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El colapso del sistema deja en la calle a familias solicitantes de asilo con niños a pesar del frío

Luis (nombre ficticio), solicitante de asilo que vive en la parroquia San Carlos Borromeo, Vallecas.

Gabriela Sánchez

29 de enero de 2023 22:04 h

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Los bancos donde suelen sentarse los asistentes a la misa de la parroquia vallecana de San Carlos Borromeo (Madrid) conforman ahora las paredes de una suerte de habitaciones improvisadas. En el interior de cada estancia, varios colchones reposan en el suelo junto a algunas mochilas y varias maletas entreabiertas. Muy cerca del altar, un niño sujeta un peluche, mientras su hermana sonríe con ternura, entretenida con los juegos de un teléfono móvil. Llegaron a Madrid hace dos meses junto a sus padres desde Colombia, pero el colapso del sistema de asilo les ha dejado en la calle. A pesar de las temperaturas bajo cero de la última semana, dos familias con menores duermen en el frío suelo de esta parroquia a la espera de conseguir una plaza de acogida. 

Tras recibir amenazas en Colombia, Luis y Ana (nombres ficticios por razones de seguridad) aterrizaron con sus hijos en el aeropuerto de Madrid el 21 de noviembre. Desde entonces, comenzaron a intentar obtener una cita para formalizar la solicitud de asilo, el primer obstáculo con el que se encuentran las personas que necesitan protección internacional en España.

Conseguir una cita en comisaría para pedir protección internacional puede llevar meses de intentos fallidos debido a la saturación del sistema. A su vez, este es el trámite imprescindible exigido por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones para acceder a una plaza en la red de acogida estatal. 

El sistema acumula años de colapso, después del impulso de las llegadas de demandantes de asilo, sobre todo procedentes de Latinoamérica, registrado desde 2019. En 2022, la Oficina de Asilo (dependiente de Interior) volvió a cuantificar un récord histórico: 118.842 personas solicitaron protección internacional, un 81,5% más que el año anterior y la mayor cifra desde la creación de la oficina en 1992, según los datos provisionales cerrados a 31 de diciembre. Las cifras confirman a España como uno de los principales destinos para solicitantes latinoamericanos, a pesar de haber vivido una caída de las solicitudes durante los últimos dos años, debido a las restricciones de movimiento ligadas a la pandemia.

La incertidumbre de quienes huyen a España de sus países no cesa. “Desde que llegamos a España empezamos a solicitar hacer la petición de asilo vía Internet. Era imposible. Siempre lo intentábamos, casi las 24 horas insistiendo para poder lograr la cita. No fue posible. Cuando ya se nos acabó el tiempo en el hotel, quedamos totalmente desubicados, sin dinero y sin saber qué hacer”, cuenta Luis en el interior de la parroquia. El día en que el dinero se agotó y debían abandonar el alojamiento, la familia empezó el periplo. Llamaron a distintas puertas. La respuesta fue negativa.

“Pasamos todo el día volteando con maletas, con los niños, aguantando hambre. Fuimos a Cáritas, al Samur Social…  Nada. Volteamos hasta las seis, hasta que nos llamaron desde Acnur para decirnos que podíamos venir aquí. Llegamos a las nueve de la noche. Los niños estaban con frío, cansaditos, con las maletas… y aquí nos recibieron muy bien”, dice Ana, con su niño en brazos. Y aquí siguen desde hace dos meses. Ahora, a la espera de obtener otra cita: la exigida por Cruz Roja para poder acceder a la red de acogida, según denuncian. 

Lucha de competencias

Aunque la competencia del sistema de acogida recae sobre el departamento dirigido por José Luis Escrivá, Migraciones exige “acreditar su condición de solicitantes de asilo” para poder acceder a las plazas de la red estatal. Desde el Ministerio, apuntan al Ayuntamiento de Madrid como responsable de dar alojamiento a quienes aún no han podido pedir protección, en el marco de su competencia para albergar a personas vulnerables en situación de emergencia social. Ante esta situación, tras el pico de llegadas de solicitantes de asilo registrado en 2019 -tendencia mantenida hasta el momento-, José Luis Martínez Almeida creó 300 plazas en un polígono de Vallecas para recibir de forma temporal a los solicitantes de asilo sin recursos a su llegada a España tras acordar con el ministro Escrivá su derivación a los centros estatales en un máximo de entre 15 y 30 días. 

