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UGT-PV: Lo que nos jugamos en Europa

Ismael Sáez

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Para empezar, algunos datos: el PIB de España es de 1.208.248 millones de euros; el más alto de la Unión Europea es el de Alemania con 3.386.000 millones, pero el de China es de 11.360.300 millones y el de EEUU de 17.353.000 millones. El fondo de inversión privado más grande del mundo supera los 5.000.000 millones y entre los 10 fondos soberanos más grandes del planeta hay cuatro chinos con un total de 2.103.000 millones. Que tanto dinero acumulado en tan escasos actores puede tener efectos desestabilizadores para cualquier economía es evidente, pero que sobre economías de tamaño medio o en espacios políticos, económicos y monetarios a medio construir como Europa sus efectos pueden ser demoledores, lo hemos comprobado ya, entre otras cosas, con la crisis del euro. Conviene que los ciudadanos que estamos llamados a votar el próximo 26 de mayo la composición del Parlamento Europeo lo tengamos presente. Frente aquellos que propugnan la vuelta a los Estados nación y por tanto el debilitamiento de la Unión, hay que oponer la realidad de un mundo en el que los actores con los que estamos obligados a interactuar han ganado tamaño, son de hecho trasatlánticos que navegan en el proceloso mar de la economía mundial, son continentes.

La zona Euro tiene un PIB de 11.570.000 millones y la Unión Europea 15.874.000 millones, si Europa actuara como un Estado federado sería sin duda un actor de máxima relevancia que podría condicionar las políticas económicas globales en beneficio del modelo de sociedad que representa y, al menos nosotros, esperamos y deseamos que defienda. Un modelo de solidaridad, protección, libertad y seguridad para sus ciudadanos y ciudadanas, un estado del bienestar que anhelan la inmensa mayoría de ciudadanos del mundo y que está en peligro frente a modelos que utilizan la fiscalidad, la desregulación y las condiciones de trabajo y los salarios para competir y ganar mercados.

Necesitamos una Europa más unida, estar más juntos, ceder soberanía en aras a un proyecto común. Necesitamos una fiscalidad homogénea que impida el dumping fiscal entre los socios europeos, unos estándares en servicios públicos como la sanidad, la educación, la protección por desempleo o las pensiones, un Salario Mínimo Interprofesional europeo equivalente al 60% del salario medio de cada país de la Unión, un estatuto de los trabajadores europeos que ponga en común los elementos fundamentales de la relación laboral y un presupuesto de la Unión que represente un porcentaje de su PIB creciente, muy lejos de ese raquítico 1% del que la mitad se lo lleva la Política Agraria Común. Porque no queremos que la inseguridad, la precariedad y la falta de esperanzas atenace a millones de trabajadores y ciudadanos temerosos por un futuro que se les presenta oscuro, porque necesitamos capacidad de maniobra para la inversión pública en infraestructuras, innovación, ciencia y educación que hagan nuestra economía más productiva, para que nos sintamos unidos formando parte de una gran Europa que coopera, que practica la solidaridad entre sus ciudadanos, que defiende sus valores en el mundo y que pone en marcha todo su potencial para demostrar que su modelo social no solo es posible, sino el mejor para competir en la economía global.

Fuera del proyecto europeo, desgajados de él, añorando tiempos pasados de gloria e imperio, todos y cada uno de los Estados miembros, sin excepción, pasamos de ser tripulantes de un poderoso trasatlántico a convertimos en cáscaras de nuez sometidas al embate de las olas que levantan las estelas de otros.

Definitivamente, el próximo 26 de mayo nos jugamos el ser o no ser de Europa, sus valores, el estado de bienestar y su capacidad de defenderlo en el mundo. No es de extrañar, por tanto, que los partidarios del nacionalismo, la xenofobia y el racismo en Europa, que concurren a estas elecciones, sean financiados y reciban ayudas de quienes desde fuera de la Unión pretenden destruirla al ver en el proyecto europeo un poderoso competidor.

La verdadera patria es Europa, en ella caben y se defienden todas las demás.

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