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Años de violencia sexual desatan un terremoto sin precedentes en el mundo del videojuego

J Allen Brack, expresidente de Blizzard, salió de la empresa a raíz del escándalo sexual

Mónica Zas Marcos

25 de noviembre de 2021 13:12 h

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Es el mayor escándalo conocido en la industria del videojuego. La multinacional Activision Blizzard no solo se enfrenta a tres demandas por generar un ambiente tóxico en sus oficinas y permitir unos abusos escalofriantes contra sus empleadas. La empresa dueña de World of Warcraft, Diablo y Call of Duty está viviendo una crisis reputacional a nivel mundial y podría asumir pérdidas millonarias a raíz del escándalo. La razón es que por primera vez el lobby norteamericano del videojuego ha ido mucho más allá del comunicado disciplinario y ha tomado acciones en contra de uno de sus miembros más poderosos, el multimillonario y CEO del estudio Bobby Kotick.

En las últimas semanas se han sucedido las declaraciones de grandes empresas como PlayStation, Nintendo o Xbox, pero el asunto no es nuevo. De hecho, Activision Blizzard es la punta un de un gran iceberg. Pero ¿por qué este caso resulta tan relevante? Hay que analizar sus antecedentes.

¿Qué es Activision Blizzard?

Es fruto de la fusión que en 2007 unió los estudios Activision, responsable de títulos como Call of Duty y Guitar Hero, y Blizzard Entertainment, dueña de World of Warcraft, Diablo y Overwatch. En 2015 también adquirió King, la compañía de Candy Crush. El CEO de todo este imperio es Bobby Kotick, un magnate que fundó hace 30 años Activision y que ahora lidera el conglomerado. La empresa tiene más de 9.500 empleados y su valor de mercado alcanza los 55.000 millones de euros.

“Fomentar una cultura inclusiva con un sentido de pertenencia, y donde los empleados se sientan valorados y escuchados, es fundamental en nuestra misión. Para crear un entretenimiento épico para todos, necesitamos una fuerza laboral que incluya a todos”, dicen en un apartado de su página web. Sin embargo, las últimas revelaciones demuestran que Activision Blizzard ha llegado a ser un lugar de trabajo hostil y peligroso, en especial para las mujeres.

La casa de los horrores del acoso sexual

Fruto de dos años de investigaciones, a finales de julio, el Estado de California demandó a Activision Blizzard por “violaciones de los derechos civiles del estado y las leyes de igualdad salarial”. Pero no solo apuntaba a la brecha salarial entre hombres y mujeres, sino a lo que llamó una “cultura de hermandad” o “bro culture” que se manifestaba de forma brutal. El medio especializado Anait Games detalla varios ataques.

Algunos trabajadores se emborrachaban en las oficinas mientras lanzaban comentarios groseros sobre el físico de sus compañeras o incluso amenazaban con violaciones grupales. En ocasiones las toqueteaban “por el área del pecho” o se colaban en la sala de amamantar hasta que las mujeres les gritaban que se fueran. Un trabajador fue declarado culpable de colocar una cámara en el baño apuntando al inodoro femenino.

Toqueteaban "por el área del pecho" o se colaban en la sala de amamantar. Un trabajador colocó una cámara en el baño apuntando al inodoro femenino

Uno de los casos más extremos es el llamado “Suite Cosby”, como apodaron a la habitación de un veterano desarrollador de World of Warcraft. Este insultó, acosó y hasta pegó a algunas de sus compañeras en los eventos de empresa. “Afrasiabi era tan conocido por participar del acoso que su suite fue apodada como Suite Cosby en honor al presunto violador, Bill Cosby”, cuentan en el medio norteamericano Kotaku.

El suceso más dramático, sin embargo, fue el de la empleada que se suicidó después de que compartiesen fotos íntimas durante una cena de Navidad, lo que la condenó a un carrusel de ofrecimientos sexuales.

En un principio los cabecillas de la empresa lo negaron todo, hasta que el expresidente de Blizzard, J. Allen Brack, reconoció que detestaba la bro culture y calificó las acusaciones de “extremadamente preocupantes”. Tan solo el antecesor de Brack publicó una columna dirigida a las mujeres que tuvieron “experiencias horribles” y admitió lo siguiente: “Te escucho, te creo y lamento haberte defraudado”.

Mientras esto ocurría, se viralizó un vídeo sobre una mesa de debate de World of Warcraft –llena de hombres– en 2010, en la que tanto Brack como Afrasiabi se mofaban de la pregunta de una joven sobre la hipersexualización de los personajes femeninos en el videojuego.

¿Y después? Los primeros descabezamientos

Durante todo el verano la prensa norteamericana se volcó con el caso y cada día aparecían historias espeluznantes sobre Activision Blizzard. El New York Times publicó en una investigación que una empleada que trabajó entre 2014 a 2017 aseguraba que le pagaban menos que a su pareja, que se unió a la empresa a la vez y desempeñaba el mismo trabajo. También enseñó que un gerente le envió un mensaje en Facebook preguntándole qué tipo de pornografía veía.

