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De Björk a Manta Ray: por qué 1995 fue el año glorioso de la música indie

En 2020 se cumple un cuarto de siglo del año dorado del indie

Carmen López

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En 1995, los aficionados a la música ‘indie’ se dejaron los ahorros en las tiendas de discos de todo el mundo. Las bandas del género –sin entrar en debates sobre etiquetas– llevaban ya unos años fabricando éxitos, pero ese fue el de los grandes álbumes. Los que pasaron a la posteridad por su calidad o por lo que supusieron en su momento, dos factores que no en todos los trabajos coinciden pero que les han hecho pasar a la historia. 

Hace justo 25 años, en Reino Unido se libró lo que se conoce como la batalla del Britpop, la lucha entre Blur y Oasis por hacerse con el número 1 en las listas de ventas. Aquel odio entre bandas, parecido al que décadas antes se había supuesto entre The Beatles y The Rolling Stones, tenía parte de realidad y bastante de marketing. Las discográficas utilizaron la competitividad para conseguir el apoyo de los fans –“¿eres de Blur o de Oasis?”, era una frase habitual– y la atención de la prensa musical, encantada con aquel salseo que daba grandes titulares.

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El 14 de agosto de ese año, los hermanos Gallagher lanzaron Roll With It, el segundo sencillo de su álbum (What's the Story) Morning Glory?, que tenía todas las papeletas de llegar a la cima de los más vendidos. Pero sus archirrivales de Blur también tenían su propio estreno: el de la primera canción de su nuevo disco The Great Escape, titulada Country House. Aunque la fecha de presentación prevista era otra, su discográfica Food Records la movió para que coincidiese con la de Oasis y así arrebatarles el trofeo, cosa que sucedió –aunque a la larga (What's the Story) vendió muchos más álbumes que The Great Escape–.

Aquella tensión en las ventas se completaba con los enfrentamientos personales entre los integrantes de las bandas. Los Gallagher no eran precisamente un ejemplo de buenos modales ni serenidad (hubo un momento en el que la mayoría de sus conciertos terminaban en peleas, como el propio Noel le contó a Dermot O'Leary en su programa de entrevistas de la BBC) y a los de Blur no les importaba entrar en conflicto tampoco. El tiempo calmó las aguas y Noel y Damon Albarn incluso terminaron colaborando años después en otro proyecto del segundo, llamado Gorillaz. Liam, sin embargo, no pasó página y desde su cuenta de Twitter de vez en cuando vuelve a meter cizaña.

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Dejando de lado el drama, el disco que pasó a la posteridad por su calidad fue el de Oasis. Contiene alguna de las canciones más populares de su trayectoria –Wonderwall, Don't Look Back in Anger, Champagne Supernova– y aunque su fama ya era evidente aún no se había inmiscuido en su trabajo. Sin embargo, The Great Escape no está considerado como el gran álbum de Blur. Park Life, grabado un año antes, supera mejor la retrospectiva y con el homónimo Blur (1997) conquistaron Estados Unidos, gracias a Song 2

En paralelo al culebrón, un tipo flaco, altísimo y con un rictus irónico perenne llamado Jarvis Cocker se preparaba para lanzar el quinto álbum de su banda Pulp. Different Class salió al mercado en octubre de 1995 y se convirtió en la vía de escape de los ‘britpoperos’ cansados de peleas de bandas. Aunque la formación ya tenía temas relevantes en su discografía –en activo desde 1983–, les había dado tiempo a componer canciones vitales para mucha gente como Do You Remember The First Time?, incluida en His n Hers (1994). Pero con Common People y Disco 2000 se cubrieron de gloria. 

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En el disco incluyeron un comentario que definía bastante bien su intencionalidad: “por favor, entiendan que no queremos causar problemas. Solo queremos tener el derecho a ser diferentes. Eso es todo”. Ante la representación de la clase obrera del norte que encarnaban Oasis y la clase media-alta del sur que representaban Blur, Pulp tenía “un trasfondo de clase obrera, estaban sólidamente arraigados a sus lealtades socialistas. De hecho, Russell Senior (guitarrista) había participado en los piquetes de la huelga minera de 1994. Pero también tenían una parte artística e intelectual, autodidacta o influenciada por la escuela de arte, en desacuerdo con ese trasfondo”, tal y como explicó Simon Reynolds en Pitchfork

El caso es que engancharon al público y Common People alcanzó el número 2 en las listas de éxitos de Reino Unido y se ha convertido en una de las canciones más coreadas de los últimos 25 años (al menos por asistentes a festivales de la cuerda del FIB o el Primavera Sound, que son miles).

El lado oscuro

Mientras en la escena Britpop desarrollaban temas energéticos y con reminiscencias a The Beatles, The Kinks y demás grupos pop del pasado, otra tendencia más lúgubre transcurría en paralelo. Uno de los bombazos del año lo presentaron los estadounidenses Smashing Pumpkins con su Mellon Collie and the Infinite Sadness, un disco con nada menos que 28 canciones, concebido de manera conceptual.

Billy Corgan, líder del grupo, explicó en US Magazine a Christina Kelly que: “el título del álbum es un comentario general sobre lo que es la vida. Simbólicamente es como el ciclo de la vida y la muerte”. Con esta intensidad y su actitud de alma torturada alcanzó el número uno de la lista Billboard 200 una semana después de su lanzamiento, consiguió siete nominaciones a los Grammy y la calificación de disco de platino por más de diez millones de copias vendidas.

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En ese club de (un poco) atormentados que publicaron trabajo en el 95 también estaban Radiohead, que se habían hecho famosos con el himno de los corazones rotos Creep en 1992 y necesitaban superarla –llegaron a odiarla y estuvieron años sin tocarla en concierto– así que lo apostaron todo con The Bends. El disco no obtuvo un reconocimiento masivo inmediato, pero les salvó de convertirse en un ‘One Hit Wonder’ [grupo que consigue un éxito arrollador con un solo tema y después desaparece].

