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Entrevista César G. Antón

La novela sobre viajes en el tiempo del director de laSexta Noticias: “No caigamos en el topicazo de que el pasado fue mejor”

César G. Antón, director de laSexta Noticias y autor de la novela '83 segundos'

Laura García Higueras

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César G. Antón lleva desde 2006 dirigiendo laSexta Noticias y ha participado en la creación de programas de la cadena como Al Rojo Vivo y Más Vale Tarde. 17 años después, acaba de publicar su primera novela, 83 segundos, que sigue a un redactor de informativos que, al cumplir 35, descubre que tiene el poder de viajar en el tiempo. Pero no a un tiempo cualquiera, siempre al pasado.

“La nostalgia confunde cuando se convierte en una especie de descrédito del ahora”, reconoce el autor a este periódico al hablar sobre las consecuencias que para su protagonista, Víctor, conllevan sus primeras acciones aprovechando su nuevo don: dar exclusivas que le permiten convertirse en un periodista de investigación “de los que pisan poco la redacción”, ganar mucho dinero y tratar de recuperar un viejo amor.

Su libro deja inmediatamente un poso en quien lee su historia, y un gran interrogante: ¿Qué harías si pudieras viajar en el tiempo? Una pregunta que invita a ser respondida al pensar en la biografía personal de cada uno, pero también a nivel colectivo. ¿Merecería la pena asomarse a episodios como el final de ETA que tanto se ha mencionado en campaña electoral para que dejara de ser hoy tergiversado? ¿Qué se podría cambiar del ayer que permitiera que el presente fuera mejor?

Y aprovechando que personaje y autor de la novela comparten profesión, ¿qué responsabilidad han tenido y tienen los medios en el devenir de acontecimientos como el imperante auge de la extrema derecha? “La mejor manera de combatirla es no dejar que te hagan la escaleta. Controlarla tú”, opina tajante. Ciencia ficción y realidad se entremezclan así en las páginas de un ejemplar que enriquece mientras entretiene.

Aúna en su primera novela ciencia ficción, viajes y periodismo. ¿Siempre tuvo claro que serían sus tres pilares?

Como vivo en la actualidad más bestia y por mi trabajo estoy metido hasta la médula en el día a a día, saltar en el tiempo era un poco una forma de escaparse. Por eso viajo a una época que para mi generación era un poco más feliz, en el 2000. Pero aunque te escapes, tu realidad te acaba atrapando. He intentado que la narración tuviera coherencia en cuanto a que más allá de los saltos en el tiempo, el contexto al que la novela alude fuera real.

Viajar al pasado apela a la nostalgia, que está muy ligada al sentir actual. ¿De qué es síntoma?

La nostalgia se ha convertido en un motor emocional muy fuerte. Edu Madina reflexiona en su libro Perder la gracia sobre cómo nuestros antepasados tenían miedo al pasado y miraban con ambición al futuro; mientras que nuestra generación tiene miedo al futuro y mira con nostalgia al pasado. Más que de ciencia ficción, este es un libro de nostalgia. Que además, como todo va cada vez más rápido, lo que pasó hace 20 años ya es pura nostalgia. Antes cuando hablábamos de ella nos imaginábamos una posguerra o una época más pretérita, pero ahora 10 o 20 años ya lo son.

¿Lo notan también a la hora de diseñar programas de televisión?

Totalmente. En televisión tenemos la encuesta más certera y fiable del mundo, la del mando a distancia. Cuando la gente pulsa el botón, nunca miente. Dicen lo que les interesa, lo que les apasiona. Y hemos observado que tienen ganas de recordar. Programas como laSexta Columna, en el que repasamos distintos momentos de la historia, funcionan de forma espectacular. Y no hace falta necesariamente hablar de la Segunda República o de Franco, sino a veces de 1992, la Expo o la colza. También es normal. Las emociones se mueven en varios ámbitos y la nostalgia siempre ha sido uno de los más poderosos.

¿Es la vida de un redactor de informativos de televisión tan anodina como la del protagonista de su libro?

Él está en una redacción del 2000, que no tiene nada que ver con las de 2023. 23 años son un mundo entero. En el 2000 todos llevábamos un Nokia, jugábamos al Snake y mandábamos mensajes abreviados. Era un mundo muy distinto, pero sí que tiene ciertos códigos que son muy parecidos. Usando sus trampas de saber lo que va a pasar en un futuro, Víctor en seguida se pone a dar exclusivas y consigue un permiso para ser periodista de investigación de esos que curran poco, van poco por la redacción y tienen cierta libertad para no estar sometido a la dictadura del horario de los informativos. Me apetecía que en el libro se viera un poco del espíritu de una redacción.

De hecho comenta que el cotilleo y el afán de protagonismo son dos características circunstanciales del gremio, ¿cómo convive usted con ellas?

