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José Sacristán: “Los nuevos partidos no han cumplido las expectativas”

José Sacristán, actor español de cine, teatro y televisión

Miguel Ángel Villena

Pocas veces un público de teatro se pone en pie para ovacionar a un actor durante varios minutos. Pero José Sacristán (Chinchón, Madrid, 1937) lo consigue a diario en el madrileño Bellas Artes con Señora de rojo sobre fondo gris, adaptación del propio actor, José Sámano e Inés Camiña de la novela de Miguel Delibes donde el escritor vallisoletano reflexionaba sobre la muerte de su mujer a los 48 años.

El reciente fallecimiento de Sámano, productor y director de la obra, ha dejado muy tocado a Sacristán que, pese a ello, no ha dejado de subir al escenario ni un solo día porque ese habría sido el deseo de su amigo. Con una larguísima e intensa carrera a sus espaldas, con más de 100 películas, muchas series de televisión, musicales, zarzuelas y obras de teatro, su grave e inconfundible voz, su delgada figura y su versatilidad para papeles muy distintos, Sacristán se ha convertido en uno de los cómicos más queridos y respetados de este país. Buena prueba de ello ofrece esta función que lleva más de un año en los escenarios de toda España y que tiene compromisos en varias ciudades para otro año más.

“Cuando recibo los aplausos del público”, comenta el actor madrileño en una entrevista con eldiario.es, “tengo una satisfacción doble. Por una parte, como actor que tiene la posibilidad de encarnar a un personaje maravilloso. Por otra estoy satisfecho como ciudadano porque pienso que Miguel, y ahora Pepe Sámano también, me están diciendo que venga y cuente esta historia. Con esta función quiero rendir un homenaje a Miguel Delibes, al que tuve el privilegio de conocer y que, a mi juicio, es uno de los grandes escritores de este país de todos los tiempos, junto con Cervantes y Pérez Galdós”.

Escrita en 1991, con la agonía del franquismo como paisaje, Señora de rojo sobre fondo gris trasciende una época y un lugar para derivar en una declaración de amor de un valor universal. “Delibes está subrayando”, opina Sacristán, “que la memoria del amor hace perdurable la imagen de los seres queridos que fallecen, está manifestando en definitiva que mientras somos recordados y amados, no desaparecemos. Es la gran lección de esta obra sobre un tema del que nadie puede escapar. Además, Delibes utiliza la palabra como una bella herramienta para llegar al corazón de la gente. Aquí radica el éxito de este montaje”.

La adaptación fue consultada con los hijos del escritor y alguno de ellos, que había sido reticente a esta versión teatral, reconoció ante Sacristán y Sámano, tras ver la función, que se había reencontrado con su madre fallecida a los 48 años de un tumor cerebral. “La vida”, apostilla el actor entre expresiones castizas con tacos, “sería más llevadera si hubiera una segunda oportunidad. Pero desgraciadamente no la hay y, al final, se convierte en una pasión inútil como decía Sartre”.

“Este oficio se aprende, pero no hay quien lo enseñe”

Nacido en mitad de la Guerra Civil, hijo de un republicano represaliado, obrero manual hasta que pudo ganarse la vida como actor y un autodidacta por completo, que aprendió el oficio en las tablas y los platós, Sacristán afirma que la interpretación precisa de un talento natural para lograr transmitir emociones.

“Digamos”, comenta, “que este oficio se aprende, pero no hay quien lo enseñe. Por descontado que me parece muy válida cualquier formación que adquiera un actor en las escuelas de arte dramático, porque la educación resulta fundamental para toda actividad. Ahora bien, si alguien cree que por la simple acumulación de conocimientos sabrá luego transmitir emociones, está muy equivocado”.

