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El apartheid climático solo conducirá a más tragedias en el Mediterráneo

Patera semihundida en las aguas entre Italia y Libia.

Carola Rackete

Capitana de la ONG Sea Watch / The Guardian —

Este verano, los medios de comunicación se fijaron mucho en mí cuando fui arrestada en el puerto italiano de Lampedusa porque soy una mujer joven y capitana de un barco, el Sea-Watch 3, que había rescatado a 40 personas del Mediterráneo. Me arrestaron tras pasar dos semanas en el mar intentando encontrar una solución política para llevar a tierra de forma legal a esos refugiados de la guerra civil en Libia. Mi barco ingresó en aguas italianas, a pesar de una orden de Matteo Salvini, el ya exministro de extrema derecha. Entonces, para los medios me convertí en la mujer que desafió a la derecha en Italia y en Europa.

Las autoridades italianas todavía me están investigando (aunque la jueza me liberó por considerar que mi objetivo era salvar vidas). ¿Esto me preocupa? La verdad es que no, porque mis acciones estaban justificadas. Lo que sí me asusta es el daño que le estamos haciendo al planeta y la hostilidad contra aquellos que huyen de la sequía, la hambruna, los incendios y las tormentas. En mi opinión, los peligros de un colapso climático y la necesidad de ayudar a quienes intentan cruzar el Mediterráneo están íntimamente relacionados.

Comprensiblemente, a muchas personas les preocupa hablar de la relación entre la migración y la crisis climática, porque temen que esto generará más xenofobia y políticas más duras en las fronteras. El problema es que la xenofobia y las estrictas políticas de fronteras ya están aquí. Lo he visto con mis propios ojos en las personas que saco del mar y en aquellas a las que no he podido salvar.

El colapso climático exacerba las razones por las que las personas necesitan migrar, como por ejemplo condiciones socioeconómicas desesperantes o la opresión política. En situaciones en las que las personas ya luchan por sobrevivir, el colapso climático intensifica la presión, ya sea por el aumento del nivel del mar, la escasez de agua, los daños provocados por las tormentas o las cosechas fallidas.

Las personas que viven en los sitios del planeta con menos ventajas -que son quienes menos han contribuido a la crisis climática- son las primeras en sufrir los efectos de este colapso. Las devastadoras tormentas en Mozambique, las sequías en Somalia que han matado a casi todo el ganado y las olas de calor en la India son solo un adelanto de lo que vendrá si seguimos enviando gas invernadero a la atmósfera. Cada vez más personas tendrán que migrar para poder sobrevivir.

En las próximas décadas, millones de personas se verán obligadas a migrar para evitar las condiciones medioambientales que irán cambiando y empeorando cada vez más. Hasta ahora, muchos de ellos han migrado internamente, de zonas rurales a zonas urbanas, o se están mudando a países vecinos. Solo algunos de ellos se trasladan largas distancias. Y entonces se chocan con los muros de países que a menudo son en parte responsables de generar las condiciones -tanto medioambientales como políticas- que les hacen migrar.

Los países del norte conquistaron y saquearon al sur durante la época colonial y siguen teniendo a esos países de rehenes a través de las deudas soberanas. Y además ahora les arrebatan a las personas sus necesidades básicas de supervivencia para satisfacer una adicción a los lujos del carbono.

Sin embargo, los países ricos están aumentando su retórica de derecha. Esto tiene consecuencias terribles para las personas afectadas, ya sean quienes acaban con sus propias vidas en los centros de detención Manus y Nauru en Australia, quienes mueren bajo custodia de las fuerzas de seguridad estadounidenses en la frontera con México, o quienes se ahogan en el Mediterráneo, que es actualmente la frontera con más muertes en todo el mundo.

Los políticos justifican estas condiciones horrorosas argumentando que tienen que disuadir a más personas de querer cruzar las fronteras. Pero la cantidad de migrantes y refugiados que llegan hace suponer que esa estrategia no funciona. Por supuesto que no toda la migración está relacionada con la crisis climática, pero la emergencia climática hará que cualquier “crisis migratoria” actual parezca una merienda infantil.

Recientemente, un informe del Relator Especial de la ONU sobre pobreza y derechos humanos advirtió de un futuro “apartheid climático”, en el que los países pobres sufrirán las peores consecuencias del colapso climático, mientras que los ricos pagarán para obtener cierta seguridad. “Los derechos humanos podrían no sobrevivir la agitación que se viene”, concluye tristemente el informe. Mi mayor temor es que esta visión distópica de nuestro futuro pueda hacerse realidad. En Italia me quedó claro que la erosión de los derechos humanos ya está en marcha.

Lo que hicimos la tripulación del Sea-Watch y yo fue algo relativamente pequeño. Un momento de solidaridad con aquellos cuyas vidas están en peligro inminente. Solo como acotación podría decirse que fue algo simbólico. Nuestras acciones demostraron la hipocresía de la UE en relación a la migración, pero también fueron una declaración audaz de qué tipo de futuro queremos: un futuro de igualdad, solidaridad y justicia globales.

Cuando trabajé en barcos de investigación polar, vi de primera mano los efectos del calentamiento global en la naturaleza. Pero durante mi trabajo voluntario en Sea-Watch, pude vislumbrar el futuro que les espera a millones -incluso miles de millones- de personas. Siempre existen personas que generan desastres o se aprovechan de ellos para conseguir poder y fortunas. La crisis climática provocará desastres que podrían ayudar a tiranos o fascistas a tomar las riendas. Debemos hacer lo que podamos para impedir que se apoderen de Europa.

No es suficiente que los europeos aplaudan a quienes desafían la ideología de Fortaleza Europa. No lograremos nada con el apoyo pasivo. Todos debemos pasar a la acción y reclamar y crear el futuro que deseamos. Uníos a movimientos activistas que reclamen acciones de lucha contra el cambio climático. Reducid vuestro impacto ecológico de forma drástica. Ayudad a los migrantes y refugiados que ya están en vuestros países a integrarse a la sociedad. Apoyad a organizaciones como Sea-Watch de la forma que podáis. Y levantad vuestras voces -y votad- contra la ideología del odio y la división.

Como ciudadana alemana, tengo el privilegio de poder arriesgarme a ser arrestada sin temer que me deporten a un sitio peligroso o que dejen que me ahogue en el mar. Pero como alemana también tengo otro pensamiento. Muchos de nosotros nos preguntamos qué hubiéramos hecho en los años treinta, cuando la retórica racista se convirtió en una política racista y luego en genocidio. Espero que mis acciones junto a Sea-Watch hablen de qué habría hecho yo si hubiera vivido en esa época. La pregunta que os hago es la siguiente: ¿Qué haréis vosotros ahora?

Carola Rackete es una capitana de barco alemana que trabaja como voluntaria para la organización de rescate marítimo Sea-Watch.

Traducido por Lucia Balducci

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