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Zapatillas hechas con conciencia

Zapatillas hechas con material reciclado

Emilio J. Salazar

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¿Puede una empresa ser ecologista y animalista y actuar en consecuencia? Es más, ¿puede una empresa primar el interés social sobre el económico? Las respuestas apuntan a que sí. Flamingos’ Life, firma de calzado afincada en Torrellano (Elche), ha presentado esta semana la primera colección de zapatillas hechas a partir de plásticos de botellas recicladas que se conoce en España –en Sudamérica y EEUU ya existen proyectos similares-.

La idea, cuenta Carlos García, CEO de la compañía, “es dar un siguiente uso a la basura que está flotando en el mar”. Según datos de Naciones Unidas, el plástico representa cerca del 90% de la basura existente en los océanos; estos desechos de plástico matan un millón de pájaros y unos 100.000 mamíferos marinos al año.

Para ello, se han aliado con Parley for the Oceans, una organización norteamericana que trabaja con Adidas en un proyecto similar con la intención de desalojar a este agente contaminante del mar. Esto, en la primera fase, de la que ha salido como resultado 200 zapatillas cuya lona está hecha con botellas de plástico y con una suela de caucho natural.

A partir de agosto también sellaran un compromiso con The Ocean CleanUp, una fundación que ha ideado un sistema para, por un lado extraer residuos plásticos de los océanos y, por otro, evitar que sigan entrando en el mar. Avanza García que la fundación estadounidense se ha comprometido a limpiar la mitad Pacífico en 5 años gracias a una maquinaria inteligente que se nutre de las corrientes marítimas para poner barreras en lugares específicos donde recoger la basura. En este sentido, Flamingos’ life quiere fomentar las ventas y contribuir a atajar esta problemática medioambiental anunciando que por cada zapatilla adquirida, suman un meto de océano limpio.

Si todo va según lo previsto, en marzo de 2019 entrarían en una tercera fase confeccionando gafas de sol –“Ni vamos ni sabemos competir con Hawkers”, señala entre risas-, hechas también a partir botellas de plástico, pero en esta ocasión recogidas del mar Mediterráneo. Los desechos plásticos irán a parar a Italia donde le darán forma a la lente para luego venderlas. “Cada gafa está hecha de diez botellas”, añade.

La dinámica es la misma casi con todo lo que hacen. También andan inmersos en un proyecto de reforestación en Madagascar, Nepal y próximamente en Haití, países donde “la alarma medioambiental es más fuerte”. Con la ONG Eden Reforestation Projects firmaron un acuerdo que se traduce en que de cada zapatilla que vende Flamingos’, Eden planta dos árboles. De esta forma y gracias a las alianzas establecidas con empresas de todo el planeta, la ONG ha plantado en Madagascar más de 190 millones de árboles en un terreno cuya deforestación supera el 90%.

Y todo esto, partiendo de la base de que la empresa ilicitana nacida en mayo de 2015 surgió de “una idea principal de no usar material animal en las zapatillas”. “Creímos que ya hora de parar con esa dinámica de por la cual las empresas del sector acaban usando 60 millones de animales al año como material básico”, explica el joven empresario. La zapatilla animal free se compone de una lona de suede hecha de material sintético en lugar de piel.

El resultado de todas estas diversas acciones empieza a dar sus frutos “poco a poco”. “Hemos tenido muchos altibajos, momentos en los que casi perdemos la empresa porque no vendíamos lo suficiente para mantenernos”, reconoce el máximo responsable de la compañía. Esto hace que mantenga “una guerra constante” con su director financiero “porque nosotros tomamos las decisiones no en base al dinero sino en base a la Responsabilidad Social Corporativa”.

Su principal mercado es el español, “aunque muy de cerca viene el alemán que está creciendo muy rápido porque allí están más concienciados en el problema medioambiental que nosotros”. Al final se trata de eso, de que no solo el empresario esté concienciado, sino también el cliente. “Nos han vendido que el crecimiento tiene que ser infinito y en el mundo no hay nada infinito, ningún ser vivo, estado o sociedad ha sido infinito”, prosigue. “Nuestro lema es usar nuestra fuerza económica para hacer bien al mundo, no hay más”, concluye Carlos García.

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