Todos los periodistas tenemos una portera o un portero que vive dentro de nosotros; y que tiende a salir. Esa parte del cerebro que es diferente a la de un ingeniero, más artística, fiestera, del cotilleo. Es una parte del espíritu de una redacción, que tiene un punto sano. A veces tiende a ser insana, pero generalmente es una parte divertida. Si no, seríamos ingenieros de la Seat.

En el libro le acuña la frase a un jefe de Sociedad pero, ¿deja un periodista de ser digno de serlo si renuncia a copas gratis?

Esta frase era muy clásica. El libro no pretende dar lecciones ni moralizar, pero sí hay un juego con cómo hemos cambiado. Todo lo que han supuesto el feminismo y el MeToo por ejemplo. Hay determinados comportamientos en la novela que hoy serían inconcebibles. Nosotros montamos laSexta en 2006 y siempre lo decimos: hay comportamientos que teníamos que, si ahora nos viéramos por un tubito haciéndolos, nos abroncaríamos a nosotros mismos. He intentado mostrarlo un poco.

Cuando montamos laSexta tuvimos comportamientos por los que hoy nos abroncaríamos

César G. Antón Periodista

¿Sigue considerándose, como hace el suegro del protagonista del libro, el periodismo de papel como “el de verdad” y la tele como “algo para guapas y concursos”?

Cuando empezamos laSexta siempre había una mirada del periodista de papel con cierta condescendencia hacia el de televisión. Incluirlo fue una venganza personal. Todas las novelas tienen un punto autobiográfico, de contar lo que te ha pasado. Cuando te pones con el papel en blanco, le echas un poco todas tus mierdas. En esa frase hay un poco de resquemor y se la pongo en boca a un personaje detestable.

Si compara cómo era el mundo en el año 2000, al que viaja el libro, con ahora, ¿es mejor o peor momento para trabajar en un medio de comunicación?

Una de las razones por las que la novela empieza en 2005 y va al 2000 es porque me quería alejar de laSexta. Contar un contexto previo al que estoy tan metido, para que nadie tuviera la tentación de ir a buscar nada que tuviera que ver con mi trabajo. En este viaje buscaba la nostalgia como una emoción, pero no para tener una admiración por el pasado. El pasado tenía cosas maravillosas y lamentables. Lo que sí ha cambiado son determinados contextos que hacen que el mundo sea diferente. Antes no había redes sociales ni algoritmos, pero había otras cosas muy chungas, como esa sociedad machista. Hemos ido a peor en algunas cosas, pero a mejor en muchas otras.

En la nostalgia hay un punto de confusión cuando se convierte en una especie de descrédito de lo que tenemos ahora. Hay algunas personas sensatas que ahora hablan de que antes había más libertad y piensas, ¿antes cuándo? ¿En 1976 cuando una mujer no podía abortar o abrirse una cuenta en el banco? No podemos caer en el topicazo de pensar que todo lo pasado fue mejor. Sobre todo porque una de las cosas más importantes que tiene el ser humano para sobrevivir es la capacidad de olvidar. Si no olvidáramos, estaríamos atormentados con lo que hemos hecho. Pero que esa capacidad no nos engañe y nos haga pensar que antes todo era de puta madre, porque no es verdad. Hay mucho de esto en la novela también.

En este convulso contexto los medios están siendo diana de ataques políticos.

Siempre ha sido así. Siempre ha habido una polarización brutal entre los políticos y los medios. Con ataques al imperio del poder de PRISA por un lado y al sindicato del crimen del otro lado. Lo que sí ha cambiado es el campo de juego, las redes sociales, los algoritmos. Son las mismas guerras de siempre con herramientas distintas. Antes también se decían barbaridades y se daban puñaladas terroríficas. El cambio es cómo la sociedad consume la información, en muchas cosas a mejor, y en otras a mucho peor.

¿Y esto cómo se combate?

¡Qué pregunta! Intentando hacer las cosas lo mejor posible. A veces lo conseguimos y otras fracasamos. Ganando cada partido cada día.

Siempre ha habido una polarización brutal entre los políticos y los medios

César G. Antón Director de laSexta Noticias

¿Qué parte de responsabilidad tenemos los medios en el ascenso de la ultraderecha?

Es algo a lo que dedicamos muchísimo tiempo. Para ver cómo hablar de Vox hemos estudiado muchísimo qué pasó en el Brexit, en Brasil, en Estados Unidos, en Italia. En Estados Unidos ridiculizaron a Trump y les salió como el culo. En Brasil lo silenciaron y fue un desastre, porque se victimizó y venció con las redes sociales. En el Brexit iban generando un incendio cada día y la prensa iba detrás intentando apagarlo. Cuando terminó la campaña se dieron cuenta de que habían estado hablando de lo que ellos querían. En Italia conectaron con un instinto primario del odio al emigrante. La prensa picó, estuvo todo el día hablando de eso y parecía que en Italia solo había emigrantes. Estos son cuatro ejemplos, pese a tener buenas intenciones, de cómo equivocarse.