Vice publicó otro tema sobre los reclutadores de Blizzard, que interrogaron a una investigadora de seguridad “cuándo fue la última vez que le penetraron, si le gustaba que la penetrasen y con qué frecuencia lo hacían”.

En agosto, el estado de California interpuso una nueva demanda en la que acusaba a la compañía de destruir pruebas e interferir en el caso. Hasta ese momento, la única declaración que había emitido el CEO Bobby Kotick, decía que “la gente se hará responsable de sus acciones”. Tanto el presidente de Blizzard, J. Allen Brack, como el máximo responsable de Rercursos Humanos abandonaron la empresa ese mismo mes. Más tarde fueron despedidos el director del juego de Diablo 4, su diseñador principal de niveles y otro diseñador de World of Warcraft. Los dos últimos por estar presuntamente relacionados con el caso Suite Cosby.

El suceso más dramático fue el de la empleada que se suicidó después de que compartiesen fotos íntimas durante una cena de Navidad

En septiembre a Activision Blizzard se le seguían acumulando las demandas. La última la interpuso la Comisión de Bolsa y Valores de EE. UU. por intimidación y represión sindical hacia sus trabajadores. Continuaron las dimisiones, incluida el productor ejecutivo del juego Overwatch. Por fin Kotick se pronunció: “No hay absolutamente lugar en nuestra empresa para la discriminación, acoso o el trato desigual de ningún tipo. Estamos comprometidos a abordar todos los problemas del lugar de trabajo de manera directa y rápida”.

Las medidas que anunció el 28 de octubre incluían bajarse su sueldo al mínimo –65.500 dólares anuales, aunque a principios de año recibió un bono de 200.000 mientras no paraban de sucederse los despidos en la empresa–, eliminar la obligatoriedad de pasar por un mediador antes de denunciar un caso de abuso sexual, despedir de inmediato a quien tome represalias sindicales, y aumentar hasta un 50% la contratación de mujeres y personas no binarias (actualmente del 23%). Pero ni siquiera las buenas intenciones han librado a Kotick de la última gran sacudida.

¿Cuál ha sido el mayor detonante del caso?

El pasado 16 de noviembre, The Wall Street Journal publicó en exclusiva que Bobby Kotick estaba al tanto de todo el entramado turbio de su empresa. Algo que previamente había negado. De hecho, en 2018 resolvió personalmente y de forma extrajudicial una denuncia de violación interpuesta por una empleada por su supervisor. Intercedió para impedir el despido de todos los acusados de abuso que tuvo conocimiento y también detalla que, en 2006, Kotick amenazó de muerte a su asistente.

La investigación de WSJ le señala directamente de ser el cerebro de una cultura discriminatoria de empresa, no solo contra las mujeres sino contra personas racializadas y por orientación sexual. Tampoco sirvió el movimiento estratégico de nombrar a una mujer, lesbiana y asiática, para un gran puesto porque dimitió solo tres meses después alegando no tener ninguna confianza hacia los directivos y que se le pagaba menos que su contraparte masculina.

Desde el día de la publicación, empleados y accionistas han pedido su dimisión y el CEO ha prometido que lo hará si es necesario para no hundir la compañía. No en vano, Activision Blizzard ha perdido más del 25% de su valor en bolsa: 17.000 millones de euros. Y no es lo único.

¿Qué empresas se han posicionado en contra?

La primera en anunciar que retiraba de su pestaña de “destacados” a los lanzamientos de la compañía fue PlayStation. Es una decisión con importantes consecuencias comerciales, sobre todo en un periodo crítico como es el Black Friday y la Navidad. De hecho, el último juego de Call of Duty y gran estreno de la temporada de Activision Blizzard se ha quedado fuera de la página web oficial de PlayStation. “No creemos que sus medidas encaren correctamente la situación”, ha dicho el encargado de la división en Sony, Jim Ryan.

También Xbox ha anunciado que están “evaluando todos los aspectos de nuestra relación con Activision Blizzard y haciendo ajustes proactivos en curso”. La última en unirse a la campaña contra Bobby Kotick ha sido Nintendo. “Encuentro estos relatos angustiosos y perturbadores. Van en contra de mis valores, así como de las creencias, valores y políticas de Nintendo”, ha declarado el CEO Dough Browser.

No obstante, las buenas acciones de PlayStation se han visto enturbiadas por una demanda recientemente presentada por discriminación de género y despido injustificado. La empleada demandante Majo ha desvelado que, cuando se trata de promociones, hay “procesos separados para hombres versus mujeres” y que “Recursos Humanos crea resistencia cuando las mujeres intentan ascender”. La mujer también ha acusado a PlayStation de brecha salarial y de cultivar “un entorno de trabajo que discrimina a las empleadas”.

Otras veces que ocurrió y no pasó nada

Sin ir más lejos, el pasado febrero el CEO de Riot Games, Nicolo Laurent, fue demandado por acoso sexual y discriminación por su asistente, y quedó absuelto en marzo. A esta denuncia se sumaron otras trabajadoras de la compañía propietaria de League of Legends (LoL), pero Riot ha llegado a un acuerdo económico con un centenar de ellas. Por todo ello, el estado de California ha acusado a la empresa de retrasar e interponerse en su investigación de acoso sexual.

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