A pesar del acuerdo, desde entonces, ambas instituciones se lanzan la pelota de la responsabilidad sobre los solicitantes de asilo que acaban en las calles de Madrid. “El Ayuntamiento está acogiendo a los solicitantes que no tienen alojamiento y, como emergencia, deberíamos hacerlo durante no más de dos semanas”, sostienen fuentes del Área de Bienestar Social del Ayuntamiento madrileño. “De las 120 plazas para solicitantes de asilo con las que cuenta Caracolas, a día de hoy están ocupadas 81 por personas que están a la espera de que el Gobierno se ocupe de ellos”, defienden.

“El Ministerio ha propuesto al Ayuntamiento de Madrid, que acoja a aquellas personas que están en trámite para obtener su documentación como solicitantes, y a los que ven su solicitud denegada y siguen teniendo necesidades de acogida. Para ello el Ayuntamiento tendrá que incrementar su capacidad de acogida, como ha hecho el Ministerio para atender el incremento del flujo de solicitantes en más del 80% en 2022 respecto al año anterior”, responde una portavoz del equipo de José Luis Escrivá, sobre la situación del acuerdo con el Consistorio de Madrid.

Mientras ambas administraciones no llegan a ponerse de acuerdo, el párroco Javier Baeza abre sus puertas para evitar que estas personas se queden en la calle. “En estos momentos, tenemos dos familias. Una de Venezuela, con tres niños. Y otra familia colombiana con dos. Y también hay un señor venezolano solo. En el último año (2022 y el inicio de 2023) han pasado más de 40 grupos familiares”, enumera el sacerdote en su oficina del centro pastoral. Una cifra, recalca, asumible para las instituciones. 

“Hay dos problemas: que no se puede solicitar asilo, con lo cual está en un limbo jurídico y, por otro lado, hasta que no se solicita asilo, no hay posibilidad de acceder al sistema de protección. Y, mientras, tenemos un Ayuntamiento de Madrid que, por la relación con el Gobierno central, en ocasiones niegan niegan cualquier tipo de acogida en cuanto se verbaliza que son solicitantes de asilo que no provengan de Ucrania. Porque, como nos lo han dicho profesionales del Ayuntamiento de Madrid, eso es competencia del Estado de la Nación”, explica Baeza.

En los últimos meses, el equipo de Coordinadora de Barrios ha llegado a recoger a una familia con menores que llevaba días durmiendo en un parque del madrileño barrio de Arturo Soria, cuenta Baeza. “Al final no sé si somos parche o somos apagafuegos. Ante una realidad de absoluta irresponsabilidad por parte de quien tiene en diferentes niveles su responsabilidad, tenemos que actuar”, lamenta el párroco, cuya ONG trata de facilitar los cauces administrativos y legales para que las personas acogidas puedan integrarse al sistema de acogida que le corresponde como solicitantes de asilo sin recursos. 

Luis y Ana agradecen que la parroquia les haya proporcionado techo y comida para salir adelante estos meses, pero la inestabilidad pasa factura a su familia. Sin saber dónde van a ser alojados en los próximos meses, sus hijos aún no han podido ir a la escuela. Al año que vivieron escondidos de los grupos que los amenazaban en Colombia, se añade estos meses de incertidumbre en España. “La niña repite todo el rato que quiere volver a estudiar”, dice la mujer. Su pequeña levanta unos segundos la mirada del juego, asiente y sonríe con dulzura. “Es una parroquia. Es un poco incómodo porque no hay ninguna clase de privacidad, pero es lo mejor que tenemos. Aunque aquí todas las habitaciones se comunican unas con otras. Vemos dormir a los compañeros, hace un poco de frío y todo es incómodo, pero es mejor que estar en la calle”, se resigna el colombiano, mientras señala otro rectángulo conformado por varios bancos en el interior de la parroquia. Es el espacio donde duerme otra familia con tres niños, procedentes de Venezuela. 

Al fondo de la parroquia, un pequeño colchón señala que allí duerme otra persona. Es el espacio de Samuel (nombre ficticio), un señor venezolano que ha huido de su país tras recibir varios disparos en su vivienda, según su relato. Pasa su tiempo con un libro de El Principito entre sus manos, cubierto con un abrigo y un gorro para protegerse del frío del interior de la parroquia. Aquí llegó también en noviembre del año pasado, después de pasar varias noches en el aeropuerto de la capital. “Dormía allí, para no pasar la noche en la calle. Por el día, iba de un sitio a otro en busca de acogida. Llamé a distintas ONG, fui al Samur Social, y ninguna podía atenderme. Hasta que me dieron el nombre de este lugar. Y aquí estoy esperando”, explica el hombre, quien prefiere no aportar ningún dato que pueda identificarle, por razones de seguridad.

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