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España no lee a las grandes voces de las literaturas africanas

La mozambiqueña Paulina Chiziane se ha alzado este año con el Premio Camões, que comparten Portugal y Brasil, para obras en portugués

Carmen López

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El pasado 3 de noviembre, la editorial catalana Libros del Asteroide se llevó una alegría lógica al conocer el nombre del ganador del Premio Booker 2021, uno de los galardones más importantes del mundo literario. La novela galardonada, The Promise, forma parte de su catálogo del año que viene y este tipo de reconocimientos son un impulso a la hora de captar la atención de la prensa cultural, los libreros y el público. Sobre todo cuando se trata de la obra de un autor como Damon Galgut que, aunque no es precisamente un desconocido para los lectores de lengua inglesa, no era especialmente relevante en España hasta ahora.

Luis Solano, editor jefe de Libros del Asteroide, explica a elDiario.es que lo que les llevó a escoger la novela de Galgut fue más la calidad que el autor: “En el pasado ya le había publicado la editorial RBA, pero sus últimas dos novelas no las había sacado nadie y esta estaba libre. Yo llegué a ella cuando ya se había publicado en el Reino Unido, básicamente a través de la prensa. Fue uno de estos casos en los que lees reseñas que son buenísimas y resulta que el libro es tan bueno como dicen”.

Además, resulta que el escritor es de Sudáfrica, un país situado en un continente que parece estar suscitando un interés especial en el ámbito de los galardones literarios ahora mismo. El Premio Goncourt, el más importante de Francia, fue para el senegalés Mohamed Mbougar Sarr; el Premio Camões, su equivalente en Brasil y Portugal, para la mozambiqueña Paulina Chiziane o el Premio Internacional Neustadt de Literatura, en Estados Unidos, para Boris Diop, también de Senegal. Conocidos quizás en otros mercados pero no en el español.

Premiados internacionales inéditos o poco leídos

Para muestra, el levantamiento de cejas que suscitó el anuncio del Premio Nobel de Literatura concedido hace unas semanas. Su ganador ha sido Abdulrazak Gurnah, procedente de Tanzania. La editorial Poliedro había publicado una de sus novelas, En la orilla, en 2003 con traducción de Carmen Aguilar, pero pasó por las librerías sin demasiado éxito. El 18 de noviembre la editorial Salamandra y La Magrana anunciaron que publicarán su obra, en castellano y catalán respectivamente, empezando por el título By the Sea (2001).

“Nosotros sí que lo seguíamos desde hace años. Pero muchos especialistas y escritores africanos nos han confesado que lo desconocían. Ha sido una sorpresa para todo el mundo”, confirma Alejandro de los Santos, uno de los responsables de la colección Libros del Baobab de la editorial Malas Compañías. “Las editoriales no apuestan demasiado por la literatura africana porque saben que es arriesgado en términos financieros. Lo que se publica en general se vende poco, hay que asumir los costes de la traducción y no siempre les resulta rentable”.

Libros del Baobab surgió porque querían dar a conocer “la inmensa diversidad de escritores y escritoras del continente africano que aún no tienen, ni posiblemente tendrán, la oportunidad de ser publicados en castellano”. Como el tema económico es determinante, optaron por un modelo de negocio que les diese margen de actuación con un sistema de suscriptores o socios que pagan una cuota anual. “Nos asegura un número de ventas mínimo que nos permita dar continuidad a la traducción de más obras africanas”, declara.

Marina M. Mangado es otra editora que apuesta por traducir al castellano a autores y autoras africanas y sacarlos al mercado en formato digital. La editorial 2709 se empezó a gestar en su cabeza en el año 2009, cuando estudiaba Edición. “Entonces vivía en París, tenía acceso a mucha literatura africana francófona y me di cuenta de que apenas había leído obras de autores africanos. Analicé la oferta en lengua española y descubrí que en España se habían publicado algunos clásicos, como Chinua Achebe, Mariama Bâ o Wole Soyinka, pero casi ningún autor de las nuevas generaciones, y muy pocas mujeres”, comenta a elDiario.es. Finalmente, su proyecto echó a rodar el 27 de septiembre —de ahí el nombre— de 2013. Uno de ellos, el Premio Nobel Wole Soyinka, primer africano y primer escritor negro en obtener el galardón sueco, verá publicada por Alfaguara su primera novela de ficción en casi 50 años, Crónicas desde el país de la gente más feliz de la Tierra.

