total de sus ingresos a la publicación de cómics. El 55% no publica más de 10 títulos al año.

Las limitaciones del 'Libro blanco'

El documento tiene casi 300 páginas y se ha elaborado con la participación de 650 profesionales, con el apoyo del Ministerio de Cultura y de Acción Cultural Española. En palabras de Óscar Valiente, es “la primera vez en nuestra historia que se emprende un proyecto de esta magnitud”, dice el editor de Norma Editorial, vicepresidente de Sectorial del Cómic y coordinador del Libro blanco en declaraciones a este medio.

Pero encargar la realización del informe a una consultora externa ha sido “presupuestariamente inviable”, por lo que la propia Sectorial del Cómic ha llevado a cabo la coordinación y el asesoramiento a la empresa especializada Instituto de Estructuras Comerciales, encargada únicamente del estudio estadístico. “Entre todos hemos hecho un esfuerzo por concienciar al sector de lo importante que era participar en un proyecto como este, muy complejo dada su transversalidad”, afirma Valiente.

De los cerca de mil autoras y autores contactados para contestar un cuestionario, únicamente 236 lo respondieron. Lo mismo ha sucedido con las editoriales; de las 83 identificadas, solo 47 contestaron la encuesta. Pedro F. Medina, editor de Fandogamia y vocal de Sectorial del Cómic, destaca que muchas empresas y profesionales no están asociados a colectivos, lo que “ha complicado la recogida de datos, aunque desde que se formó la Sectorial del Cómic se ha impulsado la creación de entidades para trabajar y definir objetivos de forma conjunta, como la Plataforma de Editoriales Independientes”. Valiente considera que la participación de un 20% de autores supone ya “una muestra bastante representativa” y subraya que se está estudiando un sector “poco dado a compartir información”. Jorge González manifiesta que la falta de implicación “es muy triste, pero es un signo de los tiempos y de cómo el autor se ve a sí mismo. Está cansado. Y está muy en su tablero, poco dado a lo colectivo desde siempre”.

Estas limitaciones no invalidan los resultados, pero los relativizan. Así, ese 29% de cómics con autoría española que los editores estiman que publican anualmente, frente al, por ejemplo, 13% de cómics norteamericanos, responde a la falta de participación de algunas de las grandes editoriales, como confirma Pedro F. Medina. Asimismo, habría sido interesante incluir en el estudio estadístico a las distribuidoras, pieza clave de la cadena del libro y a las que corresponde un porcentaje del PVP superior al de autores o editores.

Los datos económicos, de plantilla y de novedades editoriales también se ven afectados por la muestra que ha respondido el cuestionario. En cuanto a los autores, la fuente de la que se toma el listado, el Informe Tebeosfera 2022, ya tiene un sesgo, pues, tal y como explicita, deja fuera los fanzines y otras publicaciones no comerciales; esto, posiblemente, explica el elevado porcentaje de autoría masculina que arroja el Libro blanco, un 78%, fruto de excluir en gran medida el sector de la autoedición, donde la paridad de género es una realidad.

Próximos pasos

Según Óscar Valiente, “el objetivo del Libro blanco es convertirse en una herramienta que permita impulsar el desarrollo de las políticas públicas”, algo que ya se está consiguiendo, en su opinión, con el anuncio del ministro de Cultura, Ernest Urtasun, de la creación de una línea de ayudas específicas para el cómic, iniciativa que se complementaría con diferentes medidas durante 2024, de acuerdo con el compromiso adquirido por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Los objetivos más inmediatos son los que tienen que ver con el desarrollo del Estatuto del Artista, la creación de un epígrafe legal para los creadores de cómic, las ayudas específicas para autores y editoriales, proporcionales a su peso en el sector del libro, así como el fomento de la lectura, y la regulación del uso de la inteligencia artificial, entre otras.

A Cristina Durán le preocupa en especial la necesidad de regular el uso de la inteligencia artificial: “Citando a Chomsky, se le debería llamar ‘software de plagio’ –afirma–. No estoy en contra de los avances en tecnología, pero sí de los que se desarrollan pisoteando los derechos de autoría y robando el trabajo de las personas creadoras para explotarlo en su beneficio y sin compensación”. La autora concluye expresando un deseo compartido por la mayor parte de la profesión: “Que la regulación llegue cuanto antes, se soliciten los permisos correspondientes y se compense debidamente a la personas creadoras por la explotación de su trabajo”.

“Nosotros queremos defender el cómic español, no la industria del cómic en España”, matiza González, en alusión a la defensa de los dibujantes que trabajan en el Estado, frente a las importaciones de material extranjero. “Nuestro objetivo es que la gente que vive en España y quiere hacer un cómic pueda hacerlo de forma sostenible”, concluye el ilustrador y dibujante, ganador en 2009 del primer premio de Novela Gráfica FNAC-Sinsentido.

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