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Doris Lessing, la reveladora

EFE

Lucía Lijtmaer

Ahora que comienzan los panegíricos, será difícil encontrar un lugar común para Doris Lessing. Y es que resumir la trayectoria de un escritor es siempre como glosar huesos de un esqueleto: laborioso, a veces inútil, y en el caso de escritores como Lessing, complicado, porque su obra es amplia, compleja y extremadamente diversa.

Habría quien querría mantenerla únicamente como un icono feminista por su El cuaderno dorado, donde la protagonista Anna Wulf se narra, con saltos, como mujer, madre, ente político y amante, a lo largo de los cuadernos que intenta juntar en uno solo. Pero esa obra, quizás la más conocida de Lessing, es mucho más que un alegato, por la sofisticación de su forma y los temas que la componen.

Será para siempre celebrada como una autora clave de la literatura postcolonial, sin duda. Si el contexto es vital para una primera novela, Canta la hierba lo demuestra. En su primer libro, Lessing, criada en Rhodesia (ahora Zimbabue), narra la vida de una mujer blanca racista en la década de los cuarenta en el sur de Rhodesia, y su muerte a manos de su odiado sirviente negro. Desde esta obra en adelante, se puede decir que si Lessing escribió sobre algo repetidamente fue sobre la injusticia social y racial en África. Además de las novelas autobiográficas bajo la serie Hijos de la violencia están De nuevo el amor y Las abuelas, y sigue siendo tema central en sus memorias Dentro de mí y Un paseo por la sombra.

Pero hay una regla no escrita en los obituarios clásicos: a un autor se le comienza a denominar inclasificable cuando escribe ciencia ficción. Lessing podría haber permanecido, serenamente y para siempre, como una mirada acuciante sobre los efectos devastadores del Imperio Británico alrededor del mundo. Pudo hacerlo, al menos, hasta que sacó Canopus in Argos, la pentalogía que trata, como ella definió, una “ficción espacial”, inspirada en el sufismo. Las novelas narran la historia de la Tierra desde la mirada de diferentes civilizaciones -unidas en una sociedad interestelar-a lo largo de distintos tiempos, en una especie de espejo político destinado a la reflexión del lector. De toda su obra, fue la menos comprendida, y a la que ella tuvo más cariño. “¿Por qué no puede ser la ciencia ficción una versión de la crítica social?”, dijo en una ocasión.

Y es como crítica social que más celebrada fue su obra. Para ello resultan claves, entre otros, La buena terrorista, sobre las consecuencias morales de la violencia o El sueño más dulce dónde narra su experiencia en el Partido Comunista inglés y su activismo anti apartheid. Lessing se resistió siempre a ser categorizada, y la variedad de su trabajo lo atestigua. Aún así, de toda su trayectoria, un pequeño detalle resulta significativo.

En su libro El viento se llevará nuestras palabras, una narración que detalla su paso por Peshawar y las infrahumanas condiciones en las que vive el pueblo afgano, comienza con una reflexión: ¿por qué hay atrocidades que quedan fijadas en nuestra memoria -el Holocausto judío- y otras -como la que ella narra- que, por importantes que sean, desaparecen sin más, y no quedan ni en la memoria? Lessing, al final, la que muestra. Lessing, al final, la reveladora.

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