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El pez contador de cuentos de Tánger

El pez contador de cuentos de Tánger

EFE

Tánger (Marruecos) —

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Nunca quiso aprender a leer ni a escribir y, sin embargo, es uno de los grandes literatos marroquíes; Mohamed Mrabet, que abandonó hace tiempo los excesos para acercarse a la religión, dice que sus historias se las cuenta un pez al que salvó la vida.

A sus 78 años, muy delgado y vestido con una camiseta blanca y pantalones de pinzas, Mrabet abre la puerta de su casa en el barrio tangerino de Souani con un “tasbih” (rosario musulmán) en la mano.

Quien fue uno de los grandes colaboradores literarios del escritor estadounidense Paul Bowles -formaron un tándem que dio luz a 14 novelas-, destaca en un perfecto español: “si mi cabeza y cerebro están limpios es porque nunca estudié”.

Rodeado de sus cuadros (porque Mrabet además de ser un narrador de historias también es pintor), muestra con orgullo las portadas enmarcadas de revistas extranjeras de los años sesenta en las que aparece joven y apuesto.

Dice el poeta marroquí Abdelatif Benyahia que Mrabet fue uno de los jóvenes más bellos de Tánger. No por nada despertó el deseo de muchos hombres y mujeres, sin distinción, y así lo relata él mismo en su autobiografía “Mira y corre”.

Como otros marroquíes forjó su personalidad en las duras calles de Tánger de mediados del siglo XX cuando los precursores de la “generación beat” llegaban a la ciudad en busca de exotismo e inspiración.

“Tánger era una ciudad pequeña que acogía a todo el mundo sin importar de dónde viniera. En aquella época había gente vieja que terminaba el trabajo y contaba sus historias en los cafés, donde esperábamos una semana a que terminaran”, recuerda Mrabet, que en el año 1961 dejó el alcohol, pero siguió fiel al kif (cannabis).

Gracias a los ancianos, a su fructífera imaginación y a una intensa vida a sus espaldas, Mrabet conquistó con sus historias a Jane Bowles y más tarde a su marido Paul. Según el fallecido escritor Mohamed Chukri, Bowles pensaba que la televisión había matado la música y la tradición oral.

A Mrabet le gusta mencionar la época en la que fue pescador y, haciendo alusión a su libro “El pez contador” dice que sus historias se las cuenta un pez.

“Un gran amigo, un pez, que viene hasta aquí, charla conmigo y después regresa al mar. Yo le salvé la vida. Lo encontré encima de las rocas tirado y él no podía volver solo. Yo le ayudé”.

Bowles, una grabadora y un micrófono lograron que su talento quedase impreso en papel. Como otros narradores marroquíes que trabajaron para el estadounidense, Mrabet grabó sus cuentos en dariya (lengua dialectal) y los tradujo al español para que Bowles los adaptase al inglés.

“Después se dirigía a su cuarto y empezaba con una máquina 'tacatacatacataca', como los gitanos con la guitarra”, relata Mrabet, que afirma sin pestañear que Bowles le robó: “Hasta ahora todo el mundo me ha robado. No recibo nada. Los últimos libros de Paul eran mis historias que tenia guardadas y que nunca publicó”.

¿No fueron amigos? “En el mundo y más ahora no existen los amigos. Los amigos eran antes, en la época de los hombres verdaderos. Ahora es muy difícil tenerlos”.

Se codeó con escritores como Truman Capote o Tennessee Williams, con quien estuvo en Hollywood ocho meses. “Querían que trabajase en una película, un papel muy bien pagado, pero tenía que salir desnudo con una mujer. Me volví porque no hay nada mejor que Marruecos, de verdad”.

Viajó cinco veces a Estados Unidos y aparte de narrador, pintor y pescador, entre otras muchas cosas, también fue boxeador. “Solía entrenar en Central Park. Fui un buen boxeador, pero cuando oí que en el islam es pecado, lo dejé. Es horrible romper la cara a otro”.

Con cuatro hijos y nueve nietos, Mrabet lleva hoy una vida tranquila y solo sale de casa para ir al bulevar a comprar pinturas y comida y a la mezquita a rezar. “Soy musulmán y creo en la palabra de Dios. Le pido día y noche que me perdone por las cosas que hice cuando era joven”.

¿Echa de menos el Tánger de entonces? “Yo ya no sé si estoy en Tánger o dónde. No la comprendo. Para mi Tánger ya no quiere decir nada. Tánger no existe. Tánger ha muerto”, concluye.

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