Clásicos, algunos; renovadores, pocos

Para ella, que no haya más escritoras y escritores africanos conocidos en este país se debe a varias razones. “Una de las causas puede ser histórica: España ha vivido mucho tiempo de espaldas a África, en general bastante ajena a los procesos descolonizadores y posterior desarrollo político y social, sobre todo en lo que concierne al África subsahariana. Y la falta de interés y de información también ha afectado a la literatura, claro. Es posible que también haya habido algo de menosprecio: esa imagen generalizada de África como continente de los desastres y las guerras, subdesarrollado, casi iletrado”.

Alejandro de los Santos coincide con Marina M. Mangado: “Quizá un motivo de que no haya más autores africanos conocidos es porque sigue habiendo muchos prejuicios sobre África y los africanos, que en muchas ocasiones son identificados con la pobreza material e intelectual. España además ha hecho todo lo posible por camuflar sus lazos históricos con el continente vecino; la esclavitud y la colonización tardía de África no son precisamente episodios muy gloriosos de su historia”.

La escasa presencia que tienen las obras de autoras y autores africanos en la enseñanza es otra de las claves que explican su invisibilidad en el mercado editorial, según apunta el profesor de la Universidad de Oviedo y especialista en literaturas africanas Vicente Enrique Montes Nogales. También las pocas traducciones al castellano disponibles y el desconocimiento que existe sobre el continente en general.

“Con frecuencia he querido recomendar la lectura de la autobiografía de Amadou Hampâté Bâ, que no solo tiene gran interés para los amantes de la literatura, sino también para quienes desean conocer mejor la historia colonial de África occidental, pero me encuentro con la dificultad de que no está publicada en español”, desarrolla por escrito a elDiario.es. “La editorial El Cobre había publicado el primer volumen de las memorias de este erudito maliense, titulado Amkullel, el niño fulbé, traducido por Manuel Serrat Crespo, pero intente conseguir un ejemplar, verá que muy posiblemente no lo logre”.

¿Literatura africana o literaturas africanas?

Las etiquetas que generalizan son habituales en el sector del libro. “Literatura inglesa” , “literatura femenina” o “literatura africana”, claro. Todas ellas presentan debates porque tienden a ser reduccionistas. ¿Qué se toma como referente a la hora de catalogar? ¿La procedencia de los autores? ¿La lengua? ¿El género? ¿El estilo?

Alejandro de los Santos y Vicente Enrique Montes afirman que lo correcto sería hablar de “literaturas africanas”, en plural. Este último desarrolla que “no se pueden integrar en un bloque homogéneo porque las diferencias son muchas. Estudio la producción literaria oral y escrita que tiene lugar en África occidental y es en sí misma demasiado vasta. Eso no quiere decir que no haya evidentes relaciones entre la literatura bambara y la wolof, por ejemplo, o entre la novela maliense y la senegalesa, pero de ahí a considerar las literaturas de África como un conjunto de obras de composición o estructura uniformes y con características similares me parece excesivo y un error”.

Marina M. Mangado sostiene que ambas opciones son válidas, pero que desde su editorial prefieren hablar de literaturas africanas porque el concepto transmite bien la diversidad literaria del continente. “No hay unanimidad posible: en ocasiones el límite es geográfico y algunas iniciativas africanas agrupan a escritores únicamente de África subsahariana y de la diáspora de estos países; otras veces, los autores del continente han mostrado su cansancio frente a lo que consideran 'literatura africana inmigrante', que es la escrita por autores africanos que no frecuentan sus países de origen y que escriben desde y sobre Estados Unidos, Francia o Inglaterra, pero no sobre la realidad africana”.

Además, la lengua es otro factor que influye en el intento de definir qué es la literatura africana. “Hay escuelas que defienden la apropiación de la lengua del colonizador para la creación literaria (Achebe) y otras que consideran que solo la literatura escrita en lenguas africanas es realmente literatura africana (Thiong'o, que denomina 'afroeuropeas' las literaturas escritas por africanos en lenguas coloniales). Es un debate complejo y apasionante a partes iguales”, completa la editora.

Iniciativas que van más allá del mercado

La librería y la prensa no son los únicos cauces a través de los que las obras llegan a los lectores. Están, por supuesto, las bibliotecas pero también los clubs de lectura o las jornadas culturales, por nombrar dos de las actividades que promueven Marina M. Mangado y Vicente Enrique Montes, respectivamente.

El club de lectura Baobab nació en enero de 2016 y se reunió hasta marzo de 2020 en la Biblioteca Pública del Estado en Albacete, pero la pandemia hizo que se tuviese que pasar a formato online. Pese a todo, las reuniones tenían tanto éxito que el número de plazas por sesión se ha limitado a 25. La coordinadora de la actividad, que es gratuita, es la traductora Alejandra Guarinos Viñals. Según Mangado, a principio de cada temporada escogen las lecturas, abren la inscripción y se reúnen una vez al mes.

