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Maysun Shukair, la refugiada siria que combate el dolor de la guerra con la poesía

Maysun Shukair, farmacéutica y poeta siria. Imagen cedida.

Icíar Gutiérrez

Maysun Shukair convierte una conversación en un pequeño recital de poesía. Silencio. Toma aire. Entona: “Yo no me muero/ si me desnudo en el otoño./ Pero me muero/ si pasa/ por mí la primavera/ y yo no florezco”. Esta refugiada siria se disculpa cuando no le sale una palabra en castellano. Intenta explicarla entre alguna risa tímida. Tiene en sus manos el dolor de su huida, plasmado en un libro de poemas escrito desde su exilio en España.

La primavera, las flores, la naturaleza. La primavera, las flores, la naturaleza de Siria. Son imágenes recurrentes en No te vayas a la muerte solo, un conjunto de relatos cortos y poesías que ha presentado esta semana en Madrid. “En el pueblo donde me crie había muchos jardines, muchos árboles. En Siria el clima es como en España”, recuerda en una conversación con eldiario.es. No es más que una representación de la vida, esa que han arrebatado a su país durante seis años de guerra:

Lo has cortado

para tener calor

en tu invierno.

No señor,

no vas a tener calor,

porque las lágrimas de sus pájaros

han mojado toda la leña

“Es un libro muy doloroso y muy profundo”, explica. Con él intenta expresar las emociones y los pensamientos de las personas cuando son víctimas de una guerra. En 2009 publicó Saca tu cara de mi espejo, que recibió uno de los premios más prestigiosos del mundo árabe. Nada decía entonces de las bombas, el sufrimiento o la búsqueda de refugio. “Desde que estalló el conflicto nuestras palabras han cambiado, como nuestra alma. Como la guerra cambió los colores de Goya”, asegura, en referencia al pintor español.

Maysun formaba parte de esa clase media siria que hoy trata de cruzar las fronteras europeas. Regentaba su propia farmacia en Damasco, donde llevaba trabajando desde los 24 años. “Tenía una casa grande con un jardín con jazmines. Mis hijos estaban estudiando. Mi marido, ingeniero civil, trabajaba para compañías europeas”, relata. “Yo no quería dejar mis raíces, no lo pensaba. Solo quería venir aquí de visita, para ver mundo, pero la guerra lo cambió todo y tenía que proteger a mi familia”.

Tras el estallido de la violencia, comenzó a prestar ayuda a las víctimas en su botica y pasó a estar en el punto de mira del Gobierno. Sin embargo, lo que le llevó a hacer las maletas y huir fue, dice, el asesinato de su hermano. Su voz se vuelve mucho más triste: “El título del libro es para mi hermano. Él siempre estaba cerca de mí y ahora se ha ido a la muerte solo, me ha dejado aquí. La experiencia de morir es muy dura”.

En 2014, sale del país y llega a España en avión, gracias a una carta de invitación de su prima, doctora oftalmóloga que trabajaba en dos hospitales en Madrid. Vino con su hijo mayor después de que la embajada española en Líbano le diera a elegir entre los dos. Su hijo pequeño y su marido se quedaron en Siria. “Cuando intentaron salir, la policía siria metió a mi marido en la cárcel. Durante dos meses no supe nada de él, si estaba muerto o vivo”, apunta.

Al final, lograron llegar a España y hoy viven todos juntos en Alcobendas (Madrid), en un piso de alquiler. Maysun ha homologado su título de farmacéutica y busca empleo. Su marido, ha empezado a trabajar “pero no como ingeniero, todavía”. Su hijo menor ya tiene 18 años y está en primero de bachillerato. “Es también un artista, ha hecho varios dibujos aquí en España”, comenta. Su hijo mayor estudia dirección de cine y ha colaborado como traductor en el documental Nacido en Siria.

“Tengo que dar las gracias al país. La gente es muy amable, no me siento extraña. Pero la situación de los refugiados en España es difícil. Necesitan más apoyo para aprender bien el idioma y poder trabajar. Casi todos cuentan con certificados universitarios y experiencia, España tiene que aprovecharlo”, opina.

“Ningún gobierno del mundo quiere parar esta guerra”

A su farmacia, recuerda, llegaban cristianos, ortodoxos y musulmanes chiíes y alauíes. “Todas las religiones convivían. La sociedad siria es muy abierta, nunca ha habido grupos yihadistas”, insiste. En el sexto aniversario de la guerra, muestra pocas esperanzas de que se alcance la paz: “Ningún gobierno del mundo quiere parar esta guerra. Las fábricas de armas quieren ganar más y nosotros lo tenemos que pagar con nuestra sangre. El pueblo sirio es víctima de todo el mundo: de un régimen dictatorial y del Estado Islámico”.

Le duelen las imágenes de huida en el Mar Egeo. Un fragmento de su libro evoca cómo “un niño en el mar, antes de morir, escucha la canción que su madre siempre le cantaba antes de dormir”. No se olvida de los que, como ella, “solo quieren una vida” y esperan en los campos griegos: “Europa tiene que abrir las fronteras, no debe tener miedo. Se va a dar cuenta de que los sirios pueden aportar mucho”.

Ahora, la autora solo espera que sus versos lleguen al mayor número de personas posible, también en España. No te vayas a la muerte solo, escrito en árabe, se está traduciendo para poder ser publicado en castellano.

Lectora ávida de poesía desde joven, se enorgullece de haber devorado libros de Federico García Lorca y Antonio Machado, a los que jamás pensó que iba a leer en su lengua. Machado, con el que comparte la experiencia del exilio, le ha enseñado “la importancia de los detalles de la vida”. De Lorca admira su contundencia y profundidad. Al poeta granadino le dedica, incluso, unas líneas. “Tenía la misma sensación que nosotros y se han cumplido ochenta años de su muerte”, explica:

Ochenta años, Lorca

y hoy las balas son más

y el corazón es menos. (...)

Ochenta años, Lorca

y las balas que traspasaron tu sombra

ahora perforan mi pecho.

Por eso un día eligió la poesía como su arma contra la guerra. Por eso cuida que cada palabra se entienda, aunque no sea su idioma: “La poesía es un lenguaje universal. Llega a los corazones de todo el mundo y se queda en ellos, como lo hacía Lorca”.

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