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'Mita', el libro que hace tangible el recuerdo de las mujeres que no se contaron ni leyeron

Portada de 'Mita'

Laura García Higueras

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“El pasado sirve para recordar, nunca para olvidar”. Hacerlo sería “borrar parte de tu esencia, que es completamente lícito, pero acaba siendo una negación de uno mismo, de por qué somos como somos”. Reivindicar lo vivido, el dónde, el cómo, a quienes nos cuidaron, enseñaron y acompañaron, es el legado que Miguel Ángel Ruiz Domínguez ha querido reflejar en Mita, publicada por Sar Alejandría Ediciones. Esta novela “pequeña”, como reza su sinopsis, ha sido su respuesta a la “nube” actual en la que sólo hay cabida para “un presente con la vista puesta en el mañana”. 

Un férreo anclaje al hoy, a la expectativa por un futuro no sabemos si mejor, pero cuya capacidad de éxito está a priori escrita en tiempos verbales limitados al porvenir. “Esta falta de sentido histórico nos desvincula de lo social, tanto a nivel político como en el ámbito más micro de nuestro ser”, comparte el autor, ingeniero de formación, con elDiario.es. Reclama cómo “conocer nuestras raíces, entender de dónde venimos, nos ayuda a situarnos, a cuestionarnos e incluso a ser más benevolentes con nuestras propias aspiraciones”. 

Para ello, ha armado su texto de costumbrismo, de paisajes de su Tenerife natal que con tanto amor y detalle describe convirtiendo la lectura en un viaje. Sin embargo, lamenta que no todos los entornos en los que creció han sobrevivido. “La construcción desmesurada”, critica, “más bien la especulación inmobiliaria ha hecho que muchos ya no existan. La descripción de estos espacios con minuciosidad trata de recordarlos, tal vez, por algo de nostalgia”. 

Y envueltas en nostalgia y devoción, las protagonistas reales de Mita son, no obstante, ellas. “Todas aquellas mujeres que vivieron sin más, en muchas ocasiones sin ninguna oportunidad, dedicadas a cuidar al resto, y que siguen siendo maltratadas por la historia”, expone sobre las tantas madres, abuelas y bisabuelas que no gozaron de voz -ni mucho menos homenaje- en vida. A su categoría eleva al volcán que reina en la isla. “La novela es de mujeres y pensé que hablar de 'madre Teide' haría que fuese una más, una cuidadora silenciosa más homenajeada en esta historia”, sostiene. 

Política de lo “simple” y relevancia de lo identitario

En este viaje a la infancia no todos los recuerdos son felices, porque su autor ha querido plasmar una realidad en la que, aunque se oculten, los tabús están igualmente presentes. Los trastornos mentales, el suicidio y la muerte son algunos de ellos. También la homofobia que experimentó cuando era pequeño. “Con menos de siete años, y aún sin saberlo, era maricón, marica, mariquita”, comparte sobre lo que aquello implicó, y cómo “las microviolencias se esparcían ante las diversidades”. Un comportamiento social que, por desgracia, se sigue repitiendo y que como vislumbra en sus líneas “demuestra que la vida no es un carnaval, pese a que la cantante Celia Cruz se empeñara en intentarlo”. Además, destaca cómo “las reproducciones de rechazo hacia lo diferente se muestran como una crueldad costumbrista que perpetúa el odio”. 

Teniendo en cuenta que estamos condicionados por los contextos en los que aprendemos quiénes somos, ¿hasta qué punto es posible forjar nuestra personalidad? “Los niños y las niñas son un reflejo de lo que ven y cargan con los prejuicios y discursos que observan a su alrededor”, responde y añade que “estas disidencias hacen que, poco a poco, construyas tu identidad como marica fuera del armario y te deje de importar lo que opinen los demás”.

El autor argumenta que prefiere entender la “identidad” como “una suma de todas las partes”. Por ello, aclara que, aunque “las etiquetas sirven para visibilizar, hacer una reivindicación de aquello que nos oprime y crear nuestro propio discurso; la identidad de cada uno se construye a través de todas nuestras vivencias más allá de una sola etiqueta”. De esta idea bebe la clara intención del texto de lanzar un mensaje que, abrazado a ambientes, conversaciones y memorias, cala más.

Como igualmente consigue la forma en la que es narrada esta historia vertebrada por el feminismo. “Tiene un lenguaje muy simple para que llegue a todo el mundo, pero lo simple no deja de ser político”, defiende tras varios años habiendo apostado por su vocación docente.

Desde 2016 dirige y gestiona el premiado portal educativo Yo Soy Tu Profe, es doctorando en educación, y ha participado en el programa Aprendemos en casa lanzado por RTVE durante el confinamiento. Una trayectoria que le ha permitido reflexionar sobre la forma en la que nos comunicamos y sus porqués. “Tras varios años dedicando parte de mi tiempo a la divulgación he comprobado cómo muchas veces escribimos textos desde un púlpito, para querernos un poco más”, revela, “incluso para reforzar nuestra posición privilegiada”. Una actitud que implica “olvidarnos por completo de su carácter pedagógico y social, su verdadera potencialidad transformadora”. 

Frente al discurso que rechaza el materialismo, Ruíz Domínguez ensalza cómo lo tangible está estrechamente relacionado con el recuerdo. “Siempre hay momentos felices, de esos que se guardan con gran cariño, que están vinculados con algo material”, redacta en la novela, “y a veces esos momentos vienen de la mano de algo tangible. Como si lo material se convirtiese en el recipiente de muchos sentimientos”. 

Recipientes que guardamos como si fueran auténticos tesoros y de los que no querremos desprendernos jamás. Recipientes de pensamientos que nos harán viajar al pasado, ya sea en soledad o acompañados de con quienes lo compartimos. Para ellos también hay espacio en Mita, una historia en la que hay “ficción” y “mucha realidad”. Ruiz Domínguez considera que “vivimos buscando el 'like' y que precisamente por eso ”queremos huir con historias que no responden a nuestras vidas“. Algo de lo que ha tratado de alejarse en sus páginas, dado que ”contar, a veces con cierta crudeza, la vida que se ha vivido, trata justo de lo contrario, de entenderla y nos buscar subterfugios en los que evadirnos“. 

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