Te odio, no quiero verte más, ¿qué haces mañana?
¿Quién quiere vivir con su némesis? En serio, ¿quién quiere despertarse en la misma casa que alguien a quién detesta, día tras día, alguien de quién no sólo le molesta cómo sorbe el café, su manera de pensar y sus hábitos de higiene sino absolutamente todo de su existencia? Pues un tío de Nueva York. El periodista Alex J. Mann hizo el siguiente experimento: puso un anuncio en Craigslist buscando a su némesis para poder compartir piso, detallando todas las condiciones. A saber: las fiestas se montan fuera de casa, la cocina mejor tenerla ordenadita y hay barra libre para momentos de odio y furia desesperada.
El tema es que contestó mucha gente. Muchísima. El autor del anuncio, que en un principio quería explorar qué entiende cada uno por “archienemigo” reflexionaba días después: “¿Por qué responde la gente a algo así? Hemos llegado a un punto en el que la confrontación constante nos resulta normal, incluso deseable?”. Eso parece.
La cultura del enfrentamiento se ha convertido en el pan de cada día y sus manifestaciones se diversifican para complacer a todo tipo de público. En Internet es donde se da verdadera rienda suelta: primero fue el trolleo -el machaque constante y burdo desde el anonimato-, pero ahora tenemos cada vez ejemplos más sofisticados de odios sibilinos y seducciones perversas. La interacción se ha perfeccionado, y para una muestra el catfishing, término acuñado para la acción de fingir una identidad para que alguien se enamore de uno y mantener una relación romántica online. ¿El motivo? Además de (en ocasiones) cierta inestabilidad mental, están el aburrimiento y la venganza. El nombre de este fenómeno se debe al documental que protagonizó Nev Schulman cuando vivió un engaño de este tipo en primera persona. Un par de años después, Schulman presenta un reality en MTV de la misma temática, en la que los protagonistas descubren -o no- si sus parejas online son lo que dicen ser. El programa tiene un éxito más que revelador, también en España: parece ser que humillar gusta tanto al que lo perpetra como al público.
El éxito del odio
Las manifestaciones de la cultura del odio son diversas, y no siempre tan dañinas. Para amantes del humor más corrosivo está Louis CK, el odiador más brillante del stand up estadounidense y protagonista y guionista de la celebrada serie Louie. Louis CK, desde lo cotidiano, odia todo y a todos: a sus semejantes, a los compañeros de sus hijas en el colegio, a los jóvenes por ser jóvenes y a los idiotas que graban todo con el móvil. En ese odio inteligente el público encuentra un redentor que nos inmuniza ante lo bienpensante -con perlas como “Dios es como una novia muy jodida” o “Para estar soltero no hay que ser optimista, hay que ser estúpido”-, y, también en sus propias palabras, por el propio disfrute en expresar su malestar hacia los otros y hacia sí mismo: “Sí, qué pasa, odio todo y a todo el mundo. ¿Y sabes por qué? Porque me lo paso bien”.
La actitud celebratoria de la rabia tiene, además, otros buenos canales para el triunfo. El caso más notorio es el del mundo de las celebrities, dónde el halago y la admiración han dejado paso a la furia descarnada. El odio cotiza al alza, y si no que se lo digan a Gwyneth Paltrow: entronizó la lista de los famosos más odiados por su actitud de ama de casa perfecta justo cuando estaba promocionando Iron Man 3. Sus publicistas la colocaron semanas después en las listas de las estrellas más sexies, pero ¿qué generó más atención? Sin duda, las mofas a su web Goop dónde su trucos hogareños elitistas son carne de cañon para todo tipo parodias. Lo mismo es aplicable los otros famosos más detestados de esta temporada: Miley Cyrus chupando martillos o Justin Bieber pasando de su público generan tanta atención o más que portarse bien. Y en cuanto el odio del público se desata, la píldora inicial puede resultar amarga para la estrella, pero el rédito mediático es instantáneo.
Te odio y no puedo evitarlo
Entonces es cuando se produce un fenómeno interesante: la atracción por odio. ¿Cuantas veces entramos en el blog de alguien a quien detestamos? ¿Quién no refresca webs o se engancha a contenidos de algo que no soporta? A eso los estadounidenses ya lo llaman “hate-read”, algo así como “leer por odio”. Aquí proporcionan una lista de los medios más habituales que provocan esta práctica -oh, sorpresa, está la web de Gwyneth-. Pero leer por odio tiene siempre un inconveniente para el que lo hace: si odias algo o a alguien, no quieres generarles visitas ni éxito, ¿no? Gracias a estos listillos, ya no lo harás.
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