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Las familias que buscan a sus niños desde Marruecos: “Estamos desesperados”

Un niño camina por un tejado junto a la frontera de Ceuta.

Gabriela Sánchez

Ceuta —

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La madre de Ali, dice, solo quiere oír la voz de su niño. “No se llega a creer que se haya ido a Ceuta, mi mujer no come, no duerme, cree que ya lo ha perdido”, lamenta su padre, atropellado por teléfono desde Ued Lau (Marruecos). El pequeño no encontró en España lo que creía. Ha pasado tres días en la calle, ha sido agredido, ha pasado frío y hambre, cuenta su padre. Ahora “quiere volver”, su familia le espera, pero la vuelta a casa con una frontera de por medio no es tan sencilla.

Al pequeño y otros dos amigos, de entre 14 y 11 años, se los encontró Youssef en las calles de Ceuta “desaliñados y agotados”. El vecino ceutí se los llevó a casa y, después de que descansasen, comiesen y se duchasen, los trasladó a la nave del polígono del Tarajal donde son alojados temporalmente y reseñados los niños. Horas después de que Youssef lograse contactar con la familia de Ali, sus padres ya estaban plantados al otro lado de la frontera.

A la mañana siguiente de recibir el mensaje con la foto de su pequeño a través de una página de Facebook, recorrieron las tres horas que separan su ciudad del límite con España. “Ya estamos aquí”, le dijeron a Youssef. El vecino ceutí se desplazó al polígono donde había dejado a los niños la tarde anterior para avisar de que sus padres estaban reclamando a su niño en el paso fronterizo del Tarajal.

El proceso de reagrupación familiar, sin embargo, requiere más trámites, pues todas las garantías deben ser salvaguardadas. La confusión en la información ofrecida por la Policía Nacional a los allegados que se acercan a la nave en busca de un menor, además, aumenta el dolor de quienes aguardan el reencuentro con sus hijos. Marruecos, como es habitual, tampoco lo pone nada fácil.

“Entregué ayer al niño y ahora sus padres han venido a buscarlo. Están en la frontera”, le dice Youssef a los agentes de la UIP que custodian la nave, a donde se dirigió en cuanto recibió la llamada de los familiares del muchacho, de 14 años. Los policías le solicitan que espere en el exterior del recinto mientras realizan algunas comprobaciones. Le piden el nombre, el apellido y la fecha de nacimiento del adolescente.

“Correcto. El menor está aquí”, confirman minutos después. Con un pequeño papel, escrito a mano, con los datos del menor, un policía se acerca en varias ocasiones a preguntar algunas cuestiones a Youssef. “¿Cómo se llaman sus padres?”, “¿dónde viven?”. Los agentes le dicen que este es el protocolo establecido para comprobar el vínculo afectivo entre las personas que reclaman a los niños antes de ofrecer información sobre el menor y proceder a su entrega a Marruecos, no obstante, el procedimiento en realidad exige muchas más salvaguardas.

Las trabas de Marruecos

Fuentes de la Ciudad Autónoma, encargada de la protección de los menores tutelados, explican que se ha intentado realizar la reagrupación familiar de una niña por los canales oficiales, pero fue rechazada por Marruecos. La menor tuvo que regresar al centro de acogida a pesar de haber estado frente a sus padres durante unos minutos, como informó la Cadena Ser. Para entregar a un niño migrante tutelado a su familia es necesario cumplir con una serie de trámites establecidos en la legislación: cotejar la documentación (con fotografía), a través de un procedimiento filioparental desarrollado en coordinación del Ministerio Fiscal, que incluye preguntar al niño y sus padres sobre su deseo de reagruparse. Para cumplir con todas las garantías, la devolución de un menor siempre ha de ser voluntaria. Es habitual que el proceso se retrase, con el objetivo de asegurarse de que en la decisión prime el interés superior del menor.

Los agentes policiales le dieron a entender a Youssef que se trataría de una gestión rápida. Escasos minutos después, tras varias comunicaciones con la frontera, la Policía le confirma frente a elDiario.es que se procederá a la entrega del menor si Marruecos da luz verde. “Llame a los padres y dígales que deben personarse en la frontera y mostrarle los documentos que demuestran que son sus hijos”. El vecino ceutí cumple con las indicaciones.

