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ENTREVISTA | Comentarista deportivo

Alberto Edjogo-Owono: “Un campo de fútbol no puede ser un oasis para incívicos que no sepan nada de raza”

Alberto Edjogo-Owono, comentarista deportivo.

Moha Gerehou

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Durante sus años de futbolista vivió tanto en la piel propia como en la ajena las consecuencias del racismo en los terrenos de juego. Ahora Alberto Edjogo-Owono, comentarista deportivo en varias plataformas televisivas, radiofónicas y en su canal de YouTube, se ha convertido en una de las voces más autorizadas a la hora de hablar del poder social del fútbol. Especialmente tras publicar el libro 'Indomable', donde cuenta historias que relacionan el impacto del fútbol africano en la sociedad y su relación con los poderes. 

Charlamos por teléfono con él poco después de los insultos racistas que sufrió en el estadio del Espanyol el futbolista Iñaki Williams, delantero del Athletic Club de Bilbao, frente a los que LaLiga ha anunciado acciones penales por delito de odio contra los aficionados protagonistas del incidente.

¿Por qué en pleno 2020 se siguen sucediendo casos de racismo como el de Iñaki Williams?

Porque no se toman las medidas suficientes para que dejen de existir. El fútbol es el deporte más popular en España y que practican la mayoría de niños, pero desde el fútbol base se han escuchado cosas y tolerado comportamientos que en ningún otro lugar se soportarían. Puedes ir a un campo y ves a padres insultar al árbitro o a otro niño, y se dan por aceptados. 

Por ejemplo, si vas al mercado y te venden unas manzanas podridas, no insultas al frutero. Vas y se lo comentas o directamente ya no vuelves a ese sitio. Pero en el fútbol no, cuando pasa algo fuerte te dicen que “eso son cosas del fútbol”. Lo que vemos es que a la hora de intentar molestar y desconcertar al rival se hacen muchas cosas, pero hay un siguiente escalón que es ir a meterse contra un jugador y atacar su origen, la raza, etc… Eso es un nivel más de incivismo.

Hasta ahora se han hecho campañas a todos los niveles: la FIFA, LaLiga, federaciones regionales... Pero no se atreven a parar un partido y se intenta meter el problema debajo de la alfombra, decir que son cuatro gatos, que no representan al club… pero eso no lo soluciona.

¿Qué medidas cree que se podrían tomar en la Liga Española?

En primer lugar es que quien se comporte de manera incívica no debería de tener acceso al campo. Tienen que estar educados desde su casa. Nadie va a insultar a la plaza del pueblo, al teatro o al cine, pero sí van a insultar al fútbol.  Un campo de fútbol no puede ser un oasis para incívicos sin un básico en temas de raza, origen u orientación sexual. Deben recibir un castigo también en el cuadro social.

Una medida que creo que es novedosa es darle a los jugadores la capacidad de decir: “Yo soy de origen andaluz y a mi compañero que es de origen senegalés le están insultando, esto hay que pararlo”. Pero el jugador no tiene herramientas. En el caso de Iñaki Williams, su buen amigo Iker Munian la única herramienta que tiene es ir y decírselo al árbitro. Pero el árbitro no lo recogió en el acta y, por lo tanto, no ha existido. Así que de la misma manera que si hay una tromba de nieve no se cumplen los requisitos para jugar un partido, con insultos de este calibre se debería parar también.

Algo que vemos recurrentemente es que se dice que en el caso de Zozulya se paró el partido, mientras que en el de Williams, no. ¿Se pueden comparar ambos casos?

Que nadie se lleve a engaño en el caso de Zozulya: llamar nazi no es más grave que llamar puto negro. El caso es que cuando los gritos de puto nazi todos los estamentos se ponen de acuerdo en que ese partido se para. No es tanto el contenido del insulto, sino el consenso de las partes implicadas en decir que ese partido se tiene que parar. Lo que queda en el aire es que, si a uno le dicen una cosa, se para; y, con el otro, no, pero me parece que este matiz es importante.

¿Y por qué parece tan difícil alcanzar el consenso entre todos los estamentos?

