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Refugees go home

Chus Villar

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Tengo una amiga que dice que nuestros políticos no son ni más ni menos que un reflejo de nosotros mismos. No son ejemplares de una rara especie que surgen por generación espontánea, sino que se crían a la imagen y semejanza de la sociedad a la que representan. Así, cuando el Gobierno valenciano se ofrece a fletar un barco ofrecido por Balearia para traer a la Comunidad a 1.100 refugiados sirios y El ejecutivo de Madrid lo impide son distintas actitudes sociales ante esta tragedia humanitaria las que se están enfrentando.

Los medios de comunicación nos suelen ofrecer la cara solidaria del pueblo ante el drama: la caravana que parte hoy mismo de Valencia y que llegará por carretera a Serbia para abrir un corredor humanitario por tierra; las 400 familias de la Comunidad que se ofrecen a acoger a las víctimas de la guerra; la labor de las ONG… Frente a esta acción humanitaria, las declaraciones del ministro de Interior o del ex alcalde de Vitoria alertando del peligro yihadista escondido entre pateras y cadáveres infantiles, pueden parecer los cantos de dos rara avis encerrados en su jaula de oro, pero en realidad están haciendo de altavoz de lo que otros muchos proclaman en las redes sociales.

Es escalofriante echar un vistazo al facebook de organizaciones xenófobas como España 2000 (más de 18.000 seguidores), Orgulloso de ser español (más de 15.000) o la ONG Españoles en Acción (encargada del reparto de alimentos sólo a nacionales) para encontrar innumerables mensajes de rechazo a la acogida a refugiados, que se basan en dos argumentaciones principales: las ayudas sociales deben discriminar por nacionalidad (“los españoles primero”) y los inmigrantes procedentes de países árabes son sospechosos de ser terroristas islámicos. Para ello, no dudan en repetir una y otra vez datos falsos, como que una familia de refugiados con tres miembros recibirá 1.200 euros mensuales y casa gratis, o que el sirio al que pateó la reportera húngara era seguidor de Al Qaeda, o frivolizar con la terrible imagen del pequeño ahogado en Turquía alegando que el cuerpo fue trasladado para captar una imagen más impactante.

Lo peor es que ni siquiera hace falta buscar entre las páginas de organizaciones filonazis para encontrar llamadas a favor de que los moros se maten unos a otros en sus propias guerras, a mí el primer mensaje del estilo me llegó sin buscarlo, era el de un amigo de facebook, un ciudadano común, obrero de una fábrica, miembro de una cofradía, padre de familia que sin embargo no se pone en el lugar de esos otros padres que se ven obligados a arriesgar las vidas de sus hijos en travesías inciertas, a verlos esperar hacinados en míseros descampados junto a las fronteras. Siguiendo el hilo de sus comentarios encontré muchos más, una marea siniestra de rechazo y prejuicios movida por el desconocimiento, por el miedo y la más de las veces por la estupidez.

Como los políticos no son más que un reflejo de la sociedad que los cría, muchas de estas ideas han tomado cuerpo en forma de partidos, y el hecho de que aún sean minoritarios en nuestro país, no nos debe hacer perder de vista el ejemplo de naciones vecinas como Francia con el Frente Nacional de Le Pen, donde el crecimiento de estas organizaciones anti inmigrantes pone en grave riesgo los principios democráticos de igualdad y solidaridad, y el respeto a los derechos humanos universales.

El auge de estos movimientos tiene su caldo de cultivo en las crisis económicas, que propician la aparición de actitudes de defensa y protección frente a todo lo que desde fuera pueda amenazar unos recursos escasos. Así las cosas, los estados deben poner en marcha programas de integración que incluyan campañas de información y concienciación que se desarrollen en los medios, en las escuelas y en los barrios. De poco valdrá derribar alambradas en las fronteras si no somos capaces de acabar con los muros de nuestra propia intolerancia.

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