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Los testigos de las redadas de Marruecos para alejar a los migrantes de la frontera: “Nos persiguen mucho más”

Diallo muestra algunas de las heridas sufridas durante una persecución policial.

Gabriela Sánchez

Nador (Marruecos) —

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En una pequeña habitación compartida donde busca recuperarse de sus heridas en Nador (Marruecos), Diallo se levanta muy despacio del suelo donde pasa el rato sentado. Se apoya de manera estratégica en el antebrazo para evitar latigazos de dolor más fuertes de los que ya siente en cada ligero movimiento. Después de pasar unos días en el bosque, teme salir a la calle por miedo a encontrarse con la policía marroquí que, cuenta, le persiguió hace días en su intento de viajar en un tren desde el centro hacia el norte del país. Hacia la zona más próxima a la frontera con España.

Él nunca ha tocado la valla de Melilla, no participó en el salto del pasado viernes, pero la “cooperación” de Marruecos con España en el control migratorio, esa que Pedro Sánchez celebra, va más allá de la alambrada. También se extiende por los montes, barrios y medios de transporte de los migrantes y refugiados en su paso por el país norteafricano hacia la Unión Europea. Siempre ha sido así pero, en los últimos meses, tras el giro del Gobierno español sobre el Sáhara Occidental, las redadas migratorias se han intensificado, según las organizaciones locales y testimonios recogidos por elDiario.es.

Diallo esperaba en Rabat desde 2020 su oportunidad para cruzar a España pero, dice, nunca ha sido tan intensa la persecución policial como la vivida desde hace “unos meses”. “Antes, vivir allí era más tranquilo. Hace un año la policía empezó a perseguir más a la gente y unos meses atrás, las redadas han aumentado aún más”, cuenta el joven, procedente de Guinea Conakry. 

“Desde hace algo más de un año, lo normal era que la policía fuese a los barrios populares a hacer redadas entre las cinco y las nueve de la tarde”, recuerda Diallo, de 25 años. “Ahora, a partir de la una de la tarde, empiezan a detener a gente. Ya no lo hacen solo de lunes a viernes, sino que también nos persiguen los fines de semana. Nos persiguen mucho más”. En caso de encontrarse con un control, añade, no hay forma de esquivarlo: solo correr. 

“No se puede evitar porque ellos vienen vestidos de civil, por lo que no podemos identificarlos. Lo único que podemos reconocer es la furgoneta. Cuando ves ese coche, te escondes”, sostiene. “La policía va a los barrios populares y empieza a detener a la gente, las llevan a centros de detención y, a partir de ahí, la devuelven”. Cuando Diallo dice “devolver”, no se refiere a retornarlos a sus países de origen, sino a trasladarlos a otras ciudades del sur de Marruecos. A otras zonas más alejadas de la frontera con España, lo que retrasa y complica su camino hacia Europa. 

También solicitantes de asilo

Hay una manera con la que, en ocasiones, este guineano ha logrado evitar su detención: “Cuando enseñas el papel del Acnur, en algunos barrios la policía te deja ir, pero en otros te meten igualmente en el furgón para devolver a la gente”. El ‘papel de Acnur’ es el documento entregado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados a quienes solicitan protección. Diallo asegura haber huido de Guinea Conakry en 2020 por formar parte de la oposición del expresidente Alpha Conde. Pero tampoco su condición de demandante de asilo le protege de la persecución policial en los últimos meses, según su relato. 

Su testimonio coincide con las denuncias realizadas en los últimos meses por la red Caminando Fronteras, que asegura haber documentado desde mayo una escalada de las redadas policiales en ciudades marroquíes. “En ciudades como Rabat o Agadir, hemos visto que la policía detiene de repente a gente que está trabajando, en los barrios. Vas a hacer alguna gestión administrativa, vas a llevar a tus hijos al colegio, en el hospital... Es irrespirable. es una sensación de que en todo momento estás en riesgo”, explica la fundadora del colectivo, Helena Maleno

En Melilla, tres jóvenes sudaneses que llegaron a la ciudad el pasado viernes citan como una de las razones para saltar la alambrada el “aumento” de las redadas policiales contra los migrantes. Amir asegura haber sufrido una detención el miércoles de la semana pasada: “Tuve mucho miedo por mi vida. Tenía miedo. Me pusieron los grilletes, me pegaron, estaba herido y me llevaron al Hospital de Nador”, cuenta el joven, quien decidió escaparse del centro sanitario para intentar saltar la alambrada.

Según cuatro organizaciones locales, “la reanudación de la cooperación en materia de seguridad en el ámbito de la migración entre Marruecos y España en marzo de 2022 ha tenido como consecuencia directa la multiplicación de las acciones coordinadas entre ambos países. Las ONG denuncian que estas acciones ”están marcadas por las violaciones de los derechos humanos“ de las personas migrantes en el norte (Nador, Tetuán y Tánger), así como en el Sáhara Occidental ocupado (El Aaiún, Dajla) donde, según Caminando Fronteras Marruecos, las autoridades alauíes han habilitado centros de detención en espacios improvisados, como colegios. ”Hay más violencia policial contra ellos. Desde hace unos dos meses, la gente tiene más miedo a salir a la calle y pide más ayuda“, añade una trabajadora de una organización que los atiende en distintos puntos del país. 

Miedo a salir del bosque

Esta situación y sus aspiraciones de llegar a Europa empujaron a Diallo a abandonar Rabat el pasado jueves e intentar con un grupo de personas, incluida una mujer, trasladarse hasta el norte del país con el objetivo de embarcarse en una patera con destino a España. En el camino, se chocaron con un gran “despliegue policial”. “Nuestros contactos nos recomendaron que una vez llegados a nuestro destino, bajásemos un poco antes. La estrategia de la policía es impedir que bajemos en las estaciones para detenernos a todos juntos en la última. Cuando intentamos salir, resbalé y mi pie se quedó enganchado entre el andén y el tren. La policía se fijó en mí y vino a por nosotros. Yo pude escapar, pero otro compañero fue detenido”. 

Ayudado por sus compañeros y sin apenas poder caminar, se escondió en el bosque de Bolingo, en un campamento donde, asegura, aún hay hombres y mujeres escondidos. Esa noche no pudo dormir por “los fuertes dolores”. Y decidió pedir ayuda. No era el único enfermo, pero a sus compañeros les aterraba salir de su escondrijo debido a la presencia policial: “En el bosque hay mucha gente enferma. El problema es salir del bosque. La gente tiene miedo a salir aunque necesiten atención médica”. 

Al aumento de las redadas de los últimos meses se suma la tensión extendida por el norte del país, especialmente en la ciudad fronteriza de Nador, tras el salto del pasado viernes, en el que murieron 23 personas, según las autoridades marroquíes –las organizaciones locales elevan la cifra a 37–. Desde entonces, el control policial marroquí se ha reforzado aún más y la población migrante y refugiada vive escondida.

Tras las muertes de la semana pasada, las autoridades marroquíes han trasladado desde el centro del país a cerca de 1.300 migrantes tanto durante el intento el viernes de cruce masivo a Melilla, como en las horas posteriores y en redadas hechas en los días siguientes en bosques y localidades marroquíes cercanas, según han informado fuentes oficiales a la agencia EFE.  

Mohamed, otro joven sudanés, solía dar paseos por la ciudad de Nador para, poco a poco, recuperarse de una lesión en el pie producida mientras corría por el temor a ser detenido por la policía. Desde el pasado viernes, no ha salido ni un día del lugar donde reside: “Me da mucho miedo. Yo me voy a quedar aquí hasta que las cosas se calmen”.

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