Selfies y “pícnic” frente al barco en el que murieron más de 700 migrantes expuesto en la Bienal de Venecia
Los organizadores de la Bienal de Venecia querían que “invitara a un gran silencio y a la reflexión” para “remover conciencias”. Los responsables del proyecto, que fuera un espacio de “memoria” por las muertes del Mediterráneo. Sin embargo, para muchos, ha tenido el efecto contrario. Varias personas han criticado en las redes sociales la actitud de una parte de los visitantes que ha acudido a presenciar los restos del barco naufragado en el que más de 700 personas migrantes perdieron la vida, expuesto en el encuentro de arte más importante del mundo.
Algunos de ellos permanecen en los alrededores bebiendo y comiendo en un bar frente a él, o haciéndose fotos frente al gran barco azul, abollado y oxidado, como puede observarse en imágenes compartidas en Twitter. También hay quien apunta a la “espectacularización” que, a su juicio, se produce al exhibir la nave derruida en la que murieron centenares de personas.
“Exponen los restos del barco que naufragó en abril de 2015 en el Mediterráneo (murieron más de 800 personas) como si fuera una escultura, al lado de un área de pícnic. Eso no es concienciar, es banalizar un crimen contra la humanidad”, dice uno de los usuarios en un mensaje retuiteado en más de 400 ocasiones. “La Bienal de Venecia exhibe el naufragio del barco que se hundió el 18 de abril de 2015. La gente bebe y toma el aperitivo delante de él y se hace selfies, es una mierda”, apunta otro de los usuarios italianos.
Desde la plataforma española Es Racismo han calificado de “consumo de ocio” la exhibición del barco naufragado, parte de un proyecto del artista suizo-islandés Christoph Büchel. “Las vidas migrantes no son solo consumo mediático, también son consumo de ocio. Cuando hablamos de reparación, hablamos de abolir las estructuras coloniales y racistas que nos deshumanizan”.
En la misma línea, el periodista italiano Lorenzo Tondo, corresponsal de The Guardian en el país, se pregunta en un artículo en el diario británico sobre si la exposición de los restos de la barcaza es o no “un espectáculo que explota el desastre”. “La semana pasada vi cómo se remolcaba el barco a lo largo del Canal de la Giudecca y me sentí incómodo. A pesar de las buenas intenciones del artista y de los organizadores del evento empecé a pensar que el barco podría estar en el lugar equivocado”, sostiene Tondo.
“Me imagino a una multitud de personas -bien vestidas, bebiendo spritz- frente a un barco que, para mí, es un ataúd con capacidad para 700 personas. Me imagino su mirada fija en la pintura descolorida del barco, del mismo tono que el cielo veneciano. Pienso en los 28 sobrevivientes del naufragio, y en lo que habrían dado por solo un segundo de esa atención”, sentencia el periodista en el artículo publicado este domingo.
También el artista e investigador Stephen Pritchard se ha mostrado “horrorizado” tras presenciar, dice, “la burda apropiación” del barco en el que fallecieron centenares de migrantes. “Exponerlo como una 'reliquia' o 'monumento', una pérdida de vidas tan trágica, es cosificar, mercantilizar y explotar totalmente la vida no sólo de aquellos que perdieron la vida, sino de la propia migración. Esto va más allá del espectáculo; más allá de la simulación. Esto es hiperrealista. ¡Esto es un hiperespectáculo!”, enfatiza en un post en el blog Colouring in Culture.
“Los visitantes de La Bienal pueden sentarse en una mesa justo al lado del naufragio y comer, beber y charlar. Un gran lugar para hacer contactos o para un almuerzo de negocios. ¿Por qué no traer a la familia y hacer un pícnic junto al 'Barco de la muerte migratoria'? ¿Alguien quiere un selfie? ¡Es increíblemente instagramable!”, apuntala el artista.
Una de las peores tragedias del Mediterráneo
La tragedia, una de las más graves de la historia de Italia, se produjo en la noche del 18 de abril de 2015, después de que Europa abandonara su proyecto de salvamento marítimo Mare Nostrum. El pesquero se hundió tras chocar con un barco mercante que había acudido a su rescate entre Libia y la isla italiana de Lampedusa. En él viajaban entre 700 y 1.100 personas que trataban de llegar a Europa atrapadas en la bodega. Solo 28 sobrevivieron.
Dos meses después, la Marina Italiana daba comienzo a las labores de recuperación de los cuerpos de las personas fallecidas. En el operativo estaba la doctora forense Cristina Cattaneo, que encabezó una expedición que estuvo tres meses en la ciudad de Augusta diseccionando los restos humanos. Los cuerpos se fueron extrayendo poco a poco del barco de madera en el que habían quedado atrapados, mientras que la propia nave fue recuperada y trasladada a la base naval de Melilli, en Sicilia, meses después.
“Lo que más me impactó en ese momento fue una bolsita atada que traía un hombre en sus pantalones. Creí que se trataba de alguna droga, pero un oficial me dijo que era una costumbre de los eritreos llevar consigo algún pedazo de su tierra y lo que estaba transportando aquel hombre era un poco de arena de su país”, recordó hace un mes la forense en un encuentro con corresponsales en Roma. Otra de las historias que se le quedaron grabada fue la de un niño de 14 años que traía cosidos en sus pantalones las notas obtenidas en el colegio.