“Escogemos los libros siguiendo un criterio parecido al de la creación del catálogo: mostrar la diversidad literaria del continente y de la diáspora africana, tanto en estilos como en temática. También priorizamos, dentro de lo posible, los libros publicados por editoriales independientes”, afirma. Los libros están disponibles en formato digital porque no solo participan lectores y lectoras de España, sino que también hay gente que vive en África y América Latina.

Además de profesor universitario, Vicente Enrique Montes es vocal de la Fundación El Pájaro Azul, que tiene entre sus objetivos el dar a conocer las culturas africanas. A finales del pasado mes de octubre, celebraron las III Jornadas Internacionales Literaturas Africanas que realizan con la colaboración de la Universidad de Oviedo y la Agencia Asturiana de Cooperación al Desarrollo. Además, también organizaron un congreso que abordaba el cosmopolitismo y la emigración en las letras africanas. “No solo nos reunimos investigadores, sino activistas, periodistas, escritores y blogueros. Habernos decidido por la modalidad semipresencial fue un acierto porque las conferencias y debates pudieron ser seguidos mucho más lejos de Oviedo. Estamos verdaderamente satisfechos del interés suscitado. Además, nuestra colección Escritores Africanos que se puede ver en YouTube goza de buena acogida”, dice.

En esta última edición del certamen, invitaron a escritores de Argelia, Benín, Camerún, Egipto, Guinea Ecuatorial, Mali, Sáhara o Senegal. “No siempre tienen que ser autores que hayan conseguido gran reconocimiento, ya lo obtendrán, esperemos. Además, pretendemos que haya hombres y mujeres entre los escritores invitados porque en ocasiones las reivindicaciones varían”, explica. “Las escritoras africanas transmiten muchas de las demandas sociales de muchas mujeres de África. Otras cuestiones son particulares de cada país o de cada autor y deseamos que afloren en sus conferencias y en los debates posteriores”.

El tema del género es transversal en cualquier aspecto de la sociedad y la literatura no iba a ser menos. En el listado de premios recientes, la única mujer que aparece es Paulina Chiziane. ¿Están las escritoras aún más invisibilizadas que los hombres en el mercado? Marina M. Mangado señala que de los cinco premios Nobel africanos, solo uno es mujer: Nadine Gordimer. “Sin embargo, es curioso que una mujer, Chimamanda Ngozi Adichie, sea una de las autoras de origen africano más conocidas y leídas en España”, dice. Y menciona a otras fundamentales que, aunque casi desconocidas, ya están traducidas y publicadas en español: “Nuestra hermana aguafiestas, Ama Ata Aidoo, con magnífica traducción de Marta Sofía López, o Nubes de lluvia, de Bessie Head. En este ámbito, creo que hay que destacar la labor que está haciendo el editor y traductor Federico Vivanco, que ya ha presentado dos antologías de relatos de autoras africanas anglófonas: Ellas [también] cuentan y Ve, cuéntaselo al sol”.

Los que faltan

Para Alejandro de los Santos, hay tantos autores que deberían llegar a España que es difícil saber por dónde empezar. Menciona a clásicos como Bernard Dadié (Costa de Marfil), Luandino Vieira (Angola) o Ayi Kwei Armah (Ghana) y también a otros más más recientes como Yamen Manai (Túnez), Osvalde Lewat (Camerún), Lília Momple (Mozambique), Ayesha Harruna Attah (Ghana) o Elnathan John (Nigeria). Asimismo, apunta que “hay un sinnúmero de autores que fueron publicados un día y que ahora están completamente descatalogados”. “También otros que se vuelven a editar, como es el caso de Donato Ndongo (Guinea Ecuatorial), a nuestro juicio el autor más destacado de la literatura africana en español, que acaba de republicar sus tres magníficas novelas”, añade.

Mangado dice que “Scholastique Mukasonga, por ejemplo, es una autora ruandesa imprescindible. Se tradujo una de sus novelas, pero se publicó en pequeña tirada en el marco de un proyecto de cooperación al desarrollo, si no me equivoco. De Emmanuel Dongala, que es congoleño, solo se han traducido tres obras, pero están todas descatalogadas”, explica.

Vicente Enrique Montes encuentra que la respuesta es casi inabarcable: “Creo que todos son desconocidos. En los últimos años, constato que algunos nombres se repiten, como el de Chimamanda Ngozi Adichie o el de Fatou Diome, una nacida en Nigeria y la otra en Senegal, pero faltan tantísimos. Hay tanta literatura africana producida en lenguas nativas, en portugués, francés, inglés o español que no llega a los lectores de nuestro país y que no ha sido traducida que decir algunos nombres es como no decir ninguno. Por eso insisto en mi agradecimiento a las editoriales que publican autores africanos”.

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