Han pasado más de 18 horas desde que los supuestos progenitores de Ali se plantaron en la frontera para recoger al niño, pero el menor nunca fue entregado. El pequeño ha sido trasladado a un centro de menores de la ciudad autónoma.

Su familia permaneció durante horas frente al paso fronterizo, hasta que tuvieron que regresar a su ciudad, Wad Law. Su padre se cogió dos días libres para encontrar a su pequeño, pero los trámites son más largos de lo que esperaba. Aún no entiende qué es lo que tiene que hacer para reencontrarse con su hijo. Los agentes de la nave le indicaron que “hasta que Marruecos no abra la frontera, no podrán devolverle”. Ha llamado, tanto él como Youssef, decenas de veces al teléfono habilitado (956 51 24 13) por el Gobierno local para localizar a las familias separadas durante la crisis de Ceuta, pero se encuentra saturado y aún no han podido contactar. Según los datos de la Ciudad, ya han recibido más de 4.400 llamadas.

“¿Por qué no nos dijeron desde el principio cuál era el procedimiento? Le dije a los padres que se iban a reunir esa tarde con su hijo y ahora me dicen que se tiene que hacer de otra manera diferente”, se queja Youssef. “Yo no entiendo nada... Estamos desesperados”, lamenta agitado el padre del menor desde Marruecos.

La respuesta que se encuentran los familiares de los niños alojados en la nave del Tarajal cuando acuden a preguntar por ellos depende en ocasiones del agente de turno. El viernes, Mohaila, de 16 años, se acercó al polígono para buscar a una amiga suya. “Me llamó la madre desesperadamente diciendo que su hija estaba aquí y quiere que vuelva”, cuenta la adolescente. La niña desapareció y su familia no sabía dónde se encontraba hasta que reconocieron su rostro entre las muchas imágenes de la playa del Tarajal difundidas en televisión en los últimos días. 

Mohaila se va del recinto como volvió. “Aquí hay muchas niñas, ahora es imposible buscarla. Aquí está cuidada”, le respondió en presencia de elDiario.es. No le preguntó ninguna información sobre la menor. La vía activada por la Ciudad para poner en contacto a los niños con sus familias tampoco ha resuelto sus preguntas: “Es imposible contactar a través de ese número. Lo hemos intentado muchas veces”, dice la adolescente, una situación que coincide con lo trasladado por otras dos familias a elDiario.es

El regreso del primo de Safah

Safah (nombre ficticio) no deja de mirar el reloj, aunque no le importa tanto como aparenta. Tiene un compromiso en una hora, pero la joven ceutí pospone el momento de marcharse. Se pregunta qué va a pasar con tres mujeres que llevan 12 horas en la frontera rogando sin éxito volver a Marruecos, a las que ayuda a entenderse con los agentes de frontera. Ella, vecina del barrio de El Príncipe, entregó a su primo este viernes.

El pasado lunes, Safah estaba en casa cuando alguien tocó a la puerta. “Era mi primo, empapado, descalzo y con un calzoncillo. Tiene 13 años, es un niño muy bueno, jamás pensamos que él fuera a cruzar la frontera así”, dice la joven. “Mi madre corrió hacia él y se puso a llorar. ¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué lo has hecho?’, le preguntaba mientras lo abrazaba”. El niño le respondió que estaba en la playa y empezó a ver que todo el mundo se metía en el agua para nadar hasta Ceuta. Él les siguió. “Quería verte, te echaba de menos, por eso vengo”, le respondió a su tía. 

Tras varios días en la casa de su familia en la ciudad autónoma, su tía le dijo que era el momento de volver a casa. “Él no quería. El niño quería que le llevásemos al centro de menores, para poder estudiar y trabajar en España, pero nosotras pensamos que ese no es un buen lugar para él”. La madre del adolescente prefería que, por su futuro, su hijo se quedase en el centro, cuenta Safah. “Pero nosotras conocemos cómo es el centro, y pensamos que es mejor que vuelva a Marruecos”.  

A regañadientes, el pequeño fue trasladado a la frontera por sus dos primas. Lo colocaron en la fila, mientras él buscaba un lugar por donde escapar. Safah le vigilaba desde un extremo de la cola. Su hermana, en otro. “Intentó salirse dos veces, pero al final entró”. El niño iba con unas zapatillas nuevas y una bolsa de gominolas. Tras atravesar la frontera, cuenta su prima, iba descalzo y sin chucherías.

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