Elliott Smith también estaba en la pandilla aunque en su disco homónimo, el segundo de su carrera en solitario, aún no se había convertido en un mártir de la música (en 2003 murió de una puñalada en el pecho con solo 34 años. La versión oficial es que fue un suicidio, aunque la posibilidad del asesinato también se mencionó). Su trabajo de 1995 incluye la canción Needle In The Hay, uno de sus clásicos, sobre todo después de que Wes Anderson la metiese en la banda sonora de su película The Royal Tenenbaums (2001). Suena en la escena en la que uno de sus protagonistas se corta las venas.

Ese ánimo era el de la Generación X –los ‘boomers’ para los millennials–, cuyos integrantes rondaban la treintena y andaban un poco en crisis –menos los que habían tomado el camino del ejecutivo agresivo–. Kurt Cobain acababa de suicidarse, ya no eran tan jóvenes y las recesiones económicas flotaban en el ambiente. Además, los CDs se estropeaban antes que las cintas de cassette.

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Polly Jean Harvey, más conocida como PJ, publicó ese mismo año su tercer disco titulado To Bring You My Love. La inglesa se había encerrado en una casa en el campo aislada del ruido después del éxito de sus dos primeros discos (Dry y Rid of Me, 1992 y 1993 respectivamente) para componer los diez cortes de este álbum oscuro y un tanto inquietante. En él hay hasta un tema sobre un infanticidio Down By The Water, que incluye frases de la canción de 1924 Salty Dog Blues. Hubo gente que creyó que era autobiográfica.

La artista protagonizó otro de los cotilleos más sonados de la escena por su relación con el también atormentado Nick Cave, con quien grabó a dúo la canción Henry Lee, incluida en el disco Murder Ballads de Nick Cave & The Bad Seeds. Sombríos, adictos a las drogas y bastante egomaníacos, acabaron rompiendo –de hecho, él contó recientemente por qué en su newsletter para deleite de sus fans–. Pero de ese fatídico romance, además de especulaciones sobre quién y por qué, salió otro de los discos esenciales de la década, The Boatman’s Call, en el que el australiano dedica unas cuantas canciones a su exnovia.

En el 95, la islandesa Björk también publicó un álbum en la línea de lo turbador pero no por lóbrego, sino por innovador. Con Post llevó un paso más allá la combinación de electrónica y pop que había iniciado con Debut en 1993. En él se engloban canciones de jazz desquiciado, trip hop o que podrían ser parte de un musical. Cinco años después llegaría Selmasongs, la banda sonora de Bailando en la oscuridad de Lars Von Trier.

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De ellas, It’s Oh So Quiet, una adaptación de Blow a Fuse de Betty Hutton, es quizás una de las más conocidas de la cantante. Ha servido de banda sonora de varios anuncios de televisión y su videoclip, dirigido por el también venerado Spike Jonze, fue otro éxito. El álbum la proyectó al mundo, tanto que hasta tuvo su propio acosador asesino: Ricardo López, un joven de 21 años que le envió un paquete bomba con ácido sulfúrico y que se suicidó delante de su cámara de vídeo. La artista nunca recibió el envío porque Scotland Yard lo interceptó, pero el miedo hizo que se mudase a Málaga una temporada. Allí compuso Homogenic (1997).

'Experimental' fue un adjetivo que los trabajos de Björk y Sonic Youth compartieron. La banda neoyorquina lanzó Washing Machine también en 1995. El noveno de su discografía y uno de los más aclamados de la crítica por ser ‘poco comercial’, aunque las camisetas con el dibujo de la lavadora se vendieron como churros. De hecho, los que aparecen en la portada son dos fans que la llevan fotografiados por Kim Gordon.

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Además de todo este listado, sería injusto no mencionar a otras bandas quizás menos importantes en número de ventas o trascendencia, pero también importantes en el circuito indie. En 1995 también publicaron disco Elastica (Elastica), The Cardigans (Life), Fool's Garden (Dish of the Day), Pavement (Wowee Zowee), Yo La Tengo (Electr-O-Pura), Teenage Fanclub (Deep Fried Fanclub) o Garbage (Garbage). Y posiblemente falten muchos más –ya se ha dicho que fue un año prolífico– así que se agradecen las aportaciones en los comentarios.

Mientras tanto, en España

Aunque había grupos como La buena vida, Los planetas o Dr. Explosión que ya habían grabado algunos trabajos, en 1995 Montxo Armendáriz metió la canción Chup, Chup de Australian Blonde en su adaptación al cine de Historias del Kronen y se puso en marcha la maquinaria en serio.

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Por ejemplo, ese año aparecieron en las tiendas de discos de Manta Ray (homónimo), El inquilino comunista (Bluff) y El niño gusano (Circo Luso). Este último fue uno de los trabajos fundacionales de lo que sería el indie en el país, con canciones como La mujer portuguesa o Capitán Mosca. Algunos grupos se montaron por aquel entonces, aunque sus primeros discos de estudio no llegaron hasta unos años después. Fueron, por ejemplo, Astrud (Astrud EP, 1997), Los fresones rebeldes (¡Es que no hay manera!, 1997) o Chucho (78, 1997). Aún había mucho camino que recorrer.

A mitad de la última década del siglo XX quedaba muy poco para que Internet fuese una realidad en las casas y la descarga de contenidos cambiase la forma de acceder y consumir música. Pero, de momento, en 1995 todavía se compraban (dejaban o regrababan) discos físicos. Ese año en concreto, muchos.

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