En cada sitio se han aplicado distintas fórmulas y generalmente casi ninguna ha funcionado, porque no hay una fórmula maestra. Lo que hay que hacer cada día en la mesa de escaleta es preguntarse qué tiene sentido que entre y qué no. Qué están diciendo para que lo metas porque les viene bien. Y qué es lo que les hace daño que se saque. En mi tele no se saca un total de Vox sin que lo hayamos analizado antes. Se les entrevista muy poco o nada. Decidimos nosotros de qué hablamos, no ellos. Quizás el mejor consejo para combatir la extrema derecha es no dejar que te hagan la escaleta. Controlarla tú.

Ellos saben cómo hacer que tú hables de lo que ellos quieren que hables. Por mucho que pienses que les estás criticando y demonizando, lo que estás es todo el día en sus incendios. Ese ejercicio de priorización de cuándo tiene que salir y cuándo no, y no picar en sus trucos, es muy importante. Es una de las cosas que hemos aplicado y aprendido. Tampoco tengo claro si nosotros acertamos. Intentamos hacerlo pero muchas veces no sabes. Es muy difícil.

Trabajando en un medio de comunicación, y haciendo información, ¿piensa mucho en el pasado?

Es uno de los elementos claves del libro: ¿Qué haría yo si pudiera volver hacia atrás? Hay un punto de redención, de conocer tu pasado mejor, de tener una segunda oportunidad. Ante todo pretendía que el protagonista fuera un tío normal. En las historias con saltos en el tiempo hay generalmente un héroe que tiene que matar a Hitler o salvar el mundo. Me apetecía algo completamente arbitrario, como si fuera una especie de antihéroe de novela negra sin especiales cualidades. ¿Cómo gestiona un tipo normal una cosa extraordinaria? Y hacerle al principio un tío un poco egoísta. Hasta hay un punto en el que él duda de si es ético lo que está haciendo.

La mejor manera de combatir la extrema derecha es no dejar que te hagan la escaleta

César G. Antón Periodista

Zapatero ha defendido recientemente que ETA terminó bajo su Gobierno y que nadie intente inventarse ahora la historia de lo que ocurrió. Las alusiones a la banda terrorista están siendo continuas, ¿podría venir bien un viaje al pasado para recordar tal y como fueron los hechos para que dejen de ser tergiversados por la derecha?

Al escribir el libro pensé en viajar al 2000 porque intentaba ir a momentos felices, al menos para mi generación, 1985. La Democracia había llegado, había una ilusión, había una sensación de que el mundo no dejaban de crecer, una burbuja tecnológica... Luego se cayeron las Torres Gemelas y se empezaron a joder muchas cosas. De 2008 mejor no hablemos.

Repasé toda la hemeroteca para colocar allí la trama y me quedé asustado porque no me acordaba de lo brutales que fueron las matanzas de ETA ese verano. Palmaba gente y con unas muertes terribles. Me impactó mucho la de Manuel Indiano, el concejal que tenía una tienda de chuches y decidió quitarse el escolta porque molestaba a los clientes. Le pegaron 14 tiros. Su mujer era limpiadora del Ayuntamiento y estaba embarazada. La niña nació y, un año antes de empezar a escribir, vi colgado un post suyo en Facebook en el que decía: “Han pasado 20 años, nadie se acuerda”.

Recuerdas estos años, los comparas con las mierdas que hemos estado escuchando ahora y dices: “Es acojonante que hayamos estado en una campaña electoral hablando de Bildu cuando aquí no muere nadie”. Alguno podría usarlo para lo contrario y decir “cómo vamos a olvidar”. Pero si lo ves con los ojos de Zapatero el otro día es que “joder, acabamos con esto en un momento tan trágico y duro”. Más allá de que sea indigno que esta gente ponga asesinos de sangre en las listas, que estemos hablando de ETA en 2023 es ridículo. Y cuando viajas al pasado y ves lo que significa ETA, te quedas acojonado.

Que estemos hablando de ETA en 2023 es ridículo

César G. Antón Periodista

¿Estamos tan lejos del futuro homogéneo que se plantea en un momento determinado la novela?

Es una realidad, hay una globalización. Todo apunta que vamos a una homogeneización de todo: lo que oímos, lo que vestimos, lo que leemos, lo que tenemos que sentir, cómo tenemos que estar medicados para sentir, cómo relacionarnos con los entornos virtuales, cómo tenemos que ser. Entiendo que de alguna forma el ser humano quebrará contra eso. O eso espero.

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