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Defender la labor sagrada del periodismo

Ramón Pedrosa

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El mundo necesita prensa libre más que nunca. Y ésto - especialmente en la comunidad de empresarios de comunicación y jefes de prensa, de la que formo parte hace muchos años - debería ser un mantra. Sin una prensa libre, total y absolutamente libre, ni se pueden defender las propuestas de valor de nuestros clientes ni defender la democracia.

Más que nunca, la democracia y el capitalismo necesitan ahora una prensa libre donde nuestros compañeros redactores y editores puedan ejercer su trabajo sin presiones ni económicas ni políticas. Y nosotros, desde nuestro lado de la barrera, debemos tomarnos en serio cuál es nuestra responsabilidad como profesionales.

Porque también nosotros somos periodistas, muchos de nosotros (yo incluido) dedicamos una gran parte de nuestra carrera a contar las historias adecuadas, a hacer las preguntas correctas y a tratar de entender la realidad para explicarla a los ciudadanos.

Esa experiencia me ha permitido entender desde que era casi niño y en mi casa aparecía mi padre con El País y con Diario16 bajo el brazo, que una sociedad moderna no puede funcionar sin una prensa libre.

Hoy, 300 medios de comunicación de Estados Unidos, al llamado de The Boston Globe, publican 300 editoriales (y esos son muchos editoriales) defendiendo la necesidad de proteger la libertad de expresión y dejando una cosa muy clara: que el discuso de las “fake news” es un peligro para todos, que solo beneficia a las entrañas de ciertos círculos de poder y que de esa batalla depende el futuro de todos.

La prensa, los periodistas, no son “el enemigo del pueblo”, como ha afirmado el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Son actores necesarios a los que hay que cuidar y respetar, especialmente en medio de esta crisis de modelo económico (obvia, por otro lado, por el cambio que están sufriendo los hábitos de los lectores) que están sufriendo los medios de comunicación.

Necesitamos a los medios de comunicación no sólo para informarnos, sino para entender la realidad, y el tratar de cercenarlos solo ayuda a los que no quieren que la realidad se entienda. Algo que pasa no sólo en Estados Unidos, sino en muchas dictaduras e incluso aquí, en casa.

El editorial del New York Times de hoy, que se titula “La Prensa Libre te necesita”, dice lo siguiente (y es para guardarlo y enmarcarlo): “Insistir en que las libertades que no te gustan son fake news es peligroso para el torrente sanguíneo de la democracia.

El Des Moines Register, uno de los pioneros de la prensa local norteamericana, explica en el suyo: “los verdaderos enemigos del pueblo - y de la democracia - son aquellos que tratan de ahogar la verdad vilipendiando y demonizando al mensajero. La respuesta no puede ser el silencio”.

Los mercados financieros no quieren información falsa. Los inversores la identifican, la persiguen y la atacan. ¿Por qué en lo relativo al resto de nuestra información, aquella que habla sobre nuestros políticos, nuestros diputados y senadores, no somos todos igual de intransigentes con las medias verdades y las mentiras?

En un país donde el presidente del gobierno no elegido por las urnas se arroga el éxito del acuerdo migratorio en Europa, sólo para que el presidente de Francia le tenga que corregir en público para escarnio de todos, o presidentas autonómicas que tratan de ocultar su presunta falta de títulos académicos, si no fuera por el trabajo de nuestros compañeros que se baten el cobre en las trincheras de la redacciones (lugares de profesionales experimentados y preparado) todos estaríamos a ciegas.

Y desde los despachos de las empresas de comunicación, los dircom y los gabinetes de prensa, tenemos que tener muy claro que nuestro trabajo consiste en facilitar y ayudar a los reporteros. Que nosotros también formamos parte de la rueda de la democracia. Que tenemos que ser veraces con lo que contamos, sensatos en nuestras apreciaciones y relevantes en nuestras informaciones. Que no podemos permitirnos el lujo de que se quiebre lo que nos ha costado muchos años de convicencia y concordia conseguir, aquí, en Europa y en el resto del mundo libre.

En su editorial de hoy, el Times-Tribune de Corbin, en el Estado de Kentucky lo resume así: “nuestros líderes - sean los presidentes de la nación o de la administración local - no eligen ante quiénes han de ser responsables. Son responsables ante la ciudadanía. Y tenemos la intención de hacer que lo sean. Cualquier otra cosa es abandonar nuestro deber”.

Un deber que, hoy más que nunca, compartimos todos los que nos dedicamos, de una u otra manera, a la labor sagrada del periodismo.

*Ramón Pedrosa es el CEO de Bracken, empresa de comunicación financiera

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