No soy experto en el Rayo Vallecano, pero en este caso hay un claro enfrentamiento entre los Bukaneros y Martin Presa. A la dirección del Rayo le interesa señalar que este grupo está incordiando. Me parece que ese matiz es importante y no se me ocurre otra cosa. Otros equipos con mejor relación entre afición y el club no señalarían de esta manera. 

Un lugar que se pone muchas veces de ejemplo frente al racismo es la Premier League. ¿Por qué?

La sociedad tiene una trayectoria más amplia sobre el tema del racismo, sobre todo por las colonias. Pero a día de hoy allí hay otra generación, no son solo migrantes e hijos de migrantes, y eso hace que haya una concienciación mayor. Y claro, allí unos insultos de este tipo son 10 o 12 partidos de sanción, como pasó con Luis Suárez cuando insultó a Patrice Evra. Allí las sanciones son ejemplares, no hay medias tintas, tienen medidas contundentes. También creo que tiene que ver que la Premier viene de una herencia hooligan muy fuerte que ha costado dramas y vidas.

Hace poco se hacía viral un vídeo de los insultos racistas que recibió Carlos Kameni en La Romareda hace varios años. También se recordó el caso de Samuel Eto'o en el mismo estadio. ¿Han cambiado las cosas desde entonces?

Creo que han cambiado porque ahora te pueden pillar rápido. Hay cámaras por todos lados y hay cierto miedo a que te pillen. Creo que ahora hay menos insultos racistas que antes, pero los sigue habiendo. No obstante, estamos en un país con banderas preconstitucionales, gente con el brazo en alto en la calle, en el Congreso… Algunos los justifican, por lo que el límite se va ampliando. La sensación que hay es que no es para tanto. 

Hace poco escribió un libro, Indomables, con prólogo de Frederick Kanouté, un jugador que siempre mostró gran compromiso social. ¿Ya no hay jugadores así?

Samuel Eto'o lo explica muy bien: él dice que le ven como blanco. Hay una parte del racismo que tiene que ver con el estatus social. El que es negro y es rico ya pasa a un estatus suficiente desde el que puede haber un cierto acomodamiento. Por ejemplo, Nkono dice que no lo sufre pero tiene a sus hijas.

La verdad es que no sé si es falta de concienciación social, pero echo en falta figuras, que no tienen nada que perder, que se signifiquen y sean abanderados de este movimiento. Pero lo que tenemos son casos como el de Moise Kean, estrella emergente de la Juventus, que va a un campo y le empiezan a insultar, marca un gol y manda callar, y la reacción de su capitán es reprenderle y decir que él va provocando. Si un niño ve esto, entenderá que es lo correcto. 

En el libro relacionas el fútbol africano con las situaciones políticas que se viven allí. ¿Qué expectativas tiene el fútbol africano para crecer?

Siempre me gusta decir que es muy injusto pedirle a ciudadanos de un lugar desfavorecido lo mismo que a los de lugares más favorecidos. No se puede pedir lo mismo a un chaval de Sudán del Sur que a uno del barrio de Salamanca en Madrid.

Lo primero que se necesita es un crecimiento a nivel de organizaciones e institucional. Hasta ahora los políticos que han estado en el poder más de lo que debían tenían esa mentalidad por la que decían que antes era el hombre blanco el que les saqueaba, pero que ahora son ellos los que cortan el bacalao.

Casos como el de Sadio Mané tienen un mérito muy grande. El africano tiene buen físico, es técnicamente creativo, y creo que cuando se habla de desorden es algo que, si forma parte de la sociedad, se ve en el campo. Pero en las nuevas generaciones  se están quitando ese complejo de la época colonial, tienen más información, mejores estudios... y todo eso puede traer un buen cambio.

Y pasa una cosa: África es un continente donde la mitad de los habitantes tienen 15 años o menos, pero en cuanto a selecciones, una africana no puede ganar un mundial. Eso es porque selecciones como la francesa, la belga o la española pueden elegir entre materia propia y la ajena, en este caso de las colonias. Puedes elegir lo bueno de África por ejemplo haciendo un pasaporte exprés. Es una neocolonización del talento.

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