El dramaturgo pone como ejemplo a su amigo Alfredo Landa, “un monstruo de la interpretación que no tenía ni puta idea de quién era Stanislavski y atribuía sus capacidades como actor a la madre naturaleza”. Nunca le gustaron a Sacristán los gurús intelectuales ni los directores de cine o de teatro que se dedican a dar continuas lecciones y a torturar al personal con sus teorías. No obstante, reconoce las influencias de compañeros como Fernando Fernán-Gómez, que le enseñó cómo esquivar las dificultades de la profesión y de la vida en general o cómo no caer en el patetismo de algunos actores que se creen divos. “Como Norma Desmond en El crepúsculo de los dioses”, aclara.

Cuando se repasa la carrera de Sacristán durante seis décadas, asombra la evolución de un actor que comenzó en el cine con casposas películas del landismo, estilo Vente a Alemania, Pepe, y que ha llegado a interpretar recientemente Muñeca de porcelana, de David Mamet, uno de los autores más innovadores del panorama teatral internacional. Premiado con numerosas distinciones, entre ellas un Goya y una Concha de Plata, el actor reconoce que papeles en el cine como Asignatura pendiente (José Luis Garci, 1977), Un hombre llamado Flor de Otoño (Pedro Olea, 1978) o La colmena (Mario Camus, 1982) marcaron un punto de inflexión y le dieron un prestigio que ha mantenido hasta la fecha.

“Tuve la suerte”, recuerda, “de que llegara la democracia y de que productores como José Luis Dibildos o directores como Roberto Bodegas y José Luis Garci me convirtieran en el cine en un símbolo del español medio. Por supuesto con todas sus contradicciones en ese periodo, que fue la hostia, de transición de la dictadura a la democracia a trompicones”.

Reconoce que desde hace años cuenta con el privilegio de poder elegir sus papeles y que puede permitirse el lujo de rechazar algunas ofertas. Ha trabajado a las órdenes de directores muy dispares que abarcan de Mariano Ozores a Carlos Vermut pasando por Gonzalo Suárez o Mario Camus. “Han ido llamando y he interpretado lo que me ha apetecido. Eso sí, siempre me gustó apostar por el riesgo de vez en cuando. No olvidemos que he protagonizado el musical El hombre de La Mancha durante años o que he cantado zarzuela, el Cardona de Doña Francisquita, nada menos. De cualquier modo, los giros en mi carrera me han sido propuestos”.

Decepción con la falta de acuerdo político

Hombre de izquierdas desde su juventud, admirador de la figura de Manuel Azaña (“un referente de integridad moral que sorteó un cúmulo de dificultades y el fuego cruzado de unos y otros”), Sacristán se confiesa respetuoso de otras ideologías y cuenta entre sus amigos con gente que puede estar en sus antípodas. Pero, como muchas otras gentes de izquierdas, se declara muy decepcionado por la repetición de las elecciones tras la imposibilidad de formar un gobierno.

El actor prestó su famosa voz para una campaña electoral de Podemos en los pasados comicios del 26J, pero ahora manifiesta: “Me ha defraudado mucho Pablo Iglesias. Desde mi condición de actor tengo que decir que no me gustan sus modos de interpretación, ni su estrategia, ni la compra del chalé… Los nuevos partidos no han cumplido las expectativas. ¿Qué contar de Albert Rivera, que cada día propone una cosa distinta? Manda huevos”.

Del mismo modo, lamenta mucho la desunión de las fuerzas progresistas y recuerda un dibujo de El Roto que decía “No armemos jaleo, las derechas con las derechas y las izquierdas contra las izquierdas”.

Pero, a pesar de todo, José Sacristán, un actor curtido en mil batallas cívicas, llama a la movilización para que la gente acuda a votar el próximo 10 de noviembre. “Hay que abordar una seria reflexión y una autocrítica de todo lo que ha pasado, pero también hay que movilizarse para votar de nuevo porque nos jugamos mucho”. Entretanto, él seguirá interpretando una historia de Miguel Delibes sobre el amor y la pérdida, sobre la vida y la muerte, sobre temas universales que nos afectan a todos.

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